Número 5. Mayo de 2002

José Antonio Lobato, actor

José Rico

Es actor. Ni más ni menos. Y uno de los actores más carismáticos del teatro asturiano. Decir teatro en Asturias es decir Margen y decir Margen es decir José Antonio Lobato. Ni más ni menos que un actor.

Pregunta. ¿Cuál es la experiencia de un actor que lleva tantos años en el teatro?

Respuesta. Son ya 30, teniendo en cuenta que me metí en esto a la edad de 15 años.

P. ¿Empezaste prácticamente de profesional?

R. No, yo pasé por el periodo de aficionado. Antes no teníamos ninguna posibilidad de acceso a ninguna escuela en Asturias. Antes si querías pasar por una escuela tenias que irte a Madrid, Sevilla o Córdoba,... que fue donde yo hice la licenciatura pero por libre. Nunca estuve en una escuela aprendiendo, lo que hacíamos era prepararnos  aquí y luego íbamos a examinarnos por libre a la Escuela de Arte Dramático de Córdoba, esto lo hicimos Cancio y yo. Yo me planteé seriamente el teatro cuando tenía 17 años aunque llevaba dos años haciendo teatro con Cancio en un grupo de teatro experimental que se llamaba “Gris Teatro” que luego pasó a llamarse “La Carreta”.

P. ¿Gris?

R. Sí, “Gris”, luego “La Carreta”. Gris, un color muy de moda por aquel entonces.

P. ¿Y hace 30 años?

R. Más o menos. Verás: de todas las escuelas en las que teníamos la opción de presentarnos por libre a los exámenes de Arte Dramático elegimos la Escuela Superior de Arte Dramático de Córdoba, quizá porque era la que nos pillaba más lejos, no conocíamos Andalucía y nos apetecía mucho emprender una excursión de ese calibre (menudas carreteras había entonces en este país). Así que allá nos fuimos a “sacar el carné”.

P. Era el carné profesional.

R. Exacto. De aquella no nos planteábamos el conseguir una licenciatura o un título homologado, cosa tan importante para los jóvenes de hoy en día. Nosotros, en nuestra divina alegría, lo único que pretendíamos era legalizar nuestra situación laboral para poder trabajar profesionalmente “con todas las de la ley”, vamos puro trámite. No nos apetecía dedicarnos a la enseñanza ni a ninguna otra actividad posibilitada por el hecho de poseer un título oficial. Quería-mos, por encima de todo, ser actores. Así que, en dos años, conseguimos aprobar los tres cursos de que constaba la carrera en aquella época y el tan añorado carné. Y todo esto siempre junto a Cancio, mi “padre teatral” y gran amigo. Si hay algún culpable de que yo esté metido en este tinglado, ese es Cancio. A partir de 1977 se forma “Margen” donde estuve un cortísimo periodo de tiempo antes de marchar a la mili. Cuando vuelvo “Margen” está ensayando un nuevo espectáculo y espero un tiempo hasta que me incorporo definitivamente.

P. ¿Nos cuentas un poco más de José Antonio Lobato? Tú eres el tema.

R. No creas que es un tema que me gusta demasiado, como me conozco algo me sorprendo pocas veces a mí mismo, aunque en ocasiones  lo consigo. Estábamos hablando de mi trayectoria, de mis comienzos y  cuales eran los planteamientos de entonces. Los planteamientos eran los de una persona joven e inconsciente, muy osada y con mucha ilusión, cosas de las que queda un residuo, unas cenizas, incluida la ilusión. Vamos a ser sinceros, ya que es una charla entre amigos, no tengo porqué guardarme nada. Cuando empecé, joven e inexperto, era una época de descubrimiento constante, siempre aprendiendo (ahora también). Cuando eres tan vehemente y tan inconsciente las cosas tienen mucha más influencia en ti, cobran una sobredimensión y todo te sorprende. A medida que tú creces las cosas van empequeñeciendo y es más difícil que algo te sorprenda. El otro día estuve en la casa donde nací, a la que no volvía desde los siete años, edad a la que me fui. La recordaba como la mansión de la película “Lo que el viento se llevó” y cuando la vi de nuevo, después de tanto tiempo, me llevé un gran chasco. Todo era muy pequeño pero, en realidad, la casa no había menguado, era yo el que había crecido. Esto sirve para darse cuenta de cómo piensa uno y en lo que acaba. Al principio todo te parece grande, maravilloso, luego todo se va reduciendo.

P. Atisbo a un José Antonio un poco desengañado, desilusionado, desmotivado...

R. No, desmotivado nunca. Desengañado sí, por supuesto, y de muchas cosas...

P.  Del teatro.

R. Estoy hablando de la  vida, la mía y el teatro forma parte, muy importante, de ella. Soy incapaz de desvincular una cosa de la otra. Desde que comencé a dedicarme a esto ha pasado mucho tiempo y he pasado por experiencias profesionales y vitales que me han marcado, que han influido de forma decisiva en mi vida. Ya no soy tan crédulo como era pero, a pesar de los pesares, sigo creyendo en el ser humano, aunque soy más selectivo.

