Número 25. Enero de 2009

El convoy de los 927

Laila Ripoll

Adaptación teatral de Boni Ortiz del radioteatro de Laila Ripoll, basado en el estudio homónimo de Montse Armengol y Ricard Belis

Se estrenó el 23 de septiembre de 2008 en el Teatro de la Laboral de Gijón durante los Encuentros de Cabueñes 08, con el siguiente reparto:

Ángel Mayor: Manuel Pizarro
Madre: Marisa Vallejo
Lolita: Arantxa Fernández
Ramiro: Borja Roces
Ángel Niño: Sara Martínez
Padre: Carlos Mesa
Diputado francés: Carlos Mesa
Soldado Alemán 1º: Carlos Mesa
Asistente Social: Carlos Mesa
Prisionero: Carlos Mesa
Soldado Alemán 2º: Carlos Mesa

Escenario vacío, salvo el ciclorama y el tul del fondo en donde se harán las proyecciones. A la derecha cierta suerte de construcción (es el vagón del revés) con las frases de "Liberté, Égalité, Fraternité", y la bandera francesa. Un chelo interpreta el Himno de la República y hace variaciones sobre el tema, que cambian haciéndose más lentas y dolidas. Durante toda la escena aparecen imágenes del final de nuestra Guerra Civil: bombardeos en ciudades y gente hacia los refugios, niños muertos sacados de entre los escombros; huida de los refugiados españoles hacia la frontera francesa. Entran por la derecha del público (siempre será la mano del público) y en primer plano, cargados con dos maletas y un hatillo: Madre, Ángel, Lolita, Ramiro y el Padre apoyándose en ambos y andando a rastras con mucha dificultad. Al llegar a mitad del escenario, se ven aviones en vuelo rasante disparar sus ametralladoras. Todos se tiran al suelo para protegerse. Pasan, se levantan y continúan cruzando hasta desaparecer por la izquierda. Continúan las imágenes con los refugiados agolpados en la frontera. El grupo vuelve a aparecer al fondo, tras el tul. Se paran en el medio, a Padre le sientan sobre una de las maletas. Madre se sienta en otra.

Aparece por la derecha Ángel Mayor, narrador de esta historia que mientras habla, cruza el escenario para situarse a la izquierda. La familia está tras del tul en toda la escena.

    Ángel Mayor: Enero de 1939. Éramos cinco los que llegamos a la frontera: Ramiro y Lolita, mis hermanos, mi madre, mi padre y yo: un chaval de quince años, una muchacha casi adolescente, un niño, una madre desesperada y un padre moribundo. Mis hermanos arrastraban como podían a mi padre, ardiendo de fiebre... El recuerdo del frío, el miedo, la angustia o las ametralladoras de la aviación fascista cebándose contra las columnas de refugiados, contra nosotros, ancianos, mujeres, niños... pierden fuerza en mi cabeza ante la imagen de aquella frontera cerrada a cal y canto... Me llamo Ángel y he sobrevivido a dos guerras.

    Ángel Niño: Tengo hambre, mamá.

    Madre: Aguanta Ángel, cariño, cuando abran la frontera nos darán pan, ya lo verás.

    Ángel Niño: Bueno.

    Madre: ¿Qué quiere decir lo que pone ahí, Ramiro?

    Ramiro: ¿En el cartel? Las tres palabras más hermosas del mundo: Libertad, Igualdad y Fraternidad.

    Ángel Niño: Claro, porque eso es Francia ¿verdad?

    Ramiro: Sí, Angelito, la cuna de los derechos humanos.

    Madre: Lolita ¿Cómo está tu padre?

    Lolita: Duerme. Aún tiene mucha fiebre, pero ya no delira, ahora parece que está tranquilo.

    Madre: Toma, arrópale con esta manta. Hace muchísimo frío.

    Ángel Niño: Yo también tengo frío, mamá.

    Madre: Ven, locuelo, ven y déjame que te achuche y ya verás cómo se te pasa.

    Voz Megafonía: Attention. Attention...! Des citadins espagnols, les femmes et les enfants à la main gauche et les hommes à la droite. Allez... vite... Des hommes à la droite et des femmes et des enfants à la main gauche. Allez... rapide... rapide...

    Madre: ¿Qué dicen, Ramiro, qué dicen?

    Ramiro: Nos separan, madre. Las mujeres y los niños pequeños a un lado, los jóvenes y hombres a otro.... Vamos Padre.

El tul se levanta, y pasan delante de él. Inmediatamente son separados. Cae el tul tras ellos.

    Madre: ¿A dónde nos llevan?

    Ramiro: No lo sé.

    Madre: ¡Ramiro... cuida de tu padre!

    Lolita: ¡Papá...! ¡Ramiro!

    Ángel Niño: Mamá ¿dónde los llevan?

    Madre: ¡Cuídalo, Ramiro!

    Ángel Niño: ¡Papaaaa!!! (Los dos hombres fuera de escena.)

    Madre: No les empujen, por amor de Dios, ¿no ven que está enfermo? ¿Es que no tienen humanidad?

    Lolita: ¡No empujen a mi padre!

    Madre: ¡Ramiro, por Dios, cuida de tu padre!

    Ramiro: No se preocupe, madre... No se preocupe.

    Ángel Mayor: Lo primero que vimos cuando pasamos la frontera fue "Liberté, Égalité et Fraternité". Yo siempre había tenido un amor grande por Francia por ser el país de los derechos humanos, de la libertad, de la democracia. Pero luego me di cuenta de que aquello de la libertad, igualdad y fraternidad era un eslogan que no era para nosotros. Cuando por fin abrieron la frontera, sin explicación alguna se puso a los hombres a un lado y a las mujeres en el otro. Mi padre y Ramiro se quedaron en el campo de las playas de Argelès-Sur-Mer. Nunca más volvimos a ver a mi padre. A mi madre, a Lolita y a mí nos llevaron más al Norte. Nos llevaron al campo de Les Alliers, en Angulema. Mi madre removía cielo y tierra intentando conseguir noticias de mi padre y de Ramiro. Mi hermana, como loca, intentaba conseguir un trabajo que le permitiera salir del campo y yo... Bueno, yo bastante tenía con los niños franceses.

Entra Ángel Niño desde el fondo al primer plano, rodando su aro. Se para en el centro, mira y salta hacia atrás apartándose del escupitajo.

    Ángel Niño: (Insultando al supuesto niño.) ¡Cara pijo!... ¡Lolita! (Llama a su hermana que contesta desde fuera y entra.) Nos tiran escupitinajos y piedras y vienen a mirarnos a través de la alambrada, como si fuésemos bichos.

