Número 22. Enero de 2008

TEU de Oviedo: 1958 a 1962
Toma de conciencia

Carlos Álvarez-Nóvoa

Nacimos en 1940, con la guerra recién terminada y estrenando la dictadura del general Franco (Franco para desayunar, comer y cenar). Creíamos ser "los importantes", la nueva generación que iba a cambiarlo todo. Nos precedían los "niños de la guerra" que sólo hablaban de chicas y de fútbol. Nosotros, a mediados de los cincuenta, además de gustarnos las chicas y jugar al fútbol, y antes de preocuparnos por la política, empezamos a hablar de literatura, sobre todo, de poesía y teatro en aquellas tertulias literarias aderezadas de tinto peleón en el Naranco, en Lito, en Casa Manolo, o —inolvidable Angelita— en la calle Mon, en Cecchini. Y también en el Club Universitario de la calle Uría, cuyo presidente era un hombre de teatro que citaré, seguro, reiteradamente en este artículo, Juanjo Otegui.

1958: Arsenio Inclán

Fue precisamente en ese club universitario, en octubre del 58, donde empieza mi vida teatral, lo que quiere decir que el año próximo cumpliré mis cincuenta años de dedicación ininterrumpida al teatro, primero al universitario —que es objeto de este artículo— después al teatro independiente y, desde hace veinte años, al profesional, como autor, director y actor.

Arsenio Inclán, un palentino exquisito y sensible, era el director del TEU del Distrito. Estudiaba, cuando lo conocí en aquel otoño del 58, el último curso de Filosofía y Letras. Yo, segundo de Derecho. Todos, además de los de Química, estábamos en la vieja Universidad de San Francisco presidida por el inquisidor Valdés Salas que, supongo, seguirá impertérrito en su asiento de hierro en medio del claustro.

Una tarde, en el club universitario, se me acercó Arsenio y me dijo que estaba montando la Medea de Anouilh y que yo era Jasón. Le contesté que lo único que había hecho de teatro en mi vida era una ópera bufa —La vendetta— en el Colegio Auseva, en la que cantaba —pésimamente, además— como alabardero. Pero me convenció y estrenamos el 21 de noviembre en el Salón de Actos de la Caja de Ahorros de Asturias, que tantas veces nos acogió, cuando era responsable de Actividades Culturales Miguel Castrillo, de cuyo hijo, compañero de mi hermano, también hablaré. En aquel reparto trabajé por primera vez con Juanjo Otegui. En él estaban también, entre otros, Carlos Rodríguez que creo fue director de Radio Nacional de España en Oviedo y no sé si de la televisión autónoma. Los decorados los firmaba Elías García Domínguez, posterior catedrático de Historia del Arte en la Facultad de Letras. A Arsenio le debo cuanto entonces me enseñó, además de cómo decir un texto, cómo sentirlo y, especialmente, cómo amar al teatro.

A aquella Medea le siguieron, también bajo su dirección, unos entremeses de Cervantes, (en El juez de los divorcios volví a trabajar con Otegui y con Carlos Rodríguez, y con Emilio Tamargo que llegaría a ser uno de los locutores más populares de "La Voz del Principado de Asturias"); después una pieza de Alfonso Paso, El cielo dentro de casa, y finalmente, la obra más sólida de aquella etapa, La gata sobre el tejado de cinc ardiente, ya en 1959.

1959: De actor a director

Después de la obra de Tennessee Wiliams, Arsenio Inclán acabó su carrera y se fue de Oviedo. En Madrid fundaría, junto con César García Martín, compañero suyo de curso, el famoso Colegio Base que acogió —y sigue acogiendo— a tantos hijos de la progresía madrileña. Y con lo mucho que Arsenio me enseñó y lo poco que yo sabía, me vi convertido en Director del TEU del Distrito.

Mi primera obra, en la que también intervine como actor, fue El águila de dos cabezas, de Jean Cocteau, estrenada el 21 de diciembre de 1959. En aquel reparto, junto con mi mejor amigo de siempre, Vidal Peña, futuro catedrático de Filosofía, figuraba también mi hermano Bienvenido, hoy embajador de España en Sudán, y entonces director del TEU de Derecho y Filosofía y Letras, al que cariñosamente llamábamos el "teuín".

1960: Jesús Sánchez Quirós

En el 60 me hice cargo del Departamento de Actividades Culturales del SEU y compartí la dirección del TEU con Jesús Sánchez Quirós que no hace mucho nos dejó, cuando tantas cosas le quedaban aún por hacer. Chus Quirós dirigió la Esquina peligrosa de J.B. Priestley, en la que trabajé como actor. A este montaje se incorporó una asturiana que venía de Sevilla, pintora y locutora de Radio Oviedo, Linos Fidalgo, espléndida actriz que colaboró también con el grupo "Gesto" de Gijón. Ese mismo año dirigí El zoo de cristal de Tennessee Williams, también con Otegui y con Vidal Peña.

José Ramón Menéndez

A finales de curso, otro director, el pelirrojo Cinccinatti, José Ramón Menéndez, se encargó de montar la obra con la que participaríamos en el Concurso Nacional de Teatro Universitario que se celebró en Santiago de Compostela, Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre. También trabajé en ese reparto como actor, compartiendo escena con mi hermano y con Miguel Castrillo, hijo del citado responsable de cultura de la Caja de Ahorros.