P. ¿La crisis de los cuarenta?

R. Esa ya la pasé a los 30, cuando pensaba: “ya están ahí los 40, me estoy haciendo viejo: ¡socorro!”. Así que este tipo de crisis ya no me interesa. A mí las crisis que me interesan son las  que significan cambios, las que me hacen sentirme vivo. Me gusta arriesgarme, esa sensación de inseguridad, del “¿qué va a pasar mañana?”, del equilibrio precario, ese sí me gusta.

P. Se va a mal interpretar, la gente va a hacer comentarios diciendo: “eso lo dice José...”

R. Sí, “él, que está vendido”.

P. No vendido, pero que estás en Margen que es el grupo protegido...

R. Sí, hombre, sí: “el que está vendido al oro de la Consejería” y memeces por el estilo. Sé que hay quienes piensan que somos unos privilegiados, unos protegidos por las subvenciones de la Consejería. Yo lo único que quiero decirles a los que así piensen es que se informen antes de opinar sobre los demás y seguro que se llevan más de una sorpresa. De todas formas me niego a creer que lo hacen con mala intención o por envidia, pero si es así, ¡que revienten!, qué quieres que te diga...

P. Excepto cuando te dedicas

a la actividad cinematográfica, siempre has estado vinculado a Margen. ¿Nunca te ofrecieron nada? No recuerdo que hayas colaborado con nadie, exceptuando  “Amor imposible de...”

R. Sí, sí, aquello fue un montaje que se hizo para reinaugurar uno de los teatros que tú quieres quemar, aquello en realidad fue una colaboración relativa porque estábamos metidos todo “Margen”, uno como ayudante de dirección, otros en la producción, otros tuvimos un pequeño papel, en realidad fue una colaboración de “Margen”. Otra cosa son las colaboraciones a título personal. Es muy equívoco porque nunca sabes muy bien, no por ti sino por la gente. Después de tantos años es muy difícil que te desvinculen de tu compañía.

P. ¿Tú crees que hay poca comunicación entre los grupos asturianos, esos malos entendidos de mirar al otro con una cierta hostilidad, que se va limando de años acá, cada vez más? También por el trasiego que hay de actores de un lado a otro, pero sí que hay poca comunicación y desconocimiento de la realidad de otros grupos, o es que vosotros sois un poco cerrados... o ser de Oviedo cuando parece que toda la movida está en Gijón.

R. Hombre, pienso que todos nos estamos haciendo mayores en el mejor de los sentidos que es el de la sensatez. Tampoco me gusta eso que tú llamas trasiego de actores de un lado a otro. Siempre que hemos necesitado de un actor que estuviera trabajando en otra compañía hemos procurado ser muy respetuosos, hablando con el actor y la compañía para evitar incompatibilidades, coincidencias de fechas y demás posibles problemas, de todas formas ha sido en muy contadas ocasiones. Y en lo referente a eso de que toda la “movida” está en Gijón habría mucho que discutir al respecto.

P. ¿Tú crees en la realidad miserable del teatro asturiano?

R. Yo creo que sí, que es bastante miserable, si entendemos por miseria a los medios de que disponemos. Yo creo que aquí somos un poco acróbatas más que actores y teatreros, como dicen otras gentes, término que tanto mola a los intelectuales de café. A mí me gusta más hablar de actores o gente de teatro que de teatreros. Yo creo que sí que es bastante miserable. Hay una cuestión evidente que es que si quieres conocer tu propia realidad sólo tienes que salir un poco hacia fuera. A veces te encuentras con realidades más miserables que las tuyas, pero eso no me consuela, también ves otras realidades que están mucho mejor y de éstas es de las que hay que aprender, hay que copiar y no conformarse con las de uno. En el fondo en esta vida es todo una copia, aquí nadie inventa nada. Hablo de copiar en el buen sentido, en sentido de aprender de gente que nos lleva ventaja en muchos aspectos. Aquí somos funambulistas, especialista en la cuerda floja, hacemos algo con muy poco: suplimos  carencias con ingenio. En Asturias hay buenos autores y gente que hace teatro de una forma muy digna, también nos llegan cosas que se hacen fuera, no hace falta ir a Madrid a verlas. Cuando las ves alucinas. Y luego ves el papanatismo provinciano asqueroso de la gente que va solo por las etiquetas: “eso tiene que ser bueno porque es de Madrid”. Eso funciona aquí todavía y funciona con la clase dirigente que nos gastamos. Aquí  viene Boadella con un espectáculo  como “El Nacional”  al Palacio Valdés y hay gente de teatro que se rasga las vestiduras “este tío que jeta tiene subvencionado por la Generalitat y todavía habla contra los críticos y las subvenciones y contra el ministerio”. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? El hecho de recibir una subvención ya te descalifica para hablar de... Otra cosa de lo que estoy más que harto es de los puristas, de los fariseos, de los que desde una postura cómoda critican siempre todo lo demás: subvenciones no, venderse a la administración para nada. A lo mejor tienen las espaldas cubiertas y pueden permitirse el lujo de montar un espectáculo dentro de un año. Como yo vivo de ello y tengo que vender, cuidado, yo no saco el sueldo de la Consejería ni de las subvenciones, es un sueldo que saco de vender los espectáculos que yo produzco a los cuales la Consejería aporta un dinero que hay que justificar muy bien y con facturas del montaje. Ese es otro tema, la justificación a la Consejería: quisiera ver yo las otras justificaciones. Aparte de eso no es cuestión de dudar de nadie. Pero yo no sé como he acabado hablando de lo del purismo... Todo el mundo hace virguerías con el dinero que recibe.