    Lolita: Qué me vas a contar a mí...

    Ángel Niño: Lo único que les falta es tirarnos cacahuetes.

    Lolita: Pues a ver si lo hacen y te los traes para cenar, que falta nos hace.

    Ángel Niño: Ayer uno me preguntó a gritos si teníamos cuernos y rabo.

    Lolita: ¿Y tú qué le contestaste?

    Ángel Niño: Nada, pero me entraron unas ganas de saltar la verja y darle un puñetazo...

    Lolita: No te preocupes Ángel. Ya lo verás, en cuanto consiga un trabajo nos iremos todos de aquí. Tendremos nuestra casa. Aunque sólo sea una habitación...

Comienzan a sacar los muebles y objetos de la casa de entre cajas: mesa camilla, un par de taburetes, una silla, una mesita con radio, perchero... Les ayuda la Madre que ya se queda en escena, componiendo la siguiente. Mientras sacan las cosas, hablan.

    Ángel Niño: ¿Y papá y Ramiro?

    Lolita: Pronto estarán con nosotros. (Manipula la radio y suena "J‘attendrai".)

    Ángel Mayor: Mi madre consiguió comunicarse con Ramiro y que se reuniera con nosotros poco después. Mi padre había muerto. Ramiro venía tan flaco que parecía tísico y con una tos que no se le quitó nunca.

Entra Ramiro al que reciben con abrazos en silencio. Se sienta en la mesa y todos le rodean.

    Ramiro: No os podéis imaginar lo que ha sido.

    Madre: No lo pienses más, hijo, ahora ya estás con nosotros.

    Ramiro: Pero Padre... (Madre le tapa la boca y Lolita saca de escena a Ángel Niño.) A Padre... le dejaron morir como a un perro.

    Madre: No lo pienses más.

    Ramiro: Se apagó en mis brazos, como una candelita. Nos mataban de hambre y de sed... creo que así querían conseguir que nos desesperásemos y pidiéramos volver a España.

    Madre: Ahora descansa, hijo, y no le des más vueltas.

    Ramiro: Por techo teníamos el cielo y por colchón la arena de la playa. Nos trataban como a bestias salvajes: los primeros días no nos daban ni comida ni agua. Dormíamos acurrucados unos con otros para darnos calor y teníamos que hacer un agujero en la arena para hacer nuestras necesidades.

    Madre: Calla, hijo, calla.

    Ramiro: Y Padre... Padre no lo pudo soportar mucho tiempo y enseguida se apagó... (Aparecen imágenes de los hombres en las Playas de Argelès-Sur-Mer y el ruido del mar.) Y ese ruido, ese ruido del mar siempre metido en los oídos... y el frío... y la humedad...

    Ángel Mayor: En Angulema parecía que la cosa mejoraba. Lolita había encontrado un empleo, Ramiro engordaba, los vecinos empezaron a mirarnos y a tratarnos como a personas y los niños ya no venían a escupirnos a través de la alambrada. Y esto, a pesar de que a la mayoría de la clase política francesa, seguíamos sin hacerles ni pizca de gracia.

Van apareciendo imágenes de la fachada de la Asamblea Nacional, con la bandera francesa y la Marsellesa.

    Diputado Francés: (Situado a la derecha del público.) Y yo pregunto, señor Ministro... ¿qué medidas piensa tomar para poner fin al escandaloso abuso que hacen de la hospitalidad y de la generosidad francesa los españoles que, explotando su título de refugiados, se entregan en nuestro país a depredaciones, pillajes y atentados odiosos mientras están pagados por nuestros contribuyentes... Señores, lo que más me extraña es que estén aquí estos españoles. ¿Por qué se fueron? ¿Qué podrían temer? (Se oyen abucheos y aplausos en el parlamento.)

    Ángel Mayor: Centenares de miles de hombres y mujeres, ancianos y niños, ¿qué mal podíamos hacer? ¡Corríamos el riesgo de ser asesinados! (Se dirige al Diputado.) ¡Usted no puede olvidarse de lo que pasó en Barcelona! ¡Seamos justos! ¡Se olvida de que habíamos sido ametrallados por la aviación de Franco!

    Diputado Francés: Me hubiera gustado que se hubiera mantenido la decisión de cerrar la frontera. Usted, señor Ministro, cambió de opinión y lo lamento. Usted ha dejado entrar en nuestra casa a toda esa siniestra banda de malhechores... (Abucheos y aplausos.)

    Ángel Mayor: ¡Estas afirmaciones son intolerables!

    Diputado Francés: Abriendo la frontera usted abrió la puerta a esta brigada del crimen. ¡Y no ponga en duda que, de todos los españoles, estos que se han implantado sólidamente en nuestra casa son los que están plenamente decididos a no marcharse jamás! Es necesario que en el menor tiempo posible los refugiados que están en nuestra casa regresen a su patria o vayan a cualquier lugar del mundo. Es necesario que se vayan de nuestro país cuanto antes mejor. Estos hombres llevan la maldición de todo un pueblo...

Fuertes aplausos y abucheos... El Diputado descuelga las banderas de Francia y el cartel de la Construcción, dejando ver la bandera nazi y otro cartel con las frases "petainistas" de "Travail, Famille, Patrie", y sale.

    Ángel Mayor: Inevitablemente la actitud de los políticos caló en la opinión de algunos franceses y, claro está, el rechazo a los españoles se endureció con la ocupación alemana. Los alemanes invadieron Francia con muy pocas dificultades.

Imágenes de tropas y tanques alemanes. Vemos el mapa con el avance alemán. Petain y jefes alemanes. Ángel Mayor habla a la vez.

    Ángel Mayor: En el ayuntamiento de Angulema pronto ondeó la bandera nazi, pero al principio, los alemanes no se metían con nosotros. La vida, incluso, adquirió cierta normalidad...

En la casa familiar. Madre y Ángel Niño sentados alrededor de la mesa. Ramiro sintoniza la radio en la que suena la marcha nazi: "Rosemarie". Lolita entra en la casa muy malhumorada y como un torbellino.

    Lolita: ¡Mierda!, ¡mierda! ¡Estúpida!

    Ramiro: ¿Qué pasa?

    Lolita: Que es una vergüenza, eso es lo que pasa. Madre mía, cuánto imbécil hay en este país.

    Ramiro: Pero ¿qué te ha pasado, Lolita?

