Número 16. Enero de 2006

Los primeros de Asturias

Un repaso a los primeros montajes asturianos de las obras de Fernando Arrabal

Boni Ortiz

 

 

 

 

 

 

 

 




Linos Fidalgo en Oración, montaje de La Máscara. I Festival de Teatro Contemporáneo (Teatro Arango de Gijón, septiembre de 1963).

La primera oración

Sobre el escenario del Teatro Arango de Gijón, tres grandes cirios colocados cada uno en su contundente blandón de forja, rodean la peana sobre la que reposa un pequeño ataúd de madera con su cruz blanca. En torno a él, una joven pareja dialoga. Los dos son jóvenes, bellos y agradables. El chico –Fidio–, rubio y con el pelo algo largo para la época, viste de pantalón oscuro y camisa blanca. Ella –Lilbé– con el pelo muy negro y corto, lleva un vestido claro, de cuello camisero y manga tres cuartos un poco globo, adornado con una cenefa de los hombros al vientre, con motivos pop-art.

Lilbé.- No podremos ir como antes a divertirnos al cementerio.

Fidio.- ¿Por qué no?

Lilbé.- ¿Y arrancar los ojos de los cadáveres como antes?

Fidio.- No, eso no.

Lilbé.- ¿Y matar gente?

Fidio.- No.

Lilbé.- ¿Entonces les dejaremos vivir?

Fidio.- Naturalmente.

Lilbé.- Peor para ellos.

A través del candoroso diálogo iremos descubriendo que el ataúd que preside la escena, contiene el cuerpo del hijo de ambos, al que ellos mismos han matado. Se aburren y han matado para divertirse. Tras las promesas y propósitos de seguir el ejemplo de Jesús, finalmente se retorna al vacío inicial.

Lilbé.- Va a ser aburrido

Fidio.- Lo intentaremos

Final de la función y parafraseando a nuestro querido sabio Pepe Monleón, en este caso las "manos del público pudieron más que los pies", arrancando una gran ovación.

Era el 7 de septiembre de 1963. Ese día concluían las funciones del I Festival de Teatro Contemporáneo de Gijón, primer punto de encuentro del nuevo teatro que se estaba realizando en los márgenes del teatro oficial del momento y verdadero hito en la posterior renovación del panorama escénico español. Era Oración, de Fernando Arrabal, en un montaje de La Máscara que iniciaba una nueva andadura tras dos años sin apenas actividad, bajo la dirección de Carlos de las Heras. Y eran Félix Guisasola y Linos Fidalgo los que encarnaron los papeles de Fidio y Lilbé. Curiosamente, la obra no aparecía en el programa de mano –seguramente por problemas de permisos–, ofreciéndose tras la representación de Delirio a dúo, de Ionesco, presentada por el Teatro Nacional Universitario, en un montaje dirigido por Trino Trives, protagonizado por Josefina de la Torre y Ramón Corroto.

Oración había sido estrenada en el Teatro Cine Parke de Grado el día 22 de julio, completando programa con La Cabeza del Bautista de Valle Inclán, en un pequeño ciclo de teatro, ofrecido por La Máscara en la villa moscona, rematado al siguiente día con Los acreedores, de August Strindberg. Posteriormente y con muy buen criterio, Carlos de las Heras montó también con Linos y Félix, en los papeles de Winnie y Willie, Días felices de Samuel Beckett, que a partir de ese momento, compartieron programa en las escasas funciones que se daban en el precario circuito de exhibición existente.

Linos Fidalgo llevaba ya algunos años en el teu de Oviedo, dirigido en un principio por Arsenio Inclán, Pedro Cibera, Ramón Sánchez Ocaña y en esa última época por Carlos Álvarez-Novoa.

Precisamente finalizando el año 1963, se inician primero en la Escuela de Comercio de Gijón y después en todo el distrito universitario asturiano, las luchas estudiantiles para implantar una organización democrática propia, frente a la propuesta sindical impuesta por la dictadura. La gente que hasta ese momento había estado utilizando las estructuras del seu "para hacer cosas" (Club Universitario, teu...), comienza a vaciarlo y el azar quiso que en Oviedo, de la mano del que fuera su alcalde Valentín Masip, el Delegado de Información y Turismo Serrano Castilla y el constructor Canteli, se echase a andar el Ateneo de Oviedo. Aquellos jóvenes que provenían del teu, encontraron acomodo en el Aula de Teatro del Ateneo de Oviedo, inicialmente bajo la dirección de José Avello Flórez. Pronto iniciarían una interesantísima etapa dirigidos por Carlos Álvarez-Novoa, con el definitivo nombre de Teatro Estudio, poniendo en escena obras de Max Frisch (La ira de Philippe Hortz), Friedrich Dürrenmatt (La empresa de vega), Bertold Brecht (El soplón); recitales poéticos muy elaborados, con músicas en directo, de Machado, Lorca y Miguel Hernández, sin olvidarnos del montaje más representativo de aquella época: Muertos sin sepultura, de Jean Paul Sartre.