P. Estábamos hablando de la filiación de una persona a una determinada compañía, como es tu caso y que no has trabajado con otra gente, por falta de oferta, por falta de interés, por falta de proyectos serios.

R. Esto es lo que tiene este tipo de entrevistas-conversaciones: co-mo no están planteadas como cuestionarios saltas de un tema a otro y, al final, te acabas perdiendo.

P. Al final siempre salta el trasfondo del actor y traslada toda su experiencia, esta experiencia es lo que queremos recoger.

R. Lo que yo quiero decirte es que para mí, que estoy muy involucrado en lo que podríamos definir como una disciplina de compañía, en concreto “Margen”, me es muy difícil involucrarme en otros proyectos. En los únicos trabajos en los que puedo aportar mi colaboración es en los cortometrajes porque requieren muy poco tiempo, tres o cuatro días a lo sumo, aunque he tenido que rechazar muchas veces también estos trabajos por coincidencias de fechas con funciones de la compañía.

P. Volviendo a los cortos ¿No te acabas cansando de repetir las  mismas historias: trabajar con chavales inexpertos que tienen toda la voluntad del mundo, pero...?

R. No, no, al fin y a la postre eso es lo que menos me cansa. La gente aprende a base de cometer errores y no aciertos. No somos como Spielberg, ni hacemos a la primera una película como “El diablo sobre ruedas”. Eso sólo lo hizo uno.

P. Pero hay alguno que se cree Spielberg, llegas tú con tu experiencia y te tienes que aguantar.

R. Hay gente inexperta que se cree Spielberg o Marlon Brando como me lo creía yo cuando tenía 18 o 20 años. Eso no me preocupa, el ser humano está aquí para aprender de los propios errores. Lo malo sería llagar a una edad como la mía y seguir cometiendo los mismos errores, eso sí sería preocupante. A mí me cuesta mucho desvincular mi profesión de mi vida, soy dueño de mi profesión en cuanto soy dueño de mi vida. Si me meto en berenjenales que luego afectan a mi profesión me aguanto, porque me metí yo. Luego hay circunstancias externas que influyen. Hay veces que hay que decir que no, es muy sano y ayuda mucho a valorarte a ti mismo. Esa es la base fundamental del método, amigo, no hay otra.

P. Vamos a cambiar un poco de tema ¿Qué opinas de esa aparente oposición entre Oviedo y Gijón? ¿Cómo te ves tú dentro de la realidad asturiana? ¿Cómo crees que te ven los demás? ¿Crees que entienden tu trabajo de actor, te sientes respetado, crees que se reconoce tu trabajo, o piensas que a veces se comportan contigo de una forma mezquina?

R. Demasiadas preguntas en una. En fin, vayamos por partes. A mí los enfrentamientos localistas no me interesan en absoluto. Yo trabajo con gente de Gijón, Avilés, Mieres, Taramundi y por el hecho de ser de Oviedo no me considero ni más ni menos que nadie. Por otro lado no tengo la sensación de que nadie me trate de forma mezquina.

P. Sientes la soledad, estás un poco crispado...

R. La soledad la siento en muchas ocasiones pero esto no deja de ser un simple estado de ánimo.

P. Pero te afectan comentarios que consideras que no son tan justos como...

R. Sería un imbécil y un cínico si dijera que no.

P. Están hechos con cierta acritud, con cierta...

R. ¿Mala leche?

P. A veces uno presupone ciertas actitudes de la gente que...

R. Sí, también puede pasar, dependiendo del momento en el que estés, te encuentras más sensible o menos razonable y ves fantasmas donde no los hay. Ante toda hay una cosa que quiero ser siempre y es ser justo con la gente joven, lo que pasa es que a veces no se consigue. Me da mucho miedo ser injusto con alguien sin razón, calificar a una persona de una forma determinada sin tener la suficiente base para llegar a esa conclusión. La injusticia es una cosa despreciable. Yo quiero que me respeten, no por mi gran experiencia y llevar tantos años en esto, sino por mi último trabajo: si está mal es sólo culpa mía.

