Número 20. Mayo de 2007

El legado de Miguel Mihura

José Luis Campal Fernández
RIDEA

En 1977 moría en Madrid Miguel Mihura, dramaturgo nacido en la misma ciudad en 1905 y que imprimió un sello personalísimo a su concepto escénico de la conducta humana, ya que en éste se superponían el humor ácido, las psicologías desconcertantes que pueblan mundos de "fantasía irreal" (como él mismo denominó la aventura de La Codorniz, germen de no pocas soluciones teatrales posteriores) y un sentido de la existencia que cabría formalizar como cercano a una suerte de "absurdo a la española" y que a nadie deja indiferente.

Atendiendo a la ordenación diacrónica realizada por el principal especialista en la obra de Miguel Mihura –Emilio de Miguel Martínez, autor de El teatro de Miguel Mihura, publicado en 1997 por la Universidad de Salamanca–, la producción dramática del creador madrileño quedaría establecida en dos períodos, uno de 1932 a 1946 y otro de 1953 a 1968. Al primero corresponderían piezas como Tres sombreros de copa (escrita en 1932), ¡Viva lo imposible! o El contable de estrellas (escrita en 1939 con Joaquín Calvo Sotelo), Ni pobre ni rico sino todo lo contrario (compuesta al alimón con Tono y estrenada en 1943) o El caso de la mujer asesinadita (redactada con Álvaro de Laiglesia en 1946). A la segunda etapa, ya en solitario, pertenecen libretos como: El caso de la señora estupenda (1953), Una mujer cualquiera (1953), A media luz los tres (1953), El caso del señor vestido de violeta (1954), Sublime decisión (1955), La canasta (1955), Mi adorado Juan (1956), Carlota (1957), Melocotón en almíbar (1958), Maribel y la extraña familia (1959), El chalet de Madame Renard (1961), Las entretenidas (1962), La bella Dorotea (1963), Ninette y un señor de Murcia (1964), Milagro en Casa de los López (1964), La tetera (1965), Ninette. "Modas de París" (1966), La decente (1967) y Sólo el amor y la luna traen fortuna (1968).

En la conmemoración del trigésimo aniversario del fallecimiento del famoso comediógrafo de Tres sombreros de copa (su libreto más célebre pero tal vez no el único merecedor de celebrarse) hemos reclamado el juicio de entendidos en la materia: cuatro profesores universitarios (Antonio Fernández Insuela, Fernando Valls, Javier Huerta Calvo y Ángel Berenguer) y cuatro dramaturgos contemporáneos (Jorge Moreno, Ernesto Caballero, Ignacio del Moral y José Luis Alonso de Santos).

Las cuestiones que –para avivar en cierta medida el debate de los singulares parámetros por los que se mueve la inmensa mayoría de la obra teatral de Miguel Mihura– les propusimos fueron:

1) ¿Tuvo herederos ese concepto mihurano de humor que coquetea con lo surrealista y absurdo, casi de raíz existencial, y que tampoco renuncia al canal del teatro comercial?

2) ¿Es factible hoy una "lectura feminista" de las comedias de Mihura?

3) ¿Cree usted que nos queda por descubrir alguna pieza teatral suya que haya pasado desapercibida?

Y los que siguen son los diagnósticos y dictámenes acerca de las cuestiones planteadas que de ellos hemos obtenido.

I. Antonio Fdez. Insuela

1) Aunque lo digan Ionesco y otras personas del mundo teatral, basándose en Tres sombreros de copa, no comparto la idea de que Mihura cultive un humor vinculado al absurdo existencial. El absurdo y el existencialismo tienen mucho más alcance metafísico que el mero mundo de lo más o menos insólito que hay en Mihura. Y, aun así, lo de insólito habría que matizarlo pues lo que hay conceptualmente en Tres sombreros de copa es una simple crítica de los convencionalismos sociales a través del entrañable Dionisio, que se casa –aunque "poco"– pero que no espera a Godot. Por tanto, no creo que pueda hablarse de sucesores del teatro del absurdo de Mihura, si éste, en mi opinión, no existe. En general, el absurdo y el existencialismo tuvieron muy poca acogida en el teatro español de la segunda mitad del siglo XX.