    Lolita: ¿Pues no va la tía cerda y dice que la he ensuciado?

    Madre: Sosiégate, hija, ¿qué ha pasado?

    Lolita: Una señorona: porque la he rozado sin querer en el autobús, se ha puesto hecha una furia a gritar que la había ensuciado.

    Madre: Sí, la verdad es que nos miran como si fuésemos piojosos.

    Lolita: Como los de la obra de ahí al lado. Cada vez que pasamos alguna por delante, no se les ocurre otra cosa que llamarnos putas, todas putas: "¡Españolaaa, putaaa...!"

    Madre: Bueno, pues tú tranquilita y no te alteres. Peor para ellos. Aquí también hay gente buena.

    Ramiro: Es verdad, mira madame Castaner, que siempre nos trae huevos, leche y medicinas...

    Lolita: Es que... me hierve la sangre con estas cosas.

    Madre: Pues que no te hierva. A aguantar y a callar, que ahora con los alemanes, más nos vale no significarnos.

Entra Ángel corriendo rodando el aro y contento. Va a la mesa al lado de la Madre.

    Ángel Niño: ¡Mamá, mamá! ¡Los alemanes van a tocar música en la plaza! ¿Podemos ir? Anda ¿podemos ir?

    Madre: La verdad, es que ir a escuchar música un domingo, después de tanto tiempo no estaría mal.

    Ángel Niño: Venga, sí, podíamos ir los cuatro.

    Ramiro: Conmigo no contéis, no quiero saber nada de esa gente.

    Lolita: Qué rancio que eres, hijo de verdad.

    Ramiro: De rancio nada. Yo de esos nazis no quiero ni la hora.

    Lolita: Pues bien que te comes el pan que te dan...

    Ángel Niño: Y el queso. Jo, ayer traían unas bolas de queso que parecían ruedas de camiones, de grandes que eran...

    Madre: Venga, Ramiro, vámonos a escuchar música, como antes, como cuando estábamos todos juntos y no había guerra...

    Ángel Niño: Venga, Ramiro, vengaaaa, joo... Vamos.

    Ramiro: Bueno, pero lo hago por vosotros, que yo con esa gente... nada de nada.

Se levantan todos y van al perchero, donde cogen alguna ropa para salir, mientras hablan.

    Lolita: Ramiro, que no son tan malos. No es tan fiero el león como lo pintan...

    Ramiro: Ya veremos, Lolita, ya veremos.

Van hacia el centro del primer plano, mientras el chelo interpreta "Rosemarie". Se mueven al son de la música. Lolita logra que Ramiro baile con ella.

    Ángel Mayor: Y así vivíamos, unos días mejor, otros peor; siempre con el miedo metido en el cuerpo y yo, como niño que era al fin y al cabo, inconsciente de todo lo que se nos venía encima.

Ángel Niño quita a su hermano y baila con Lolita. Mientras, hablan.

    Lolita: He oído que los alemanes cierran el campo. Nos llevan en tren a la zona libre.

    Madre: A mí, esta mañana me han comentado unas mujeres que nos llevan a Holanda y que allí nos darán casas de campo.

    Ángel Niño: (Va hacia su Madre.) ¡Jo, mamá, casas de campo!

    Ramiro: No me creo nada.

    Ángel Niño: ¡Una casa en el campo, con caballos y todo! ¡Mamá, tenemos que ir, por favor! ¡Di que sí, mamá, di que síííííí!

    Madre: Si fuera cierto... si por fin se acabara este ir dando tumbos, si por fin se acabara esta pesadilla...

La luz se desvanece sobre ellos hasta el negro. Sacan los objetos-casa de escena. La polca festiva se transforma en música tensa, mientras vacían el escenario. Luz sobre Ángel Mayor que habla....

    Ángel Mayor: Pero la pesadilla no había hecho más que empezar. A partir de ese momento nadie pudo huir. Soldados alemanes y gendarmes franceses entraron en el campo de Les Alliers y a gritos nos ordenaron formar en la plaza central.

Entra desde la izquierda el Soldado Alemán 1º y ellos detrás con ropas de abrigo y su par de maletas viejas. Están inquietos y temerosos. El Soldado Alemán 1º se dirige a ellos desde cierta distancia.

    Soldado Alemán 1º: ¡Raus, raus! A la formación ¡Raus!

    Madre: ¡Ay, Dios mío! No nos mandan a Holanda, hijos, nos mandan a España.

    Lolita: A España... con la de cosas que cuentan que están pasando en España.

    Ángel Niño: ¿Dónde nos llevan, mamá?

    Madre: Dios nos ampare, hijos.

    Soldado Alemán 1º: Van ustedes a viajar a la zona libre.

    Ramiro: No me creo nada.

    Soldado Alemán 1º: No les está permitido llevar con ustedes ningún tipo de equipaje. Repito: No lleven ningún tipo de equipaje. Déjenlo en la Plaza.

    Madre: Y esta gentuza cómo se cree que nos vamos a vestir ¿es que nos van a regalar ropa nueva o qué?

    Soldado Alemán 1º: Pongan su nombre en las maletas, déjenlas en la plaza y nosotros se las haremos llegar en breve a su lugar de destino

    Ramiro: No me creo nada.

Han ido saliendo por la derecha. Las maletas dejadas en el centro del primer plano es lo único iluminado. En el oscuro se da vuelta al vagón, mientras vemos imágenes de la estación con soldados alemanes y llena de gente subiendo a los vagones.

    Ángel Mayor: La estación estaba llena de soldados alemanes, metralleta en mano, que nos rodeaban y nos gritaban cosas incomprensibles. Nos hicieron subir a un larguísimo tren para transporte de ganado. Cuarenta personas en vagones diseñados para transportar tan sólo ocho caballos cada uno...

Se ve por primera vez el vagón. Entran por la izquierda con el Soldado Alemán 1º a la cabeza.

    Soldado Alemán 1º: ¡Schnell, schnell! ¡Vayan subiendo al vagón! ¡Suban al vagón!

    Madre: Pero bueno. Esto... esto es un vagón para llevar bestias, no personas.

    Ramiro: ¿Y qué esperabas de esta gente?

    Madre: Lolita, coge al niño y colócate al fondo del vagón.

    Ángel Niño: Tengo sed, mamá.

    Madre: Aguanta, hijo, no nos dejan beber.

    Ángel Niño: Pero mira, mamá, si la fuente está ahí mismo. Por favor, tengo mucha sed.

    Madre: No nos dejan, tesoro, ¿no ves que los alemanes no nos dejan ni acercarnos?