P. Una vez una actriz me dijo: – Yo vi “Dick, el parisien” y José me parecía el mejor actor del mundo y yo quise ser actriz por ver a José Antonio en “Dick, el parisien”, entonces yo era una cría e iba al colegio.

R. A mi me hincha mucho el ego oír cosas como “Yo estoy aquí porque vi a éste haciendo una cosa”.

P.- Cuando yo llegué a trabajar con vosotros en Triste animal mi mayor reto entonces (yo no sabía hacer diálogos prácticamente, venía de hacer monólogos, empecé a hacer diálogos con Dick, el parisien) era estar a tu altura...

R.- La borrachera famosa.

P.- Sí, la borrachera famosa, era estar en la réplica. Yo trabajaba en aquel espectáculo y me dejaba todo por estar a tu altura.

R. Me gusta mucho que me digan eso, sentirme útil a ese nivel para los demás aunque por otra parte no creo en las mitificaciones. Esto trasciende las mitificaciones porque es sólo cuestión de trabajo, no es un mito griego sino de un actor que hace su trabajo y a la gente le llega lo que hace por que si no opinarían eso. Yo no me considero ningún “icono”, en absoluto, no me parece que tenga ningún mérito estar tanto tiempo en una misma compañía, es lo mismo que el que lleva 30 años de carpintero. No me creo nada. Actualmente estoy en un momento bastante escéptico. El considerarte un icono te lleva a terminar haciendo de Arturo Fernán-dez por los escenarios y eso es muy peligroso, yo no quiero caer en esa situación porque sé que la estupidez está muy cerca. Lo que quiero es que se valore siempre mi último trabajo, los demás ahí están.

P. Se supone que siempre tienes que estar bien en tus actuaciones. El día que no estás tan bien o que no estás como los espectadores esperan de ti, sí te lo dicen, pero no te dicen nada cuando realmente has estado bien porque eso es precisamente lo que se espera de ti. ¿Todo esto no acaba pasando factura? No nos engañemos vivimos cara al público.

R. Claro que  vivimos cara al público y a todos nos gusta que ese público nos acepte y disfrute de nuestro trabajo, para eso nos dedicamos a esto, ¿no? Si tú estás contento con tu trabajo, satisfecho, no necesitas que nadie  te pase la mano por el lomo y te diga lo bueno que eres. Eso era antes, cuando empezabas y estabas lleno de inseguridad, de inexperiencia. A medida que creces vas soltando lastre y aprendiendo a conocer mejor tu oficio.

P. ¿Tú crees que últimamente Margen se utilizó demasiado para hacer el “doctorado”, como catapulta hacia Madrid por parte de los actores jóvenes?

R. No lo creo. Mientras ellos están en Margen nos utilizamos mutuamente, ellos para hacer una serie de funciones y participar en los espectáculos y nosotros para tener unos actores que son jóvenes pero de los que se aprende mucho y ayudan a mantener la llama de la ilusión. No creo que nos utilicen como trampolín.

P. Se autoafirman como actores: “Ahora ya podemos...”

R. Si lo utilizan así y les sirve, me parece estupendo.

P. Estás creando lazos afectivos que se rompen continuamente. ¿Eso no crea una desazón?

R. Yo soy incapaz de no establecer un lazo afectivo con alguien que trabaja conmigo, son muchas horas juntos, muchas funciones, muchos viajes, al cabo del día pasas más tiempo con ellos que con tu propia  familia, hasta cierto punto formas con ellos una familia. Hubo gente que cuando se fue de la compañía sentí su falta, porque adquieres un vínculo afectivo que no tienes con todos. También hubo gente que marchó y no los eché de menos. Un grupo de teatro no deja de ser una célula social en el que se refleja todo lo que ocurre alrededor. Somos un poco raros los que nos dedicamos a esto, tenemos un punto...

P. Yo pienso que no estamos integrados y buscamos el hueco que nos permita...

R. Si vas a un banco, a una oficina  igual encuentras lo mismo.

P. Se implica uno menos personalmente.

R. Posiblemente.

P. ¿Tú crees que el trabajo de actor está  demasiado mitificado? Que hay más de trabajo y menos de comerse la cabeza...

R. Sí, sí, siempre lo dije.

P. Hay mucho de oficio y luego la creatividad sirve para dar la vuelta al oficio.

R. En la profesión nuestra, querámoslo o no, por más que nos guste llamarnos artistas, hay un gran porcentaje de oficio y un pequeño porcentaje de talento, que yo todavía no sé muy bien qué es.

P. ¿Cuándo sentiste por  primera vez la llamada de la actuación?

R. Cuando tenía cuatro años una vecina nos preguntó a otro crío y a mí qué queríamos ser de mayores. El otro dijo que quería ser viajante de comercio como su padre y  yo quería ser actor como Marlon Brando. Esto me lo contó mi madre. Yo empecé a notar que me gustaba esto en el colegio. Íbamos al instituto y un compañero nos dijo que necesitaban gente para un espectáculo que dirigía Cancio y desde entonces hasta hoy.