Los dos verdugos de Oviedo

El 25 marzo de 1966 estrenan Los dos verdugos de Fernando Arrabal, completando el programa con El caballo del cabalero de Carlos Muñiz. El pequeño salón de actos y su exiguo escenario, no sería el único inconveniente que tuvieron que salvar en esta ocasión. El Teatro Estudio se había quedado en cuadro, debido a los finales de carrera de algunos, o a los desplazamientos para especializarse de otros. Lo cierto es que Carlos Álvarez y Roberto Merino tuvieron que hacer una convocatoria y selección de "aspirantes" a actores y actrices: "(...) Se han presentado unos quince jóvenes, predominando sobre todo el elemento masculino (...) Nosotros pediríamos a las chicas que se animasen a colaborar en esta labor cultural (...) Las pruebas son muy sencillas. Se leen unos párrafos de un periódico, se recita una poesía, o se lee, y se interpreta un breve trozo de una pieza de teatro (...)".

El sábado 19 de marzo, nuevamente desde el diario Región, se daba cuenta de las próximas funciones: "La presentación, primera de esta temporada, será el 25 del actual (...) es una sesión dedicada al teatro de vanguardia español. "El caballo del caballero", de Carlos Muñiz y "Los dos verdugos", de Fernando Arrabal, quien posiblemente sea hoy el mejor autor español de vanguardia (...) Carlos Álvarez nos dice que ha renovado completamente su cuadro escénico. Salvo Linos Hidalgo, siempre buena actriz y Andrés de la Fuente, inquieto universitario (...) Las obras serán presentadas al público de la manera más completa posible, siempre dentro de las limitadas posibilidades del local (...)". Además del viernes 25 de marzo, el sábado se dio otra función en el pequeño salón del Ateneo de Oviedo, lleno en las dos ocasiones y con mucho público de pie.

La obra de Arrabal es una carga de profundidad a la moral convencional, presentándola como contradictoria en sí misma. Francisca (Linos Fidalgo) acude con sus dos hijos, Mauricio (Marcelino A. Fidalgo) y Benito (Victor Luis Castañón), a denunciar a su marido: Juan (Carlos Álvarez-Novoa) a los dos verdugos (Ángel Miguel Fuentes y Feliciano García). Francisca quiere que lo torturen, haciéndole pagar por un crimen que nunca llega a concretar. Ella le odia tanto, que acude a la habitación de al lado donde los dos verdugos, le aplican sus métodos. No solo se alegra del sufrimiento del padre, ni se contenta solo con mirar, también le echa sal y vinagre en las heridas. Benito, es el hijo bueno y respetuoso, aprueba el comportamiento de la madre. Sin embargo Mauricio, protesta por su crueldad, desobedeciéndola y acusándola como responsable del fatal desenlace del padre, que muere a causa de las torturas. Al final, el hijo díscolo es persuadido y pide que le sea perdonada su insumisión y desobediencia. Ella le perdona y tras fundirse los dos hijos y su madre en un abrazo, se hace el oscuro final.