    Ángel Niño: ¡Tengo sed!

    Soldado Alemán 1º: ¡Suban al vagón! ¡Blitzschnell, Blitzschnell!

    Ramiro: No seas pesado ¿Qué quieres, que nos metan a todos una paliza por tu culpa?

    Ángel Niño: No.

    Ramiro: Pues entonces cállate y aguanta.

    Lolita: Ven, cariño, a ver si nos ponemos al fondo del vagón, va a ser un ratito nada más, ya lo verás.

Han ido subiendo quedándose casi en la puerta por estar lleno de gente.

    Ángel Mayor: El tren partió resoplando de la estación de Angulema pasadas las cuatro de la tarde de aquel martes 20 de agosto de 1940. En el convoy iban 437 mujeres y niños y 490 hombres. Un total de 927 españoles... Íbamos cuarenta personas en cada vagón y un pequeño ventanuco protegido con barrotes de hierro, única abertura para su ventilación, absolutamente insuficiente para las personas que íbamos en él.

Imágenes con gente en el interior del vagón y el cierre de la puerta con su sonido. A la vez, el Soldado Alemán 1º cierra la trampilla del ventanuco. Oscuridad en el vagón. Imágenes como flashes de la gente en el interior del vagón, conjugado con potente contraluz de la familia en el vagón.

    Lolita: La trampilla ¡No nos cierren la trampilla!

    Madre: ¡Nos vamos a ahogar!

    Ramiro: ¡Somos muchos aquí dentro!

    Lolita: ¡Abrir la trampilla!

    Ramiro: ¡Nos vamos a freír en este cacharro!

    Madre: ¡Se nos van a asfixiar los niños!

    Ramiro: ¡Criminales! ¡Asesinos!

Imágenes y sonido del tren en marcha. Se van tranquilizando.

    Lolita: ¡Mamá! Ponte aquí, estarás un poco más cómoda y entre las dos podremos proteger un poco a Angelito.

    Madre: Hija, menos mal que has podido hacerte con un huequecito.

    Lolita: Es casi imposible sentarse con este hacinamiento.

    Madre: Esto es una vergüenza. Familias enteras apiladas, con este calor sofocante, sin ventilación y sin agua.

    Lolita: Y esta oscuridad... ¿Cuánto durará este viaje?

    Madre: Sólo Dios lo sabe.

    Lolita: ¿A dónde crees que nos llevan?

    Madre: No lo sé.

    Lolita: Algunos dicen que a la Francia no ocupada, otros que a España.

    Madre: Es tontería darle vueltas. Los que estamos aquí no sabemos nada y los que lo saben no han subido al tren. Y este calor...

No hablan. Ruido del tren.

    Lolita: ¿Ves algo por la rendija, Ángel?

    Ángel Niño: El campo... ¡Tengo mucha sed! ¡Y me hago pis!

    Lolita: Sí, como esto dure mucho nos va a reventar la vejiga a todos. Esperemos que sea breve.

    Ángel Niño: ¿Dónde nos llevan, mamá?

Se mantiene la luz de penumbra en el interior del vagón. Por las rendijas se cuela la luz del exterior, que se mantendrá junto con el ruido siempre que el tren esté en marcha.

    Ángel Mayor: Mi madre sufría escuchándonos. ¿Cómo responder a las preguntas de los hijos si uno no tiene respuestas ni siquiera para las que uno se plantea? ¿Cómo mantener el estado de ánimo de toda la familia si uno no puede ni con el suyo propio? ¿De dónde se pueden sacar las fuerzas?

    Ramiro: ¡Madre! ¡Nos llevan al norte! ¡Vamos hacia el norte!

    Madre: ¿Al norte? ¿Y para qué nos llevan al norte?

    Ramiro: Estamos atravesando el Loira ¡Nos llevan al norte!

    Madre: ¿Y qué se nos ha perdido a nosotros en el norte?

    Ángel Niño: A Holanda, nos llevan a Holanda.

    Ramiro: ¿Qué a Holanda, ni qué niño muerto?

    Lolita: Nos llevan a Rusia, estamos salvados.

    Ángel Niño: Una casa en Rusia, con caballos y gatos...

    Ramiro: No digas majaderías ¿cómo nos van a llevar los nazis a Rusia? Es que tiene que oír uno cada idiotez...

    Madre: ¡Ramiro! ¿Cómo lo sabes, quién te lo ha dicho?

    Ramiro: Tenemos una guía Michelín y todas las estaciones que vamos pasando están al norte, las vemos por las rendijas...

    Madre: Pues ahora sí que estamos listos.

    Lolita: Nos llevan prisioneros, ¿verdad?

    Madre: Dios nos ampare.

    Ángel Niño: Nos llevan a la casa de campo en Holanda, mamá, con caballos y todo ¡con caballos y todo!

    Madre: Claro que sí, mi niño, ahora, intenta dormir, ya debe de ser casi de noche.

    Ángel Niño: Es que me hago mucho pis... y tengo una sed grandísima.

    Madre: (Le acompaña al lugar.) Ven. Haz pis ahí, cariño, en esa rendijita del suelo.

    Ángel Niño: ¿Y la caca?

    Madre: Aguanta cielo mío que esto ya no puede durar mucho. Aguanta.

    Lolita: Me parece a mí que esto va para largo.

    Madre: Tendríamos que intentar organizarnos, buscar un lugar donde hacer nuestras necesidades, establecer turnos para poder dormir...

    Lolita: Vamos como sardinas. No sé cómo dormiremos esta noche.

    Ángel Mayor: Las horas pasaban y el tren no se detenía. La primera noche cayó sin avisar. La poca luz que entraba por las rendijas se fue extinguiendo y las conversaciones también. (Se va haciendo el oscuro en el interior. El narrador desde su sitio, con una potente linterna ilumina las caras una a una.) Hacinados como bestias: sudor, olor, calor, otras veces el frío que provoca la desnutrición... (Va iluminando todo con la linterna.) La primera noche pasó y nuestras caras reflejaban el cansancio. Los hombres, mi hermano entre ellos, intentaban dormir apoyados en la espalda del vecino mientras el vaivén del tren los mecía. Nosotros, los más pequeños, aplastados entre las barrigas y las rodillas de los adultos, cerrábamos los ojos agotados. Después de casi dieciocho horas sin comer ni beber agua algunos niños empezamos a mostrar síntomas de deshidratación.

    Ángel Niño: (Iluminando con la linterna.) Lolita, agua, tengo sed. Quiero agua, Lolita.

