Roberto Corte
Como por razones de espacio no puedo reseñar todos los espectáculos de compañías asturianas que he visto en 2012, apuntaré algunos que considero de interés. No sin antes constatar que aún perviven los grupos y los estrenos, aunque con menor número de intérpretes. Es decir, que la crisis en el teatro profesional, como anunciábamos el año pasado, se nota principalmente en la imparable proliferación de bululús, ñaques y alguna que otra trinca; esto claro está, si dejamos al margen del recuento a los talleres de la ESAD, que excepcional y afortunadamente todavía ejercen sus actividades con elencos de intérpretes considerables, al encontrarse los participantes en periodo de formación.
ESAD
Los talleres de la ESAD son la oportunidad que tiene el espectador aficionado para tomarle el pulso a las jóvenes promesas. Entre las muestras de Interpretación y de Dirección —las últimas de Filipinas porque para vergüenza de los políticos responsables la especialidad de Dirección se acaba— uno se encuentra con títulos de diversa índole. De resultados dispares, pero siempre incuestionables. Como verlos todos es casi imposible los que he visto sirven de muestra harto suficiente para respaldar su importancia. Ahí van en tropel algunos títulos: La persistencia de la imagen de Raúl Hernández Garrido; Un hombre es un hombre de Brecht; Incendios de Mouawad, dirigido por Cristina Suárez; Arizona de Juan Carlos Rubio; Conozca usted el mundo de Lluïsa Cunillé, dirigido por Mercedes Verástegui, que le supo sacar a la pieza su justa dimensión y donde sobresalen Isabel Friera, Enrique Villanueva y una Begoña Faro impecable; Morir de Belbel; El principito de Saint-Exupéri; Proceso por la sombra de un burro de Dürrenmatt, dirigido por Nacho Ortega; y Madre Coraje, un Brecht dirigido por Marga Llano que ha llamado la atención por ser un proyecto ambicioso y por su capacidad para abordarlo.
INQUIQUINANTE
Pero vayamos al teatro profesional en sentido estricto. Manuel Badás, que ahora reside en México, representó a primeros de año con su nueva compañía Inquiquinante (incordiante, molestante, si existiera y cupiera el galicismo), en la sala El Huerto, Recoge mi alma y bésala. Pieza que conlleva parte de su experiencia como artista residente en Laboral, Ciudad de la Cultura, de casi una hora de duración, acerca del desamor, la soledad, el sexo, y de los momentos y sensaciones producto de una ruptura sentimental. Con proyección de textos e imágenes corporales del propio Manu, y con pequeñas coreografías ejecutadas en una línea performativa tan ejemplar y sentida como en sus anteriores trabajos. Obra breve, de cámara, que es un placer para el espectador más exigente. Manuel Badás es sin duda, por méritos propios, la muestra palpable de un joven talento que, si hubiera coherencia y un programa mínimo para la danza en nuestra política cultural, habría consolidado ya un éxito mayor. Pero como la desidia es la norma de la casa…
PARANINFO 58
Uno de los autores redivivo para la escena asturiana es José Busto, otrora Bradomín con El día de autos. Y lo hizo con dos montajes a través de la joven Compañía Paraninfo 58: Defensa y Resistencia 532. Defensa plantea una situación límite, apocalíptica –una hecatombe nuclear o algo así–, donde una pareja de hermanos huyen perseguidos por unos perros que tienen que eliminar a balazos. Han abandonado el grupo de supervivientes que les acompañaban y están perdidos. A medida que pasan los cuadros los diálogos desvelan asuntos familiares sórdidos, comportamientos adúlteros, celos y remordimientos por las relaciones incestuosas mantenidas en la infancia. También se incrementa el machismo y la violencia verbal. Elementos todos ellos que provienen del lenguaje del cómic, del cine on the road, de huidas a lo the walking dead, del sexo y de cierta violencia sádica a la americana que tanto gusta al autor. La ambientación de la pieza está muy lograda con una iluminación expresionista puntual y recogida, y el atrezo lo forma un conjunto de enseres dentro de un carrito de supermercado. Los intérpretes son Cris Puertas y Andrés Dwyer, y la dirección es del propio autor, José Busto. Defensa es el teatro más underground y alternativo que hay en Asturias, un esbozo bien ejecutado, construido sobre un género que se ocupa de temáticas primitivas y obsesiones psicológicas elementales que cautivan a la juventud. Se representó en La Felguera. La otra pieza de Busto, Resistencia 532, le valió al grupo el Premio Jovellanos a la Producción, y se estrenó el 29 de septiembre en Gijón. Mucho más ambiciosa que la anterior, presenta un reality-show inverosímil donde los concursantes son ciudadanos normales raptados en la calle para someterlos a tortura a la vista del televidente. No hace falta decir que gana quien más resiste y que estamos en el día 532 de cautiverio de los “concursantes” finalistas. Pero esta anécdota, que de por sí ya sería suficiente para desarrollar una trama normalita, está condimentada con una directora del programa mala malísima, que tiene un affaire con el presentador del programa, que a su vez está enamorado de la secuestrada y quiere liberarla, pero también ésta a su vez es pareja de su “contrincante”… etc. En fin, que estamos ante un culebrón con tintes de thriller que quiere ser crítico con este tipo de programas de audiencia masiva. Pero que no lo consigue, claro, porque las mitologías domésticas que en un plano simbólico hacen las delicias de los espectadores de los realities son los antípodas de estos planteamientos. La pieza, lentificada y alargada en exceso, adolece –para mi gusto– de falta de depuración estilística y temática, aunque tiene la virtud del gran formato que tanto echamos en falta. Lo mejor los interpretes: Juan Blanco, Sara Martínez, Lautaro Borghi y Cristina Puertas. Y unos vídeos a modo de spot que son una pasada.