2) Habría que precisar a qué tipo de lectura feminista se refiere la pregunta. Que algunos de sus personajes femeninos luchen por una mejor situación de la mujer y una mayor libertad en su actuación pública y privada, me parece que no se puede comparar con la visión reivindicativa que de la mujer tienen dramaturgas como Paloma Pedrero, Carmen Resino y no digamos Lidia Falcón. Algunas de las heroínas de Mihura fueron –o intentaron ser– más bien mujeres "europeas" para una España cerrada. Pero de ahí a pensar que fueron feministas –tal como habitualmente se entiende hoy– me parece que hay un gran trecho, que creo no recorre Mihura.

3) No sé.

II. Fernando Valls

1) Me parece que el humor que cultivó Miguel Mihura no fue ni surrealista ni absurdo, si por tales conceptos entendemos el movimiento que encabezó Breton y el teatro de Ionesco o Beckett. Si hay que buscarle unos antecedentes, diría que su humor proviene de la tradición española, la de Gómez de la Serna, lo que él llamaba el "humor químicamente puro" de Julio Camba, o el de Fernández Flórez, de los escritores de las revistas Buen Humor y Gutiérrez, en cuya compañía se formó. Y es muy probable que aprendiera también de los escritores de humor franceses (Pierre-Henri Cami) e italianos (Mosca, Pitigrilli, Guareschi...), y de comediógrafos como Marcel Achard, de quien apreciaba su "teatro humano, ligero". Todo ello se muestra evidente leyendo con atención los textos que publicó en la revista Gutiérrez, antes de la guerra. Si tuvo herederos, no logro apreciarlo con claridad, aunque autores como José Luis Alonso de Santos, Fermín Cabal e Ignacio del Moral se han declarado influidos por él. Otros como Alfonso Paso o Juan José Alonso Millán sólo se quedaron con lo más superficial de su teatro. Quizá se aprecia mejor en algunos guiones de Azcona, en películas de José Luis Cuerda (Amanece que no es poco), en las de García Sánchez y, sin duda alguna, en la idea central de Familia, la película de Fernando León, el gag sobre la familia alquilada, que proviene de Maribel.

2) Hoy parece factible cualquier cosa, sobre todo tras los disparates a los que nos tienen acostumbrados algunos cultivadores de los llamados estudios culturales. Pero creo que si algo no fue Mihura fue feminista, al menos tal y como entendemos hoy tal concepto. Creo que sería mucho más fácil encontrar innumerables rasgos de misoginia. La excepción, como siempre, la encontramos en Tres sombreros de copa, pieza que posee una dimensión distinta, sobre todo el personaje de Paula, dada la ternura y fascinación con que lo compone. Del resto, no habría que olvidar a Dorotea.

3) Quizá Mi adorado Juan, que siempre me ha parecido mucho más valiosa de lo que se ha dicho, o las obras que escribió en colaboración con Tono y Calvo Sotelo. Aunque creo que no es ésa la cuestión que habría que plantear. El problema consiste en cómo representar hoy su teatro, cómo interpretar esos personajes y decir sus textos. Y lo que parece evidente es que no puede seguir haciéndose como hace treinta años. En muy pocas ocasiones las obras de Mihura se han montado sacándole el máximo partido a las posibilidades teatrales con que hoy contamos, y siguen haciéndose montajes arqueológicos, la mayoría, como si el teatro no hubiera cambiado. En fin.

III. Jorge Moreno

1) Tuvo –y tiene– imitadores, hijos reconocidos, herederos bastardos y alguna que otra "oveja negra". Pasa en las mejores familias.

2) Es factible esa lectura y muchísimas más, como corresponde a la obra de todo autor adelantado a su tiempo –vanguardista, a su pesar–.

3) Creo que el propio Mihura aún no ha sido descubierto.

iv. Ernesto Caballero

1) Creo que apenas existe esa huella. El humor que se ha impuesto en el teatro de hoy lo reconocemos en la comedia televisiva anglosajona; poco tiene que ver con la provocación surrealista de Mihura.

2) Mihura idea brillantes caracteres femeninos en la línea de las damas tracistas de nuestras comedias áureas. No sé si eso es feminista o no, en cualquier caso creo que la mencionada lectura feminista, o la que sea, debería desprenderse por sí misma de la acción de la obra, sin forzados subrayados ni alocadas transposiciones a las que la puesta en escena contemporánea nos tiene tan (mal) acostumbrados.

3) Sí, las pequeñas obras y diálogos que publicó para ser leídos en diversas revistas (Gutiérrez, Buen Humor, La Ametralladora, La Codorniz...). Permanecen inéditas y realmente son una deliciosa muestra del lado más audaz y delirante del autor de Tres sombreros de copa.