    Lolita: ¡Mamá! ¡Mamá! Ángel está respirando raro, está muy frío. Necesita agua, mamá ¿qué hago?

    Madre: ¡Desgraciados, asesinos!

    Ángel Mayor: (Sigue iluminando con la linterna.) ¡Tirad la puerta abajo! ¡Cabrones! ¡Dadnos agua!

    Madre: ¡Ramiro! ¡Ramiro, que tu hermano está muy mal!

    Ramiro: ¡Ángel! ¡Madre! ¡Dejadnos salir!

    Madre: ¡Se nos mueren los niños!

    Lolita: ¡Agua, queremos agua!

    Ángel Mayor: (Sigue iluminando todo con la linterna.) ¡Parad este tren!

    Ramiro: ¡Dejadnos salir!

    Lolita: ¡Dadnos agua!

    Todos: ¡DEJADNOS SALIR!

Ha ido subiendo el sonido del traqueteo del tren, hasta ser ensordecedor... En el ciclorama aparecen imágenes del tren en marcha y el recorrido.

    Ángel Mayor: Yo conseguí sobrevivir, pero muchos otros niños murieron en aquellos días. El tren cruzó Francia a toda velocidad, sin detenerse ni una sola vez. Al tercer día de viaje, al alba, el convoy se acercaba a la frontera alemana y los estragos de la guerra empezaban a ser evidentes: casas bombardeadas, estaciones destruidas...

Imágenes de las ruedas del tren que ha aminorado la marcha. Vemos la luz de las rendijas.

    Ramiro: ¿Cómo sigue Ángel?

    Madre: Regular, tiene muchísima sed y le está subiendo la fiebre.

    Lolita: Esto se para, vamos cada vez más lentos...

    Madre: Sí, eso parece...

    Lolita: ¿Habremos llegado ya?

    Madre: Lolita, hija, ¿ves algo por la rendija?

    Lolita: Estamos atravesando un río enorme

    Ramiro: ¡Es verdad! Vamos por encima de un puente de madera...

Se oyen amenazantes los crujidos de la madera.

    Lolita: Este puente no va a aguantar tanto peso, ¿no oís cómo cruje? Nos vamos a caer al río...

    Ramiro: Es el Rin, al otro lado del río ya es Alemania.

    Madre: ¿Nos llevan a Alemania?

    Lolita: Esto cruje mucho, se comba, no son más que troncos de pino cruzados. Se va a romper y nos vamos a ir al fondo.

Las maderas del puente crujen, el tren va casi parado, muy lento.

    Ramiro: Es que estos alemanes son muy prácticos: nos hacen pasar primero a nosotros para probar la solidez del puente...

    Lolita: ¿Tú te crees que estamos ahora para bromitas?

    Madre: Déjale, hija, que por lo menos alguien le ponga a esto un poquito de humor.

    Ramiro: Y más ahora, que entramos en Alemania y la guía Michelin no nos vale para nada. Estamos totalmente perdidos.

    Ángel Niño: Agua, mamá, agua...

    Madre: Ahora, cariño, ahora nos van a dar agua, ya lo verás.

    Ángel Mayor: Nos encontrábamos al límite de nuestras fuerzas. Llevábamos tres días sin comer, sin beber y sin apenas dormir. El mal olor era insoportable y los ánimos estaban por los suelos. Hacia el medio día el tren disminuyó de velocidad. Entrábamos en una gran ciudad...

Vemos imágenes de las ruedas y arena. Chirrían los frenos. Se para. Se abre la puerta y todos se acercan a ella.

    Lolita: Aire, aire, por fin.

    Ramiro: ¡Ya era hora! (Baja con determinación.)

    Lolita: ¡Nos van a dejar salir, madre! (Baja.)

    Madre: ¿Dónde estamos?

    Lolita: No lo sé, todos los carteles están en alemán.

    Ramiro: Debe ser Estrasburgo...

    Lolita: ...O Munich.

Por el fondo sale el Asistente Social que los observa.

    Ramiro: Aire, aire fresco por fin.

    Ángel Niño: Agua, mamá... (Señala una fuente en el primer plano de la derecha.)

    Madre: Ahora nos darán agua, mi niño, ya lo verás.

    Asistente Social: Amigos españoles: pueden ustedes ir al lavabo a beber agua y a asearse.

    Madre: Coge en brazos a tu hermano, Ramiro, vamos a darle un buen trago de agua...

    Ramiro: ¡Vamos Angelito! (Se dirigen todos a la fuente y mientras beben...)

    Madre: ¿Amigos españoles? Pues si tratan así a los amigos, ni quiero imaginarme cómo deben de tratar a los enemigos.

    Ramiro: Lo tenían todo preparado, hasta nos hablan en español, los muy desgraciados.

    Lolita: A lo mejor no son tan malos.

    Ramiro: No, son peores. Esta amabilidad es para que la población no vea cómo nos tratan.

    Madre: Pues ni que estuvieran ciegos. Míranos: sucios, despeinados, muertos de sed, desnutridos...

    Lolita: ¡Mira, mira, allí está Hitler!

    Ramiro: No es Hitler, tonta, es uno que se le parece porque va vestido igual...

    Lolita: Qué rubios y qué altos son. Dan miedo.

Mientras el grupo bebía, el Asistente Social ha estado reconociendo el vagón, mirando en su interior y bajando la trampilla del ventanuco. Es solidario con ellos.

    Asistente Social: Amigos españoles. Les rogamos sigan a los camaradas de Asistencia Social que les conducirán hasta las dependencias donde les será servida la comida.

Sale a por la mesa y la sitúa en el centro del segundo plano.

    Lolita: ¿Has oído, mamá? ¡Comida! ¡Nos van a dar de comer! ¿Veis? No son tan malos.

    Ramiro: No sé yo... estos cambios de humor tan repentinos no me huelen nada bien.

    Madre: No seas cenizo, Ramiro, y aprovecha, que vete tú a saber cuándo volveremos a comer.

    Ramiro: ¡No me creo nada!

    Madre: Ángel, hijo, vamos a comer hasta hartarnos. ¿Te encuentras mejor?

    Ángel Niño: Un poquito, mamá, tengo mucha hambre.

Mientras se dirigen a la mesa y se van sentando, el chelo interpreta el Preludio de la Suite nº1 de Bach: una música optimista mientras comen con voracidad, pero educadamente.

    Ramiro: ¡Guiso de arroz con patatas!

    Lolita: Y hay pan, pan blanco... Está riquísimo.