TEATRO DEL NORTE
El Teatro del Norte representó en Mieres, en junio, Martes de carnaval, antología compuesta principalmente con fragmentos de las piezas que Valle recogió bajo ese palio. Como Etelvino Vázquez es de los españoles que mejor conoce a Valle –no hace falta decirlo– aquí lo evidencia. Empieza con un bululú algo reiterativo, con retruécanos y chascarrillos para todos los públicos que hace de feliz recordatorio a los aficionados. Después prosigue ya en trío de compañía por pasajes críticos y personajes farsescos, militarotes de dictadura y dictablanda, hasta desembocar en el piélago de Los cuernos de Don Friolera, que es el oro puro del espectáculo y una muestra magistral en la construcción de tipos, además de una de las mejores maneras de ver el esperpento. Cristina Lorenzo es un ángel y un monstruo escénico en detalles y formas, al igual que David González, con inflexiones superiores a otras ocasiones. La exposición de elementos de atrezo y escenografía son mínimos porque no se necesitan. El trabajo es tan concluyente y preciso que, así como está planteado, estorban. El único reproche que cabe hacerle a la compañía es que los espectadores se quedan con el bocato di cardinale en el estómago, condenados a ver Los cuernos en radiografía sin poder disfrutarlos encarnados como se merecen, al completo. Y es lástima porque Teatro del Norte es la empresa solvente ideal para el proyecto.
ESCENAPACHE
EscenApache es otro grupo emergente de nuestro teatro. Su fuerte es el humor, con o sin palabras. Y Fut-bolín lo prueba. Se estrenó en el flamante espacio escénico de Pola de Siero. La dirección corrió a cargo de Javier Mediavilla y los intérpretes fueron Alberto Rodríguez, Jorge Moreno, Félix Corcuera y Roca Suárez. Las anécdotas son del fútbol y su iconografía, algunos aspectos son propiamente del juego o cuadros paradeportivos. Todo en una línea Tricicle o Yllana, impecable. Con sketches muy clásicos o previsibles en lo que dan de sí las pantomimas. Otros, como pequeñas historias, más completos y desarrollados de contenido. Pieza de entretenimiento, ideal para tiempos de crisis, para la taquilla y para todos los públicos. Los actores tan experimentados como si fueran del teatro mudo de toda la vida. Obviamente éste no es mi teatro, pero al César lo del César. Aunque lo que sí es de mi cuerda, y mucho, fue Planeta Joselín en el Palacio Valdés de Avilés, con texto y dirección de Marga Llano. Teatro a la asturiana que recuerda al cabaret berlinés de entreguerras, también por el público, que disfruta con las astracanadas escatológicas de unos cómicos que hilvanan chistes y situaciones paródicas. Alberto Rodríguez lleva la voz cantante. Tiene el éxito y la impronta de la tele, los tempos bien cogidos a las boutades. Y es sin duda quien más sintoniza con unos espectadores que persiguen la coña sin pestañear. Jorge Moreno travestido de maruja y David Soto, completan el conjunto, y no hacen más que confirmar la excelencia. Por lo demás la pieza lleva factura de vodevil. Familia nuclear, un hijo que se salta la escuela taller para ir a un concierto de Bon Jovi y ligar, un padre con colesterol alto que siempre está depositando con el Marca entre las manos y una madre adúltera que hace pista finlandesa. Pero hay una herencia por el medio, un Don Juan, chistes amenos y caricaturas entrañables donde los intérpretes defienden convenientemente su enmascaramiento. Jorge atina por su delicado travestismo, y David Soto por su versatilidad con los estereotipos. Hay música refrescante en los cambios y un gag pantomímico descacharrante, inolvidable, sobre un regate futbolero. El texto es en asturiano.