    1961: Ciclo de Piezas Negras: Bienvenido Álvarez

El ciclo corrió a cargo del TEU de Derecho y Filosofía que, como antes comenté, dirigía mi hermano Bienvenido Ramón. Participé como actor en dos de ellas, de las que conservo programas: Eurídice y Antígona. En el reparto, además de todos los que vengo citando (Otegui, Linos Fidalgo, Castrillo) otros, que siempre participaban, como Carmen Manzanal, la rubia musa inspiradora de la Facultad de Derecho, Luis Fernando Amor, el futuro periodista Armando Méndez, Ximénez de Sandoval (hijo del entonces Gobernador Militar) y el ilustre langreano, catedrático de Derecho Mercantil, Juan Luis Iglesias.

    El escándalo de Un sabor a miel

El año escolar del 61 se cierra con el Concurso Nacional de TEU que organizamos en Oviedo y en el que participamos con Un sabor a miel, de Shelagh Delaney, que también dirigirá Chus Quirós y que interpretamos Linos Fidalgo, Carmen Manzanal, Pedro de Jordá, Otegui y yo.

El entonces gobernador civil, Mateu de Ros, había prohibido la representación, presionado por las amenazas de una congregación religiosa —Kostkas y Luises— abanderada por un estudiante que se llamaba Ignacio Portilla, y dirigida espiritualmente por un cura tridentino, Pérez del Molino, quien, sin haber leído la obra y sólo guiado por una maloliente crítica en ABC de Alfredo Marqueríe, convenció al gobernador de que sería un escándalo público. Las representaciones tenían lugar en el Teatro Filarmónica y allí estaba anunciada el 17 de marzo. Tras la prohibición, y después de una larga peregrinación con los decorados a cuestas por distintas instituciones y centros escolares (entre ellos el Colegio de los Dominicos, con el apoyo de los padres Inciarte y Arcos, que al final no se atrevieron a acogernos por el evidente riesgo al tratarse de una representación clandestina), fue en el club universitario donde se pudo ofrecer la memorable función (presentada por su traductor, el comunista Antonio Gobernado), con el temor de que en cualquier momento fuese interrumpida por la llegada de la policía.

El jurado, presidido por Gustavo Bueno, tuvo el valor, a pesar de la prohibición gubernativa, de concedernos varios premios, entre ellos, el primero, a la mejor obra presentada y a la mejor interpretación femenina, otorgado a Linos Fidalgo.

1961-62: Teatro español

Nuestra definitiva toma de conciencia política y social, utilizando el teatro como arma, creo que se produce en el comienzo del curso 61-62. Por una parte, se agudiza nuestra sensibilidad política y se intensifica nuestra actividad contra la Dictadura, y, en un plano inmediato, nuestra lucha contra el sindicato obligatorio, planteado desde dentro, que conseguirá acabar, al año siguiente, con el SEU, dando paso, por la presión ejercida en todas las universidades españolas, a las primeras asociaciones democráticas de estudiantes.

Los inocentes de la Moncloa

Ese proceso se corresponde con las obras que se representan y que marcan el final de los viejos TEU de entonces. Vuelvo a hacerme cargo de la dirección, y cierro esta etapa de mi vida, en mi último curso de carrera de Derecho, con dos montajes muy significativos entonces: Los inocentes de la Moncloa, de José María Rodríguez Méndez y El tintero, de Carlos Muñiz. En la primera de ellas, en el mes de noviembre del 61, trabajará por última vez en el TEU, Juanjo Otegui; ligero de equipaje, se trasladará a Madrid para intentar abrirse camino en el teatro profesional. Hoy, no hace falta decirlo, Otegui es uno de nuestros mejores actores, y goza, merecidamente, del mayor reconocimiento. En Los inocentes de la Moncloa también interviene, por primera vez conmigo, otro actor que pronto seguirá los pasos de Otegui y también triunfará profesionalmente en Madrid, el mierense Pedro Civera.

El tintero

Mi etapa teatral universitaria se cierra con la dirección de esta obra, en la que quise firmar la dirección junto con mi ayudante en tantas obras anteriores, Luis Fernando Amor, y en la que ya no está Otegui, pero sí, Pedro Civera y otros muchos de los ya citados. Entre los que no nombré, además de los hermanos Agustí, dos personas inolvidables: el abogado montañés Emilio de Mier, fallecido y siempre recordado por todos los que tuvimos la suerte de tratarlo, y otro amigo, también entrañable, éste vasco y concejal en Madrid durante muchos años, Luis Larroque.

Creo que durante los cuatro o cinco años que recojo, hubo en Oviedo una intensa actividad teatral universitaria. He citado a algunas de las personas que la llevaron a cabo. Otras muchas, aunque no las haya nombrado, siguen en mi memoria. Tras esta época empieza la etapa del teatro independiente que en Oviedo, siendo estudiante de Filología Románica, continué en el Ateneo, primero, y en la Alianza Francesa después, pero ésta será otra historia, para cuando La Ratonera le dedique otro monográfico.

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