    Lolita: Ramiro, nos dejan repetir todas las veces que queramos.

Ramiro y Lolita, le hacen bromas a Ángel y la Madre lo aprueba. Sigue la música. Finalizan la comida y el Asistente recoge los platos, ellos se dirigen al vagón y suben.

    Ángel Mayor: (Final de la música, mientras habla.) Recuerdo aquel guiso como algo exquisito. Tras tanta hambre, aquello nos supo a gloria. Del sitio donde comimos al tren volvimos solos. Nos dijeron a qué hora teníamos que regresar a los vagones y nadie nos escoltó durante el recorrido. Si hubiésemos querido, muchos hubiéramos podido escapar...

    Asistente Social: (Lleva un caballito de juguete que le entrega a Ángel Niño.) Amigos españoles, os deseo mucha suerte y libertad.

Imágenes del Asistente Social cerrando la puerta. Luces de linternas que iluminan las ruedas del tren arrancando. En el vagón luz y sonido de marcha.

    Ángel Mayor: Si hubiésemos sabido adónde íbamos, creo que todos los hombres se hubieran escapado. Lo peor estaba todavía por llegar. Viajamos todo el día y toda la noche. Las condiciones seguían siendo las mismas: sin ventilación y cuarenta personas hacinadas en un pequeño espacio, pero con el estómago lleno, los ánimos habían mejorado mucho...

Breve transición. En el vagón la Madre canta una nana.

    La mañana del 24 de agosto, tras casi noventa horas de viaje, el tren finalmente se detuvo. Esta vez no se trataba de la estación de una ciudad importante. Era el apeadero de una pequeña población de nombre casi impronunciable.

Imágenes del tren en marcha que se para en una pequeña estación, en la que se ve el cartel de Mauthausen.

    Ramiro: (Mirando por una rendija lee el cartel con dificultad.) Mau-tha-usen

    Madre: ¿Mau qué?

    Ramiro: Mauthausen, o algo parecido. Eso pone.

    Lolita: ¿Estamos en Alemania?

    Ramiro: Ni idea.

    Ángel Niño: A lo mejor nos dan otra vez de comer.

    Madre: ¿Qué más ves, Ramiro, qué más ves?

    Ramiro: Por la rendija, poca cosa. Si pudiera auparme hasta el ventanuco...

    Lolita: Ponte a Ángel en los hombros y que mire él.

    Ángel Niño: Eso, Ramiro, y yo os cuento.

    Ramiro: Aúpa...

    Lolita: ¿Qué se ve, Ángel?

    Ángel Niño: (Mira hacia el centro de la escena.) Pues eso, pone Mauthausen. Es una estación pequeñita. Ay, qué risa...

    Madre: ¿Qué pasa, Angelito? ¿Qué te hace tanta gracia?

    Ángel Niño: La gente de aquí es muy graciosa. Llevan pantalón corto, tirantes y un sombrero con una plumita. ¡Qué gracioso! ¡Señor! ¡Eh, señor!

    Lolita: No grites a la gente, hombre, no seas maleducado, a ver si se va a enfadar.

    Ángel Niño: ¡Señor...! ¿Por qué lleva usted esos pantalones cortos si ya es muy mayor?

    Ángel Mayor: Aquel hombre vestido de tirolés, se dio la vuelta y me dijo en francés: "Pauvre gamin! Je ne sais pas si vous sortirez d’ici, mais ce qui si je sais consiste en ce que vos hommes ne sortiront pas".

    Ángel Niño: No sé qué me ha dicho, no lo he entendido…

    Madre: Hablaba en francés, ¿verdad?

    Ángel Niño: Como venimos de Francia, se ha debido de pensar que somos franceses.

    Madre: ¿Qué es lo que le ha dicho, Ramiro? ¿Has podido oírlo tú?

    Ramiro: No, no he podido oír nada.

    Madre: Lástima. Le podíamos haber preguntado en dónde estamos.

    Lolita: (Lolita y Ramiro en un aparte.) Lo has oído perfectamente, ¿verdad?

    Ramiro: ¿El qué?

    Lolita: Lo que ha dicho ese hombre. Lo has oído perfectamente, igual que yo.

    Ramiro: No sé de qué hablas.

    Lolita: "No sé si saldréis de aquí, pero lo que sí sé es que vuestros hombres no saldrán".

    Ramiro: Sobre todo que no se entere mamá, ¿vale?

    Lolita: ¿Qué habrá querido decir con eso?

    Ramiro: No le des más vueltas y, sobre todo, ni una palabra a mamá ni a Ángel.

    Ángel Niño: (Mirando por su rendija.) Mamá, Lolita... vienen más personas... vienen soldados y unos señores muy flacos con un vestido a rayas.

    Ramiro: ¡Déjame ver! Estos alemanes son diferentes... Llevan otro uniforme... una calavera dibujada en la gorra... y una especie de rayos en las solapas...

    Madre: Pues lo de la calavera no me parece nada bueno...

    Ángel Niño: ¡Vaya perrazos que traen!

    Lolita: ¿Cuánto tiempo nos van a tener aquí encerrados?

    Ángel Mayor: El tren permaneció inmóvil en una vía muerta durante cinco horas. Nadie abría las puertas y desconocíamos si habíamos llegado a nuestro destino final. Finalmente las puertas se abrieron... (Se acercan a mirar hacia fuera.) Y claro que aquellos alemanes eran diferentes: pertenecían a las SS, uno de los brazos represores más terribles del Tercer Reich, encargados de la vigilancia de los campos de concentración. Y aquellos hombres con vestidos de rayas no eran, ni más ni menos, que prisioneros del campo de Mauthausen que, vigilados de cerca por los SS, arrastraban con dificultad unas pesadas ollas llenas de comida.

Entra un Prisionero de traje rayado arrastrando un carrito de madera sucio, con una perola y una garcilla, platos y cucharas de madera, bastante asqueroso todo. Procede a servirles el rancho.

    Lolita: Comida, nos van a dar de comer.

    Ángel Mayor: Eran españoles que habían llegado al campo antes que nosotros. Famélicos, desnutridos, con un número marcado en la solapa sobre un triángulo azul.

    Ángel Niño: (Prueban la comida.) Buaj... esto es agua sucia, mamá.

    Lolita: ¡Qué asco!

    Madre: Esto no hay quien se lo coma. ¡Virgen santa! ¿Adónde hemos venido a parar?

    Ramiro: ¡Es una porquería!