FACTORÍA NORTE
En Las Noches del Palacio del Revillagigedo, en julio, se estrenó Todo por la patria, querida, dirigido por Carmen Gallo. Con dos intérpretes respaldados por un pianista y un camarero adjunto. Pero la buena trayectoria de los showmans, Pachi Poncela y Olga Cuervo, no estuvo en correspondencia con el resultado, que fue muy por debajo de las expectativas previstas. Quizá porque la pobreza del guión –probablemente construido en equipo– frena la espontaneidad de la pareja, que es la sal y el picante que necesita este café teatro. Hay demasiado chiste sin espoleta contra la derechona, canciones a medias y cierto deje a lo Cuéntame que ganaría en otras condiciones. Como momento principal se pueden reseñar los coups de téléfonne que una pareja de novios se hacen en el tardofranquismo y la retranca de Pachi Poncela con el ¡Yo soy español, español, español…!. Es probable que el planteamiento informal de la pieza cobre garbo a medida que avanzan las representaciones.
CELLERO
¿Un Lazarillo en asturiano? Pues sí, Llázaru de Tormes en el Jovellanos con Cellero de solista. Y la obra funciona porque, entre otras cosas, la llingua y el castellano antiguo son uña y carne. La pieza reproduce todos los pasajes, está dirigida por Felipe Santiago y la traducción de Cellero supervisada por Milio Rodríguez Cueto. Sorprende la claridad en la expresión y la dicción, la pulcritud de gestos, la cálida sencillez de la iluminación. El público agradeció el trabajo con un sincero y enérgico aplauso.
MÓNICA COFIÑO
Tiene el crítico casi los mismos prejuicios hacia el performance que hacia la pintura no figurativa. No quiero decir con esto que el arte tenga que ser obligatoriamente a imagen y semejanza de Dios, sino que la mayoría de los performances, su plasticidad y maleabilidad asociativa, aperta, dinamita cualquier atisbo de racionalidad y estimula la especulación. Aunque afrontar los retos que presenta el arte contemporáneo es una labor ineludible para poner a prueba la reflexión. El espacio del Museo Piñole le vino muy bien a Mónica Cofiño para presentar su Cow show en Danza Xixón 2012. Bailó en la sala grande de exposiciones y el público la contempló, vista en planta, desde el piso superior. En la pared de la galería también los personajes del óleo de 1912 de Piñole, En la barraca, la contemplaban preparados para la ocasión. Se trata de una familia tradicional asturiana retratada en una romería afín con la propuesta. La gaita, la sidra que aparece en el cuadro y la ruralidad instigadora van con el tema como anillo al dedo. Mónica Cofiño hace un trabajo performativo de acercamiento a las vacas a través del movimiento. Y para ello baila con unos cuernos que se pone en la cabeza y unas patas de novillo recién cortadas en el matadero. Elementos de un mismo universo para una libre asociación. De la tonada a las adaptaciones cañeras. Onde la borrina posa, el olor característico de las patas del ternero, la leche, videoproyecciones con efectos tridimensionales que recogen parte de su trabajo de campo y, posteriormente, ya en la calle o en la plaza de abastos del Mercado Sur, el happening, la instalación, la acción directa y el grado sumo de confrontación, improvisación e instantaneidad que conlleva este arte. La provocación es el fuerte, y la seducción que deviene de sus movimientos, de su cuerpo y de su belleza, acaban con la perplejidad del espectador ocasional. Se preguntan: ¿es un acto de protesta contra el sacrificio de animales o para que tomemos conciencia de los horrores que supone la cadena alimenticia? Es la fusión de elementos artísticos con la cotidianeidad. Un trabajo muy elaborado y pensado aunque desde fuera, para los profanos, pueda parecer lo contrario.
TRAS LA PUERTA TÍTERES
Ana Laura Barros pasó por El Huerto con una pieza de recortables, Malas palabras, de Perla Szuchmacher y con dirección de Tito Lorefice. Teatro de papel. Tres espacios, tres habitaciones que a veces forman una casa de tres pisos con tejado incluido. La historia es la de una niña que consulta el diccionario para sorprenderse con el significado de las palabras. Al comprender que no es como las demás porque sus padres nunca le hablan de su infancia, sospecha, investiga y descubre que… Ana Laura Barros –la manipuladora– que con su dulce acento argentino refuerza todavía más lo internacional de la producción, tiene la sensibilidad y el arte necesario para que la pieza llegue a los niños en las mejores condiciones. Malas noticias está “montada” con mariquitas recortables, ambientada con la estampación y el colorido de los años sesenta. Y es la pieza ideal para pequeños grupos y para lo que habitualmente denominamos “público familiar”.