P. Me gustaría que hablases de cómo abordas los personajes y como fuiste evolucionando con la experiencia.

R. Con información, un poco de raciocinio y mucha nutrición. Algunas veces te topas con el personaje de forma inmediata y otras, las más, comienzas a buscar, a acumular información y cuanto más intentas acercarte a él más se aleja de ti. Entonces entras en una dinámica de búsqueda obsesiva: comes, duermes, cenas, te duchas buscando a ese “cabrón” que se te resiste y un día sin saber como, hay algo que te hace “clic” en tu cabeza, y de repente, te topas con él cara a cara. Hay un lugar de reflexión y de encuentro estupendo, que siempre me da muy buen resultado: el váter. Y que conste que con esto no estoy rindiéndole ningún homenaje a Maxi Rodríguez, porque él no lo necesita. Defecando he llegado a toparme con algún personaje, igual es que inconscientemente es el concepto que tengo de todo esto. En el momento más extraño incluso a veces cuando estás en la menor disposición de trabajo, a lo mejor no estás trabajando para nada, y de repente, clip, salta aquello.

P. Todo lo demás es trabajo.

R. Puro y duro. Trabajo individual y trabajo en común con el resto de los compañeros de reparto. Trabajo siempre.

P. ¿Siempre reconoces ese momento clave, siempre sabes cuando llega?

R. Sí, siempre. Esto le pasa a más personas, yo no soy ningún ente extraño. Al contrario de lo que se piensa no se mete uno en el personaje, uno mete el personaje dentro de sí mismo, que es bastante diferente.

P. Decía David Mamet en Verdadero o falso que el personaje no existe, que eso es una entelequia de las escuelas. Hay una serie de cosas que escribe el autor y son las que se trasladan a la mente del espectador y es ahí donde se crea el personaje.

R. Es el actor el que, usando los datos que le proporciona el autor y las indicaciones del director, crea el personaje y le dota de corporeidad, nunca al contrario.

P. ¿Crees que es una virtualidad que se crea en la mente del espectador más que una realidad que el actor tiene que dar con forma muy acabada?

R. Creo que hay una virtualidad con rasgos, con unos materiales que  recopilas y como si fuera un puzzle lo vas armando. El carácter de un personaje a la hora de interpretarlo se compone de muchos trozos del carácter del actor, no olvidemos que nosotros somos nuestros propios instrumentos, dentro de nosotros tenemos nuestro propio material. Lo que hace un actor es coger determinados materiales que a veces inconscientemente no sabe que los tiene. Yo he interpretado personajes con los que he tenido verdaderos encontronazos.

P. Yo siempre hago personajes que me apetece hacer.

R. Cuando estás en un reparto tienes que hacer personajes que puede que no te apetezca hacer, no siempre puedes elegir. A todos nos gustaría hacer personajes amables, con los que puedas tener una relación cordial. Es difícil hacer un personaje que vulnere todos tus principios. Sobre todo los conscientes. Tenemos una tendencia a confundir la realidad con la ficción. Aquí no hablo de la doble personalidad que me parece un discurso bastante manido, hablo de que se trata de apetencias y defensas que nos creamos en nuestra propia mente. A todo el mundo le gusta mostrar su lado amable, mostrar al  ángel, mostrar al demonio es otra cosa.

P. Vamos a hablar de Hamlet. Creo que estás en el momento ideal para interpretar ese personaje.

R. Yo también lo creo.

P. ¿Por qué vais a montar Hamlet?

R. Porque nos apetece mucho y porque consideramos que ya no somos lo suficientemente maduros para afrontar el reto. Estoy en el mejor momento de madurez como actor para hacerlo, pero todavía no sé si lo haré o no. Me gustaría interpretar Hamlet igual que me apetece hacer el Segismundo de La vida es sueño, son personajes emblemáticos y muy complejos que a todo actor que se precie le apetece hacer. Son personajes muy ricos, pero aún no sé que personaje haré, depende del reparto. En muchas ocasiones deseo y realidad no van parejos. Lo que sí te puedo decir es que me gustaría mucho hacerlo. Si lo hago, mi Hamlet será, por motivos físicos y de otra índole, diferente a los que se han hecho, por ejemplo al de Mell Gibson, o el de K. Branh, incluso, pobre de mí, al de Laurence Olivier, al de José Pedro Carrión. Sería un reto por el personaje en sí, por lo mitificado que está. Se han hecho muchas interpretaciones muy barrocas y montajes de toda índole. Este personaje da tanto de sí como actores lo hagan.

P. ¿Qué versión vais a utilizar?

R. Lo más probable es que hagamos una versión esencial de Hamlet, que centremos la acción en el puro conflicto. No está la economía para cortesanos y ejércitos.