    Ángel Niño: Sólo tiene un cacho de patata y está medio podrida y cruda.

    Prisionero: Señora, ¡Calle y haga callar al niño, por favor! (Va recogiendo los platos de todos.)

    Madre: Pero, usted es español...

    Prisionero: Está prohibido hablar, señora. Todo irá mucho mejor si no hablan. Aquí se come poco, pero se habla menos... Cállese o nos buscará una ruina a todos.

    Madre: Pero usted habla mi idioma, dígame, por amor de Dios, dígame dónde estamos...

    Prisionero: Por favor, señora, calle, cállese. Obedezcan ustedes que es mucho mejor. Así no pasará nada... Tienen que bajar todos los hombres... (Sale con el carrito y comida, rápido y lamentándose.) Tienen que bajar todos los hombres.

Vemos imágenes en los que los soldados alemanes, sacan a los hombres de los vagones. Los van formando en el andén. Mientras Ángel Mayor habla.

    Ángel Mayor: Los oficiales alemanes entraron violentamente en los vagones, hablaban a gritos y los presos españoles les servían de intérpretes. Algunos hombres bajaron, otros muchos intentaron resistirse y entonces los SS los tiraban a empujones fuera del vagón. Lolita y yo estábamos aterrorizados por los gritos incomprensibles de aquellos soldados. Vimos cómo obligaban a bajar a muchos compañeros de viaje, algunos de ellos eran críos de la misma edad de mi hermano. Los adolescentes eran la presa preferida de los nazis. Eran la mejor mano de obra, quienes mejor podían resistir los trabajos forzados y la dureza del campo de concentración.

    Soldado Alemán 2º: (Entra el Soldado Alemán 2º.) ¡Todos los hombres abajo! No quiero que queden en el vagón más que los niños de teta. ¡Los hombres abajo. Wie alt?, Wie alt?

    Madre: No es un hombre, todavía es un niño...

    Soldado Alemán 2º: (Sube al vagón.) Abajo. ¡Raus! ¡Raus!

    Madre: ¡Suelte, señor oficial! ¡Es muy pequeño, muy pequeño!

    Soldado Alemán 2º: ¡Raus! ¡Raus! (Ramiro es sacado por el Soldado del vagón y lo pone en fila.)

    Madre: ¡No se lo lleven! ¡Ramiro!

    Ángel Mayor: En el andén se fue formando una hilera enorme a medida que los SS vaciaban los vagones de chicos y de hombres. Había soldados con metralletas y perros por todas partes. Poco después, los SS cerraron las puertas. A través de las rendijas las mujeres y los niños contemplábamos cómo la hilera de los hombres se alejaba. En aquella estación de nombre impronunciable dejamos lo que más queríamos: maridos, padres, hermanos... y no podíamos hacer nada más que llorar.

    Lolita: (Ángel y Lolita van a su rendija, miran y hablan...) Se llevan a Ramiro, mamá, se lo llevan.

    Ángel Niño: A todos los hombres, incluso a los enfermos y a los mutilados.

    Lolita: Van a volver, ya veréis cómo van a volver.

    Madre: Mi niño... Ramiro (La Madre lanza un grito desgarrador, como aquel de la Coraje.)

A la vez que el chelo comienza a interpretar "El cant dels ocells" de Pau Casals, se inicia una proyección larga y descriptiva del horror de los campos de concentración nazis. Las puertas del campo de Mauthausen se abren y Ramiro y el Soldado Alemán 2º, pasan a través de ellas tras el tul. Ramiro se desnuda y lentamente va poniéndose el traje a rayas, después ambos desaparecen por la izquierda. Final de la proyección y de "El cant dels ocels".

    Ángel Mayor: ¿Cuánto tiempo nos dejaron en la vía muerta? No lo sé. Oíamos llorar, gritar, ruidos de los otros vagones. Nada más. Tan sólo recuerdo que se me quedó el dibujo de la madera grabado en la frente de tanto mirar por la rendija. Cuando el tren se puso en marcha el clamor de los llantos y los gritos es algo que no puede describirse.

Imágenes del tren en marcha, se ven bombardeos y el tren entra en un túnel.

    Lolita: Nos vamos, otra vez se nos llevan.

    Madre: Ramiro, mi Ramiro, mi niño.

    Ángel Niño: ¿Dónde nos llevan, mamá? ¿Por qué se han llevado a Ramiro?

    Lolita: Pero... ¿A dónde nos llevan estos cabrones?

    Ángel Mayor: Nos llevaban a Berlín, o al menos, eso nos pareció ver por las rendijas. Allí el tren se quedó parado muchas horas dentro de un túnel.

Con el tren en el túnel, sólo se ve el resplandor al fondo de las bombas y el sonido de los disparos. Ángel Mayor los ilumina con la linterna en toda la escena.

    Lolita: ¿Y si cae una bomba dentro del túnel? Nos van a enterrar vivos.

    Ángel Niño: Mamá, quiero salir de aquí...

    Madre: ¿Cuándo se va a acabar esto? ¿Cuándo?

    Ángel Niño: Quiero estar con Ramiro. Mamá, sácame de aquí ¡Sácame de aquí! Mamá, por favor, ¡sácame de aquí!

    Madre: ¿A dónde vas, Ángel? ¿A dónde vas? Lolita, sujeta a tu hermano, por amor de Dios.

    Lolita: No puedo, mamá, está como fuera de sí...

    Madre: Ángel, hijo mío, pero ¿qué te pasa?

    Lolita: Le están dando convulsiones.

    Ángel Niño: Sácame de aquí, mamá, sácame de aquí.

El tren arranca y sale del túnel. Mapa de recorrido de vuelta hasta llegar a España. Sobre las imágenes habla Ángel Mayor...

    Ángel Mayor: Allí fue donde cogí claustrofobia y terror a la oscuridad. Nos tuvieron varios días más dando vueltas por Alemania. De vez en cuando nos dejaban estirar las piernas y nos ofrecían un agua sucia y un pan negro y duro como cemento, que decían que estaba hecho con madera... Más de dieciocho días con sus correspondientes noches pasamos en ese vagón sin apenas agua, comida ni ventilación. Recorrimos media Europa, hasta llegar a la última estación: España.

Las imágenes muestran a Franco y Hitler en Hendaya, mientras se oye en off al Locutor del Nodo...