Las obras gustaron mucho a público y crítica. tamino, desde La Voz de Asturias, tras repasar a El Caballo del caballero y decir que la dirección escénica "parece un milagro por lo que hace Carlos Álvarez con sus actores primerizos y con la escena, ese hueco precario del Ateneo", continuaba: "(...) Esos hombres de Muñiz, reducidos a sus rasgos esenciales, son, en Los dos verdugos de Arrabal –que persigue sustancialmente el mismo propósito– paradigma de concreción psicológica. Teatro pánico. Despliegue, temblor, clarificación dialéctica, pero palpitante, de un mito que se compone entre lo que sucede y lo que se oculta. Es decir, teatralización de la verdad, traída incómodamente a la expresión desde su misterio. Emplea Arrabal un lenguaje catártico, duro, crispado, entre el miedo, la hipocresía, y también la impotencia. Me parece extraordinaria su pieza, sobre todo por ese lenguaje, que arropa una tesis acusatoria, un desenmascaramiento de situaciones que evidentemente se producen entre nosotros, pero que, por fuerza coercitiva —en el trasunto político— o por su horrible aspecto individual, permanecen indefinidamente tras los velos de la cobardía. Estuvieron sensacionales los actores (...) y de nuevo este arrebato, ese temperamento lúcido, ese perfecto entendimiento de la tesis y los medios expresivos del director, consiguieron en toda su intensidad el choque moral, el trauma, o el "impacto", si se prefiere (...)". La escena, casi común para las dos piezas del programa, estaba construida con telas pintadas, montadas en bastidores de madera, reproduciendo las paredes del típico salón de estar de una vivienda pequeño burguesa de la época, con su mesa camilla, sillón, mecedora y la famosa plaquita sobre la puerta de entrada, con la leyenda: "Dios bendiga cada rincón de esta casa". Las obras fueron vistas, además de en los lugares habituales de Asturias, en el Ateneo de Santander el domingo 24 de abril de 1966.

... Los de Gijón

Para finalizar este repaso, he de referirme a otra puesta en escena de Los dos verdugos, en este caso a cargo del teu de la Escuela de Peritos de Gijón, bajo la dirección de Jesús Urrutia. El teu de Peritos, lo habían formado hacía poco más de un año, algunos de los antiguos componentes de Gesto Teatro de Cámara de Gijón, con Juan Otero a la cabeza. La que había sido una de las pocas agrupaciones teatrales independientes y autónomas del Estado Español, sustentada por cerca de cuatrocientos socios, había sido clausurada en febrero de 1965 por el Gobierno Civil, a la sazón en manos de José Manuel Mateu de Ros (falangista duro y responsable último de la represión de las huelgas mineras de los sesenta, o de la durísima represión a los asaltantes de la comisaría de Mieres, en abril de 1964), la Delegación de Información y Turismo y la Dirección General de Cinematografía y Teatro.

El teu se había estrenado en noviembre de 1965, con una obra de Joaquín Fuertes: El alegre verano, dirigida por Gonzalo Onaindía, a la que siguió, El Rey se muere de Ionesco, La rosa de papel y Ligazón de Valle Inclán, dirigidas por Juan Otero. Una de las características más particulares de este teu, eran la contundencia de la maquinaria escénica de sus montajes: en El Rey de muere, en un minuto de oscuro lograban hacer desaparecer todo el decorado pétreo (arpilleras tratadas con colas y serrín) montado sobre pequeños e imperceptibles rodamientos, incluso el Rey era arrancado desde el respaldo abatible de su trono, por un maquinista oculto tras él; en La rosa de papel, al final provocaron un considerable incendio de la cama y Simón Julepe, que casi se les va de las manos y para un Tieste de Séneca que no llegaron a estrenar, se entrenaban con fruición en "esgrima escénica", con robustas espadas de hierro de fabricación propia, que, de haber seguido ensayando, muy probablemente, le hubiera costado a alguno de los actores, un dedo de la mano.

Homenaje a Arrabal

El teu de Peritos pretendía hacer una función bajo el título de "Homenaje a Fernando Arrabal", con la puesta en escena de Los dos verdugos y Ceremonia por un negro asesinado. Esta última pieza, había sido editada en el nº 74 de Primer Acto, en la primavera de 1966. Además del texto de Arrabal, se recogían apuntes de Ángel Facio (Notas al margen de un montaje pánico), sobre la puesta en escena que habían realizado Los Goliardos para su estreno en el Teatro Beatriz de Madrid (con el que habrían de acudir en el Festival de Nancy) y otro polémico artículo de Carlos Rodríguez Sanz, que bajo el título: Arrabal en el Ateneo, daba un duro repaso, tanto al autor como a su obra.

Era de esperar que en el Gijón proletario, en el que habían cuajado las corrientes teatrales realistas y cuyo máximo exponente había sido la recién clausurada Gesto Teatro de Cámara, se reprodujese en cierta medida la polémica y los reproches, tanto a Fernando Arrabal, como a su teatro.