P. Con cuatro años soñabas ser Marlon Brando, ¿qué sueños has cumplido, cuáles no, con qué soñabas ayer, con qué sueñas hoy?

R. Son tantas cosas con las que sueñas cuando eres joven... que luego se quedan en eso, en puros sueños. Uno de mis sueños era poder dedicarme a esto y vivir de ello, y eso creo que lo he conseguido, me gustaría seguir dedicándome a esto. Aunque es una profesión muy absorbente, hay una especie de sacerdocio que te lleva a estar pendiente de ello constantemente y te deja muy poco tiempo para uno mismo y otros aspectos de la vida. Pero la vida no es sólo esta profesión, hay más cosas y si se produce un desequilibrio entre ambas cosas algo empieza a fallar dentro de tu cabeza, eso es peligroso.

P. ¿Cuál es tu sueño más inalcanzable?

R. ¡Qué se yo!

P. Por ejemplo: protagonizar una película de Almodóvar, encabezar un gran montaje...

R. Más que eso me gustaría trabajar con gente interesante, por ejemplo con Peter Brook, Bob Wilson,... es un tipo retorcido y me gusta la gente así sobre todo cuando los resultados son los que son. En este país más que con quién quiero trabajar tengo claro con quién no quiero hacerlo. En este país  me gustaría hacerlo con Boadella, sé que a ti no te...

P. Yo considero que Boadella es el más grande hombre de teatro del siglo... pasado.

R. En este país con diferencia.

P. Su último espectáculo no me gustó nada, también con diferencia...

R. Todos los espectáculos tienen sus pros y sus contras y no tienen por qué gustar a todo el mundo. ¿Dónde está el espectáculo perfecto que guste a todos? Lo que es innegable es la calidad de esta persona en cuanto a los resultados, en cuanto al proceso de trabajo, la improvisación, el trabajo de los actores, la mente preclara, la mente teatral, ...es inmensa. Yo he visto cosas totalmente rompedoras, su montaje Olimpic Man.

P. Fue el montaje que más me gustó de ellos.

R. Lo vi en Madrid. Entre el público había una caterva de pro-hombres y pro-mujeres del teatro, intelectuales o intelectualoides que se escandalizaban y echaban pestes contra Boadella porque no entendían nada. Yo, pobre de mí, que vengo de provincias, no me explico cómo ellos no entendieron nada. ¿Qué espectáculo estuvieron viendo? Decían que era una apología de la extrema derecha. Era un espectáculo provocador, estéticamente era impresionante, era una  recreación fiel de la realidad.

P. ¿Es éste el espectáculo quizá más grande que has visto?

R. Uno de los más grandes.

P. Para mí también.

R. Es que el sentido del humor de Boadella no es nada catalán.

P. Es el catalán más catalán y a la vez el menos catalán.

R. Él no se casa con nadie y le caen palos hasta de los propios paisanos y del resto del “imperio” y él se mea de risa.

P. Es masoca.

R. No, no es masoca. Una vez dijo que le hubiera gustado ser bufón de la corte y creo que lo ha conseguido.

P. Dice que un viaje a Francia le dio pie para montar un espectáculo porque lo multaron.

R. A la hora de crear un espectáculo vale todo como punto de partida, luego hay que llevarlo a las tablas.

p. ¿Cómo te ves dentro de diez años o cómo te gustaría verte?

R. En los zancos tocando un tambor.

P. ¿Y las rodillas?

R. Un poco más jodidas que hoy y menos que dentro de veinte. “Boutades” aparte, me veo trabajando principalmente de actor

P. Principalmente actor.

R. Me gusta estar encima del escenario con los compañeros, sin embargo no me atrae nada la labor de director.

P. ¿Nunca te has sentido tentado?

R. No, nunca.

P. Es raro ¿no?

R. No, no es raro.

P. Es que yo soy más director que actor.

R. Me parece algo muy difícil eso de dirigir. Prefiero que me dirijan.

P. Yo pienso que con las funciones empeora el espectáculo. Un director ruso opinaba como yo.

R. A mí las experiencia me demuestra lo contrario. Cuantas más funciones haces mejor engranan las piezas del espectáculo.

P. Yo casi nunca voy más allá del estreno, entonces esa comprobación a...

R. Tú eres un “kamikace” de la escena, te gusta mucho la novedad.

P. Sí, me muevo mucho en el trapecio, sí.

R. Eres un funambulista total.

P. Hazte dos preguntas que te hubiera gustado que te hiciera y no te haya hecho.

R. Todas las preguntas que me hubiera gustado responder están hechas. Esto es una conversación entre amigos más que un cuestionario. No hay nada en concreto que me hubiera gustado que me preguntases, lo que quería decir lo he dicho sin ninguna censura ni cortapisa. Esto es lo que más lejos está de una entrevista al uso, es una charla con un amigo y espero que la conversación no termine cuando apagues el aparato.

P. Dime los cinco o seis personajes más importantes que has hecho y algún rasgo característico que los defina, para que se pueda entender un poco tu método de trabajo.