    Locutor Nodo: "De las masas proletarias, de las multitudes internacionales, hicimos orden y confianza. Desvanecimos el rencor y como un tullido que desentumece su mano cerrada, estos hombres abrieron el puño. Y la hermandad de la mano abierta y el brazo extendido los recibió con la generosidad que el imperio español de otro tiempo tuvo siempre con el vencido. Esta es nuestra justicia. Mientras una propaganda infame nos creaba enemigos, la España de Franco iba haciendo de estos enemigos sus hombres."

La proyección se cierra con la manifestación de júbilo fascista en Barcelona, recibiendo a Serrano Suñer. Mientras habla Ángel Mayor, los tres ocupantes se bajan y dan vuelta al vagón a la vista del público: se acabaron los trucos. En la construcción esta vez están la bandera española con el águila y la frase: UNA, GRANDE Y LIBRE. Madre, Lolita y Ángel Niño se paran allí cara al público.

    Ángel Mayor: Y vuelta a empezar... En Irún otra selección. Algunos niños al Auxilio Social, algunas madres a prisión, nosotros a seguir camino, no se sabía hacia dónde, vagones, trenes, vías muertas... hambre, sed, cansancio, humillación... Derrotados, exhaustos, sin Ramiro, sin mi padre, sin derechos, sin poder levantar la voz ni para llorar... Y por fin llegamos al pueblo, a casa...

    Madre: Nada, hijos, no tenemos nada. Las nuevas autoridades nos han confiscado todas las propiedades por rojos.

    Lolita: No hay derecho, hay que protestar, hay que hacer algo...

    Madre: Lolita, más guapa estás callada, que aquí todavía se fusila a la gente. Lo mejor que podemos hacer es ir a casa de los tíos y que no se nos vea, que no se nos note.

    Lolita: No puedo. Me entra una rebeldía... una rebeldía tan grande.

    Madre: Pues a aguantarse, que todavía tendremos que pedir favores para ver si conseguimos saber algo de tu hermano.

    Ángel Niño: ¿Y ya no tendremos casa?

    Madre: No, hijo. Ni casa ni nada. Y andando para donde los tíos, que como no nos quitemos pronto toda la roña que tenemos encima, nos vamos a poner tiñosos. (Salen.)

Imágenes con gente en ministerios españoles, ventanillas, funcionarios...

    Ángel Mayor: Allí terminó nuestro periplo y comenzó la búsqueda de Ramiro. Cartas sin respuesta, movimientos en ministerios, solicitudes, plegarias, sollozos, humillaciones... Hasta que llegó el final de la guerra mundial. En abril de 1945 los aliados entraron en Mauthausen. Ramiro había sobrevivido al infierno de Mauthausen gracias a su juventud. Regresaba a España buscando a su familia. Pero no era Ramiro quien volvía. Era un espectro, un doloroso espectro que poco o nada tenía que ver con aquel chaval lleno de vida que había cruzado la frontera francesa seis años antes.

Madre, Lolita y Ángel Niño, salen de la derecha y miran con sorpresa en la pantalla lo que se ha ido narrando: De Gaulle entrando en París, los aliados en Mauthausen y el cartel antifascista hecho por los españoles sobre la puerta del campo... Del fondo sale Ramiro, al que reciben abrazándole.

    Madre: Virgen Santa, pero ¿qué te han hecho esos criminales, hijo mío? ¿Qué te han hecho?

    Ramiro: Pues esto no es nada, madre, debería usted haberme visto hace unos meses.

    Madre: ¡Calla hijo! ¡Calla!

    Ramiro: (Rodeado por los suyos.) Allí no eras persona, tan sólo un trozo de carne con un número. Y nada de lo que he visto allí se puede contar.

Va acercándose al centro del primer plano, donde acaba su monólogo.

    Ramiro: No se pueden contar los muertos, las torturas, la crueldad... No se pueden describir las miles de formas de morir, los miles de despeñados, tiroteados, destrozados por los perros... y esas chimeneas escupiendo fuego, el olor a carne humana quemada las veinticuatro horas del día... Y ese terror que no te suelta, que me acompañará mientras viva... Sólo os contaré un desfile siniestro por el pasillo que conducía a la cámara de gas, al crematorio y a la sala de torturas y que jamás se borrará de mi memoria: Era un grupo de mujeres judías jóvenes, con bebés en los brazos y otros niños un poco mayores cogidos de sus manos. Todos ellos iban completamente desnudos. De pronto, uno de los SS le quitó a una mujer su hijo, recién nacido, de los brazos. Ella intentó recuperarlo, pero no pudo. Entonces aquel bárbaro levantó al niño y cogiéndolo por una pierna, lo golpeó contra el muro de granito. Su pequeña cabeza explotó como una sandia lanzada contra la pared, salpicando a todos aquellos cuerpos desnudos de sangre y trozos de cerebro de la pobre criatura... El infierno no admite palabras.

Madre, Lolita y Ángel Niño se acercan y lo abrazan.

    Ángel Mayor: Cuatrocientos treinta hombres y niños bajaron a empujones aquella mañana en la estación de Mauthausen, trescientos cincuenta y siete de ellos perdieron allí la vida... El resto... el resto está en los libros de historia, o debería estarlo... Los españoles fueron los primeros en entrar en Mauthausen y los últimos en salir, ningún gobierno se preocupó de si estaban vivos o muertos y tuvieron que lucir el distintivo azul: el de apátrida, porque el gobierno de Franco así lo decidió. Aquella particular condición de los españoles y también su exterminio, fue pactada por Serrano Suñer en su visita a Berlín a mediados de septiembre de 1940 cuando se entrevistó con el propio Hitler. El cuñado y ministro de Franco y Jefe Nacional de Falange llevaba una carta en donde su caudillo manifestaba la "firme fe en la inminente y final victoria de las armas alemanas".

Comienzan a salir de escena. Ángel Niño se adelanta a la Madre, se paran y le pregunta.

    Ángel Niño: ¿Y qué vamos a hacer ahora, mamá?

    Madre: Aguantar y resistir, hijo. Algún día las cosas también cambiarán en este país. Vendrá la justicia, ya lo verás.

    Ángel Niño: ¿Y va a tardar mucho? Es que tengo hambre...

Salen y se hace el oscuro, menos la luz vertical sobre Ángel Mayor.

    Ángel Mayor: Siete mil españoles pasaron por Mauthausen. Los que sobrevivieron no llegaron a dos mil... Hace ya sesenta años largos y a este episodio, como a otros muchos de nuestra historia reciente, convendría ir poniéndolo en orden.

    Me llamo Ángel, he sobrevivido a dos guerras y al convoy de los 927.

    Oscuro total.

    FIN

 

Arriba