V. Javier Huerta Calvo

1) Creo que la historia del humor inverosímil (prefiero este adjetivo al de surrealista, que tiene otras connotaciones) en el teatro español contemporáneo está aún por hacer. Tal vez Mihura sea el eslabón fundamental de esta comicidad absurda, pero hay antecedentes inevitables como Enrique García Álvarez, quien –según Jardiel Poncela y Luis Sánchez Polack, Tip– fue el maestro de este tipo de humorismo, que del teatro pasó al cine, a la radio y a la televisión. De ahí que, últimamente, estemos trabajando sobre este autor en el Instituto del Teatro de Madrid. En cuanto a los posibles herederos, creo que algo del humor mihuresco caló en el mejor Alonso Millán, el de la primera etapa; y acaso en Ernesto Caballero y en cierta comedia actual, si la despojamos de tacos y chabacanería.

2) No lo creo. El feminismo rampante va por otro lado, mucho más aburrido y políticamente correcto. Francamente, no me imagino a doña Lidia Falcón haciendo la apología de las Mihura’s Girls. En cualquier caso, las mujeres del genial comediógrafo gozan todavía de un atractivo irresistible, por rebeldes, transgresoras y antiburguesas.

3) Creo que las mejores del repertorio se han hecho recientemente: aparte de Tres sombreros de copa, Melocotón en almíbar, La bella Dorotea, Ninette y La canasta, que estaba olvidada. Personalmente, me gustaría ver Sublime decisión.

VI. Ignacio del Moral

1) El humor de Mihura (si bien no cabe atribuírsele a él en exclusiva) dejó rastros muy reconocibles en autores como Alfonso Paso, y se le puede rastrear en casi todos los autores de humor durante los años 50, 60 y 70, hasta Alonso de Santos (La gran pirueta) o yo mismo (Un día de espías). Después (a partir de los años 80) se va produciendo una transformación del humor escénico, más influido actualmente por el modelo anglosajón y de la sitcom USA. Me autocito, y reproduzco lo que dije en una mesa redonda sobre Mihura a la que asistí en diciembre del año pasado, y donde tuve que hablar acerca de "Los herederos de Mihura". Creo que, a partir de ese momento (los años 80), el humor en general y el escénico en particular cambian por completo, y de forma bastante brusca. Podemos decir que Mihura se queda prácticamente sin herederos. Y esto ocurre por varias razones, que voy a tratar de abordar aquí, pero pretendiendo dejar el tema abierto para que mentes más preparadas que la mía completen mi explicación del fenómeno. Se impone desde entonces (los 80) el humor que yo llamo neurótico, basado básicamente en la parodia de los comportamientos convulsivos del personaje urbano, un humor muy poco social, muy centrado en la observación de los comportamientos individuales y de la confrontación de personalidades. Una comedia convulsa y exacerbada, donde la caricatura tiene más peso que la ironía, que en los últimos años da paso a una creciente agresividad, jugando con la parodia de los géneros y con un fuerte componente de autorreferencialidad. En las últimas generaciones se observa, además, un decreciente gusto por el idioma. Y consecuentemente, un menor cultivo y conocimiento del mismo, y por eso mismo una pérdida de habilidad para cultivarlo, que trae, cerrando el círculo vicioso, un menor gusto por el mismo, etc. Si exceptuamos autores como Nieva o Romero Esteo, pocos escritores dramáticos hoy se interesan de forma fundamental por el lenguaje. Además, a la comedia de hoy se le exige una mayor agresividad, tanto si es de evasión, con chistes de trazo más grueso y situaciones más audaces y explícitas (sexo, agresividad física), como si se trata de autores más comprometidos, en los cuales todo es más sarcástico que irónico. Se puede decir que el humor actual es mal humor. Lo que no quiere decir humor malo. Como consecuencia de todo esto, va desapareciendo la ironía del escenario: la comedia de hoy es, como decíamos, más farsesca, más satírica o más de situación, cuando no abiertamente paródica. Además, la desaparición de la censura, de nuevo, permite mostrar los comportamientos grotescos y contradictorios de forma directa, por lo que el humor se vuelve de trazo más grueso y obvio, abundando la sal gorda. Nada de todo esto es, por supuesto, casual: el dramaturgo de hoy es producto de su época, una época en la que la sociedad tiene un mal concepto de sí misma: casi todas las formas artísticas han derivado hacia un cierto feísmo: las artes plásticas, la moda... el arte ya no busca la belleza, sino la provocación. Lo contrario se considera inane. De manera que podemos decir que, hoy en día, una comedia escrita, como escribía Mihura, puede resultar graciosa, pero se consideraría ingenua. Tal vez por eso es en el teatro escrito para niños donde se conserva más ese espíritu. Hablo de los textos de autores como Eduardo Zamanillo o Tomás Afán, o yo mismo. En efecto, cuando nos dirigimos a los niños, no queremos transmitirles una visión desazonante del mundo, sino, en todo caso, un comentario amable y gracioso, servido en un lenguaje lo más vivo y rico posible. Por lo tanto, ¿dónde queda la herencia de Mihura? Si hablamos del Mihura dramaturgo, creo que ha quedado clara mi opinión de que apenas quedan vestigios. Sin embargo, hasta hace pocos años pudimos disfrutar de quien creo que fue uno de sus más afortunados herederos como humorista: me refiero al genial Miguel Gila. Apurando un poco los límites, podemos considerarlo autor teatral, ya que sus espectáculos unipersonales se desarrollaban en el escenario. Entre los últimos que siguieron esa estela podemos mencionar a Tip y Coll, con su amor por el absurdo, o Eloy Arenas, que a veces entroncaba con esa poética de humor lírico; o incluso Moncho Borrajo, al margen de nuestros gustos personales. Finalmente, podemos mencionar a la pareja cómica Faemino y Cansado, muchos de cuyos sketches, como el del tipo que va a pedir permiso para montar una comisaría en su casa, son con unos contenidos más ácidos, genuinamente mihurescos.