Al comienzo del mes de noviembre, desde las páginas del diario local, Voluntad, gofemi (Gonzalo Fernández Mieres) hacía estos Apuntes a una próxima representación: "El teu vuelve otra vez a las tablas gijonesas (...) presenta dos obras del incomprensible, para la mayoría, autor español Fernando Arrabal (... El teu) fue rencorosamente criticado por la presentación del "Rey se muere" de E. Ionesco, ahora estas inquinas se echarán sobre estas dos obras complejas, las cuales no logran identificarse con un espectador de medianas características. No cabe pensar que "Ceremonia para un negro asesinado" y "Los dos verdugos" serán de la complacencia de la mayoría del público. Pero sí será del agrado de todo aquel que desea renovaciones dentro del teatro y que quiere estar al corriente, prácticamente, del último fenómeno. En este caso el "teatro pánico" (...) Sea bien venido Fernando Arrabal, para bien... para mal... Lo que no cabe duda es que el teu, por su vocación en presentar lo que cree mejor, bien merece el aplauso (...)".

Ni que decir tiene que la función, trajo cola. En primer lugar, del programa se descolgó por falta de permiso, Los dos verdugos. Se representó solamente, Ceremonia por un negro asesinado, bajo la dirección de Gonzalo Onaindia, siendo Vicente, Jaime Roca; Jerónimo, Jesús Urrutia; Francisco de Asís, Rafael Sierra y Lucía, T. Rúa. El programa de mano recogía unos párrafos del mencionado artículo de Ángel Facio, otros de Daniel Patricio, además de unas solidarias y combativas referencias a la "extraordinaria y desinteresada colaboración de gesto (...) clausurada por el Ministerio de Información y Turismo (...)".

La crónica de gofemi para Voluntad, decía entre otras cosas que "el salón de la Escuela de Comercio se vio abarrotado de público. Últimamente, con esta clase de representaciones, se viene observando gran asistencia de gente joven, ayer volvieron a aplaudir con calor la representación del teu. La pieza de Fernando Arrabal está de lleno en el absurdo ¿Es real? Jerónimo y Vicente necesitan crear un mundo ficticio. Este aspecto plasma el ambiente. Si en realidad pasan estas cosas, ¿las hay que delatar de esta forma? (...) En el juego de los absurdos en que se desenvuelve la obra, los personajes escapan del sentido serio (...) Alguien dijo que en esto radica el éxito que tiene Arrabal, ya que al igual que Ionesco, es discutido su teatro sin que haya un completo acuerdo, entre los que juzgan el mismo. Ceremonia por un negro asesinado logra, no obstante una buena calidad. El teu la representó ayer muy acertadamente, dentro de los límites del teatro aficionado (...) voces caprichosas acaso. Demasiado infantiles que no nos gustaron. El mito Arrabal en la escena gijonesa. El teu volvió a cumplir en esta ocasión de la mano de Gonzalo Onaindía. Merece el aplauso por la calidad de la representación, a pesar de que Arrabal no nos guste. Sin embargo reconozco que es un nuevo mito que está de actualidad. ¿Por cuánto tiempo? Por el que duren las interpretaciones tan diversas que del mismo se hacen".

La insondable crítica de Gonzalo Mieres, acababa avisando de que "hoy a las ocho de la tarde volvía a haber función"...

Que vienen, que vienen

...Pero, poco antes de que se levantase el telón, por la "puerta de atrás" de la Escuela de Comercio que da acceso al escenario, se presentó un funcionario de la Delegación Local de Información y Turismo con varios policías. Venían con una orden para suspender la representación. El teatro estaba lleno de público y pretendían que los componentes del teu salieran al escenario para avisar de que se suspendía la función. Nadie se prestó a ello, a pesar de las amenazas y presiones, siendo la propia policía y el censor quienes salieron a escena a pedir a la gente que desalojase el lugar. El público joven que llenaba la sala, predispuesto a cualquier propuesta escénica "nueva", pensaba que aquel tipo y sus órdenes, formaban parte de la representación y que se trataba de alguna forma de "provocación" del nuevo teatro... Tras unos minutos de desconcierto y, toda vez que un buen número de "grises" fueron apareciendo por el fondo de sala, la gente se dio cuenta de que la cosa iba en serio.

Así hacían teatro aquellos héroes y bueno es que lo recordemos cuando en alguna función veamos sobre un escenario a Carlos Álvarez-Novoa, Juanjo Otegui, Pedro Cibera, Eladio Sánchez, Pili Ibaseta, o sentados a nuestro lado en el Jovellanos, el Campoamor, o en el Palacio Valdés a Laureano Mántaras, Gonzalo Onaindía, Jesús Urrutia..., y a tantos otros y otras con los que tenemos contraída, querámoslo o no, una deuda impagable.

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