Número 14. Mayo de 2005

El viejo celoso

Francisco Díaz-Faes

El viejo celoso de Miguel de Cervantes. Teatro del Norte. Dirección: Etelvino Vázquez. Reparto: Ana Díaz Morán, Ana Vázquez, Moisés González, Javier Expósito y Etelvino Vázquez. Espacio escénico y máscaras: Etelvino Vázquez. Música: Alberto Rionda. Vestuario: Manuela Caso. Iluminación: Rubén Álvarez y Etelvino Vázquez.


Etelvino Vázquez.

Tuvo que venir la segunda mitad del siglo XX para que Cervantes fuera considerado algo más que novelista, sobre una disciplina, el teatro, en la que pugnó en su época para competir de forma desigual con el gran Lope de Vega. Transmite en sus entremeses algo más de la vida, en época de los Austrias, en lo que fue el establecimiento en el año de publicación de esta pequeña comedia, 1615, de una nueva forma de hacer reír. Ocho comedias y ocho entremeses "nuevos" y nunca entonces "representados", tuvo en esta segunda fase, tras una primera en la que destacaron Los tratos de Argel, además de Numancia. Inmediatamente posterior a la producción de Lope de Rueda, se jactaba Cervantes de haber introducido como novedad la reducción de cinco a tres en los actos, además de incorporar las "figuras morales", tales como alegorías y símbolos. Pretende Etelvino Vázquez añadir a su vez una explicación de este teatro con un introito, muy propio de ese tiempo, en el que se pedía indulgencia y comprensión al público para lo que iba a ver. Y lo hace a la manera italiana de las máscaras, popularizadas en España desde el siglo XVI también. Con todo el elenco figurando, evolucionando, en donde las habilidades de Moisés González lucirán en todo su esplendor de movimientos de la tipología de criados, tal como Arlequín. Es el personaje frente a la acción, y la representación frente al texto, lo que lucirá esta comedieta de cuernos y engaños. Con un sentido pantomímico de la expresión de los actores, tomados como arquetipos exagerados. La contribución del aparte, del interrogatorio simultáneo de los personajes ("–¿Y la honra sobrina? –¿Y el holgarnos tía?"), y de la parodia, dan la rapidez y vistosidad de la acción. Los diálogos y situaciones de los tipos y personajes, en este caso en la búsqueda de la consolidación del adulterio, lo consiguen. El vaivén de lo cómico a lo trágico, logra la acentuación, con toda audacia, de este discurso conceptista, en el que no se dejan de emplear expresiones populares y refranísticas. Los actores asumen este tono didáctico que Teatro del Norte busca en bastantes de sus representaciones. Con un vestuario colorista, un maquillaje notorio, el juego de papeles femeninos en manos de hombres, y la simplificación del escenario que corre a su suerte con un sólo telón de fondo atado por una cuerda. Basta eso y los cambios que se dan detrás sugiriendo otros aposentos, o jugando con la luz a las transparencias, para dar la idea de verosimilitud del fingimiento. La utilización de músicas extemporáneas, cuando no populacheras, hace destacar aún más esa intención de lo grotesco. Con unos actores en labor conjunta de gran esfuerzo, para ir rotando en una acción muy bien acogida por el público.

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