A pesar de todo lo dicho, y contradiciendo mi diagnóstico de que la herencia de Mihura está en estos momentos perdida, debo decir que hace unos pocos días acudí a la representación de una obra de Lluisa Cunillé: en Conozca usted el Mundo, creí percibir una voz conocida. Un vaquero que va de rodaje en rodaje con su caballo, una cantante callejera de ópera a quien se aparece María Callas, una conductora de trenes que recorre el mundo con su periquito...

2) De todos es conocido que Mihura quiso mucho a las mujeres, pero no creo que se le pueda llamar feminista, sino más bien "feminófilo". Para Mihura, el mundo estaba organizado en hombres y mujeres, ricos y pobres, y su actitud no es de rebeldía. Él propone solventar los conflictos a base de humor, echa balones fuera en las cuestiones candentes: Mihura es una "persona de orden" y le horrorizan la acritud y la crispación. Si privadamente sus actitudes eran más revolucionarias, eso no se refleja en su teatro, sólo tímidamente crítico. Por lo tanto, es evidente que la palabra "feminista" le queda muy grande.

3) Eso habría que preguntárselo a los especialistas; en principio, parece que estrenó todas sus obras en el teatro comercial; de todas formas, es cierto que entre los escritos no teatrales de Mihura (anteriores a su dedicación a la escena) hay multitud de pequeñas piezas más o menos teatrales, escritas para ser leídas, muy surrealistas e ingeniosas. Parte de ese material lo recogimos Ernesto Caballero y yo en nuestro espectáculo Las visitas deberían estar prohibidas por el Código Penal (CDN, diciembre de 2006).

VII. Ángel Berenguer

1) Como ya he dicho en varios sitios, Mihura no tiene nada que ver ni con el surrealismo ni (mucho menos) con su estrategia teatral, el llamado teatro del absurdo. Hay que buscar, más bien, en una fórmula a caballo entre el astracán y las fórmulas futuristas que sí llegan a España desde el primer momento.

2) No la conozco.

3) No tengo idea.

VIII. José Luis Alonso de Santos

1) Sí. Una gran parte de autores inmediatamente posteriores le siguió (con mayor o menor fortuna) en parte de su teatro. Alfonso Paso tiene algunas obras significativas en esa línea, y también Juanjo Alonso Millán, entre otros. Por otro lado, hay facetas del teatro de Mihura que, de alguna manera, llegan a autores de hoy. En algunas de mis obras hay influencias evidentes (La última pirueta, etc.). También en Ignacio del Moral y otros.

2) El término feminista, como lo entendemos hoy, choca mucho con el teatro de este autor, y no creo que sea posible una lectura feminista de sus obras. Otra cosa es que tenga personajes de mujer estupendos. Él, sin duda, contestaría con humor a esta pregunta, y diría algo así como: "Me gustan demasiado las mujeres como para ser feminista".

3) Creo que no, a no ser que apareciera un borrador de alguna obra no representada y desconocida. Sus obras están suficientemente representadas y estudiadas en la actualidad.

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