R. Los más importantes fueron los primeros que hice cuando empecé en esto del teatro. Recuerdo un Otelo bastante atípico, raro y rompedor para la época en la que se hizo, un Otelo ¡rubio! De negro con esta nariz mía...

P. ¿Qué te pasa a ti  con la nariz?

R.- Tengo una nariz grande, los negros suelen ser más bien chatos.

P.- Una nariz fiera para hacer el Edipo y sin apósito.

R.- Debe ser lo único griego que tengo, bueno dicen que tengo la boca muy dibujada. Otro personaje fue Dick, el parisien, el guardia civil de La boda de los pequeños burgueses y El alcohol es... que hacíamos Cancio y yo.

P.- Esa obra me encantó.

R.- En esa obra el público descubrió mi vena histriónica y cómica, yo ya había hecho aquello de Riego, el papel de Jaminín en De vita Beata también era cómico. Luego hubo una especie de paréntesis durante el cual representé otros personajes serios, entre comillas, fue un reencuentro con mi vena cómica, tengo un recuerdo imborrable de ella, uno porque lo hacía con Cancio, era volver a los orígenes, y otra porque lo pasamos muy bien. Teníamos un chino de lujo, no de Lugo, de lujo, era un personaje mudo, lo hizo Eduardo Antuña, que está triunfando ahora en Madrid. Es una persona excelente, creo que se defenderá bien, es inteligente y muy osado. Fue una de las personas que pasó por Margen y fue a Madrid a la aventura.

P.- ¿Qué más personajes?

R.- Don Lucas del Cigarral de Entre bobos anda el juego por lo desmesurado que tenía, me gustan mucho los papeles desmesurados. Debe ser porque en la vida cotidiana soy bastante más nervioso de lo que parezco, me gustan mucho los personajes histriónicos, con grandes gestos y físico imponente y Don Lucas cumplía todas estas características me encuentro mejor en estos papeles que como galán, debe ser que tengo un concepto bastante negativo de mi físico. Por último el de Anuncia en La Regenta.

P. Me gustaron mucho a mí las tías. Esa escena me gustó mucho, mucho.

R.- La del inicio, es el personaje con el que más cómodo me encuentro del reparto. En general me gustan los personajes que me agotan, no de esfuerzo físico, los personajes que me vacían, que me tiran de dentro. Me hacen mantener una actitud de tensión extrema física y mental. Esa sensación cuando termina el espectáculo de vacío, de haber entregado todo, después puedes tener el día o no pero estuve bien, estuve centrado...Aunque también pasa que tú te sientes muy alejado ese día del personaje y el espectador es cuando mejor te ve, incluso los compañeros.

P.- Estaba pensando en una anécdota que cuenta Stanislavski sobre un actor. Dice que no siempre sabemos medir exactamente...

R.- Y no sabes lo que me irrita eso, el no tener el control, el  no ser yo el que domina, el que haya desde fuera algo que te domina a ti. En esta profesión si algo tiene valor es la consciencia, el tener todo medido, a mi me gusta eso de que todo sea “perfecto”, que lo que está pautado, regido, no se vulnere, eso da la medida de autocontrol y de profesión.

P.- Lo puedes hacer diferente, pero ¿por qué no lo haces como se  marcó?

R.- Claro, claro, porque las variaciones tienen que ser muy medidas. Puede haberlas, pero tienen que ser muy sutiles y contar siempre con el que está a tu lado. No soporto a la gente que me sorprende en escena. Te puede sorprender para bien cuando está tirando de ti y te da pie para apoyarte en él, eso es maravilloso, ese es el compañero ideal. No soporto a la gente que hace cosas que no están en la partitura, que te sorprende para mal, te desconcentra y te saca de situación. Hay gente que, no sé por qué, no lo mide. Gente que se deja llevar por la reacción del público y acaba desvirtuando el personaje hasta hacer de él una caricatura de lo que era. Hacen cuatro cosinas y, si los espectadores se ríen, tiran por ahí repitiendo la mueca o los gestos, acaban acomodándose y siendo dependientes de...

P.- El “tropismo” lo llamaba Grotowski.

R.- Al público no se le puede hacer concesiones, aunque cuando entra en el juego y se implica es increíble la fuerza que te da. Y se nota, aunque a la gente inexperta les despista mucho, piensan que la gente no reacciona. No, no, no están muertos.

P.- ¿Háblame de las locuciones, has hecho muchas locuciones.

R.- No, ahora hago bastantes menos de las que hacía porque el mercado ha bajado o tal vez porque se hayan cansado de mí.

P.- Estabas en todos los lados.

