Número 24. Septiembre de 2008

Los entremeses

la guarda cuidadosa y la cueva de salamanca

de Miguel de Cervantes

Teatro Margen

Dramaturgia: Arturo Castro y José Antonio Lobato

Dirección: Arturo Castro

Intérpretes: José Antonio Lobato, Juan M. Román, Alfonso Aguirre, José Luis San Martín, Ángeles Arenas, Tere Quirós y Carlos Mesa

IX Jornadas de Teatro en Verano

Colegio Público de Campiello

Piedras Blancas, 21 de julio de 2008

Roberto Corte

Voy con Pedro Lanza a ver estos entremeses que se representan dentro de las Jornadas de Teatro en Verano de Piedras Blancas, que ahora se celebran en el comedor del Colegio Público Maestro José Luis García Rodríguez. El espacio no es el ideal, pero es el remedio que le ha encontrado la organización para darle continuidad anual a las jornadas mientras empiezan las obras de construcción –ya más de un año de demora– de una nueva Casa de Cultura. A la entrada nos saluda Arturo Castro, el director, y entre bromas nos dice que lo que vamos a ver “es un teatro popular, no apto para intelectuales”. Lo que hace una buena ironía, pero también una paradoja al reconocimiento y reclamo que sobre gustos la realidad impone. Pues mucho me temo que en el siglo XXI ya nada hay más intelectual y selecto que el teatro cervantino y el de Oro que le va detrás. Hablando en plata, y para entendernos: ya en el siglo XX los entremeses llegaban a la escena de la mano de La Barraca como arqueología popular, con fines didácticos, en un intento bienintencionado de “intelectualizar” al pueblo. Y, casualidades de la vida, aparecían también como confrontación dialéctica frente a los Quinteros, Arniches y Muñoz Seca, que eran los verdaderos reyes del mambo y la popularidad… Pero éste, el de lo popular y los contextos, es otro tema y me salgo.

Como todos sabemos el entremés era el teatro breve del XVI y XVII que se representaba en el descanso de las obras largas. Era un subgénero muy desprestigiado, bastardo, anónimo –los propios autores eludían su autoría–. Cervantes, ya arropado por la fama en 1615, fue de los primeros en publicarlos firmados. Mucho antes Lope de Rueda y sus graciosos Pasos habían abierto el camino. Y el manco de Lepanto así lo recordó y puso al frente de sus Ocho comedias y ocho entremeses. Los personajes por lo general eran de baja extracción social, y moral, mezclaban lo cómico con lo sacro, y salpicaban los cuadros con chistes, bailecillos y fiesta musical. Los estudiosos aseguran que Cervantes afianzó y mejoró las propiedades del género, y que su impronta llegó a ser reconocida por el mismísimo Brecht.

Ahora Teatro Margen nos presenta en un espectáculo conjunto dos de los entremeses más conocidos. La guarda cuidadosa, que tiene por argumento la disputa entre un soldado y un hombre de iglesia por conseguir los favores de una joven fregona, muy apuesta. Y La cueva de Salamanca, un cuadro ya más elaborado con mujer adúltera y sacristán, un estudiante nigromante con mucha engañifa para idearse una resolución festiva, y el cornudo y contento, que es el bobo burlado en estos entretenimientos alejados de cualquier moralina. Parece ser que a Cervantes la trama se la inspiró una farsa de 1551 de Hans Sachs, un poeta zapatero de Nuremberg.

Llama la atención la sobriedad del montaje, que es sencillo como mandan los cánones de la antigua usanza. Todo va a pelo, correcto y con lo imprescindible. Sin trampas ni esos apoyos tecnológicos que, a veces, tanto molestan. Cualidad que hace que el local que en un principio no parecía adecuado, le venga como pintado. La iluminación es directa y sin apenas cambios, y el vestuario que es de época, como el reducido atrezo, muy cuidado –los exagerados zapatos del Lobato soldado son un prodigio–. Arturo Castro ha dirigido los cuadros para que todo transcurra con la naturalidad farsesca que presumimos por aquel entonces. Algunos intérpretes llevan peluca, nariz postiza o media máscara. Y las únicas licencias que se evidencian son un chiste a Zapatero o el insertarle al molde melódico de El novio de la muerte la copla final de La cueva de Salamanca, que produjo el mayor regocijo entre los espectadores. Juan M. Román hace un estudiante tuno con pandereta incluida, y Carlos Mesa lleva la voz cantante acompañando a la guitarra. Todo, como he dicho antes, realizado de una manera sencilla y efectiva en un trabajo que se sostiene armónico gracias a los intérpretes, protagonistas y secundarios. Las piezas, que fueron estrenadas por Margen ya hace unos años, aún continúan en cartel, y como ocurría con los cómicos de antaño, dispuestas para ser representadas en cualquier escenario.

 

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