R.- Hago algo de publicidad, cuñas publicitarias pero es algo diferente, es un flash de treinta segundos. La locución es más exigente tienes que tener más concentración, tener una técnica vocal determinada, más que técnica vocal, una forma de entonación, de ritmo, de dicción. Hay que tener cuidado con esas cosas por que te lleva a crear una forma de decir, de hablar, excesivamente redicha, muy limpia, entre comillas. Lo que es bueno para ciertas cuestiones y trabajos es malo para otros, hay que saber discernir.

P.- Yo creo que son técnicas opuestas aunque participen de cosas comunes. No sé sí tú estarás de acuerdo.

R.- Sí, son técnicas opuestas.

P.- Una es de limpieza y la otra es de ensuciar. Una de impersonalidad y la otra...

R.-Sí, puede ser una buena forma de explicarlo. Una forma es aséptica y la otra más sensitiva, de más sentimiento. En las locuciones hay que tener una dicción muy cuidada, una forma muy pausada de decir.

P.- Una técnica muy diferente.

R.- Exacto, una técnica muy diferente. En teatro es todo lo contrario, aunque hagas un personaje muy estirado no tiene nada que ver con la locución. Cuando haces mucho de una cosa corres el riesgo de caer en el maniqueísmo y te vuelves cómodo y haces las cosas de la manera  más cómoda, que más dominas. Cuesta mucho arriesgar. Si alguien lee esto y decide hacer locuciones que tenga cuidado de no caer es esa equivocación.

Ahora sí me gustaría responderte a la pregunta de antes, si había alguna cosa que me hubiera gustado que me preguntaras. Lo que quería decirte es que te he hablado de Cancio como mi padre teatral, también me acuerdo de Monchi. Fueron muchos años juntos, pero hay una persona con la que sigo trabajando que es Arturo y de la que me gustaría decir una cosa: posiblemente es la persona que más me enseñó. Somos muy diferentes en la concepción de muchas cosas, pero teatralmente hablando puedo decir que es uno de mis más importantes maestros si no el que más y una de las personas más generosas con las que he convivido: se entrega al trabajo de una forma total y plena y eso no lo cambio por nada.  En otros aspectos podemos discrepar, podemos discutir, estar en desacuerdo, pero profesionalmente hablando no. Es la persona con la que más tiempo he trabajado y la que más me ha aportado, quiero decir esto porque me parece de justicia, es la persona más seria y profesional que conozco. Si hablamos de mi vida profesional, él es de las personas más importantes junto con Cancio.

P.-Dirijo a muchas actrices y algunas muy guapas, hay un problema ahí. ¿Qué tal se lleva trabajar con actrices jóvenes, guapas? ¿Es gratificante?

R.- Bien, bien, sí, sí. Trabajar con actrices me encanta y generalizando las actrices me parecen más generosas en cuanto a confiar, en darse. No se tú como director, lo sabrás mejor que yo, pero lo veo desde la parte de actor al trabajar con ellas y veo como reaccionan. Creo que se entregan más que los actores en muchos aspectos, confían más en el director y no cuestionan tanto las propuestas del director. Hay de todo, pero te hablo de las que conozco, que son bastantes, arriesgan mucho, son más trabajadoras que nosotros, se aprenden primero los textos. Hay compañeras que son una maravilla de belleza exterior e interior también, trabajar con Geles es un lujo, es una persona adorable dentro y fuera del trabajo. Laura es una actriz que siente  mucho amor y muchas ganas por esto, Margarita es un animal de escena, tiene un don innato, con mucho carácter dentro y fuera de escena. He trabajado con más mujeres pero éstas son las últimas... y con ellas se puede ir al fin del mundo, son gente leal, buenas amigas que no traicionan nunca, puede que se traicionen a sí mismas pero no a los demás y son buenas profesionales.

P.- Ahora de repente tengo unos problemas que no tenía antes, las actrices suelen ser jóvenes y la relación que se establece es diferente, ahora....

R.- Lo que pasa es que a las actrices jóvenes, por muy guapas que sean, las veo como a mi hija...

P.- Ya, pero como yo no tengo hija...

R.-No sé si será por eso, pero es otro tipo de relación, tengo que tener un día muy tonto para pasar al otro lado.

P.- Pero yo acabo teniéndolo... y es terrible.

R.- La carne es débil y hay que saber autocontrolarse. A mi, y que quede entre nosotros, me atraen más las maduras, qué quieres que te diga.

P.- ¿Sí?

R.- Sí, yo debo ser un poco abuelete ya. Abuelete no, viejo verde.

P.- Yo creo que estoy más cerca de viejo verde.

R.- Es muy agradable trabajar con esta gente, aunque también he trabajado con otra que no eran una belleza según los cánones o la moda, pero con una belleza interior y eso es lo que más me atrae. Puede ser que tenga una vena romántica, no me vale el aquí te pillo aquí te mato. Creo que soy, en eso, un poco infantil, pero eso  no es malo. Si todo el mundo conservara parte del niño que fue igual nos iban mejor las cosas. O peor porque los niños son muy crueles. A mí a veces me gusta ser un poco niño... sobre todo si son mujeres. 

 

 

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