Una visión personal
Laura Vela Almendros
Colegio Universitario de Lenguas Extranjeras Wenzao (China)
Desde pequeña mi vocación ha sido ser profesora, como en España encontrar trabajo como profesora era prácticamente imposible, acepté sin pensarlo la oportunidad de enseñar en Taiwán. Cuando aterricé hace 8 años en esta isla no conocía nada de su cultura ni de su lengua. En mi segundo año, tuve la oportunidad de participar en el Simposio Internacional de Hispanistas de Pekín y así fue como conocí Pekín. En esta parte del mundo gracias a la labor de Confucio se respeta mucho a los profesores, así que en el Simposio fuimos tratados a cuerpo de rey, aunque teniendo en cuenta la zona debería decir de emperador. Nos prepararon unas visitas: la Gran Muralla China, la Ciudad Prohibida y lo que más me impactó y que es el tema de este artículo: ir a ver una ópera china. Cuando nos dijeron que íbamos a ir a ver una ópera china, nuestra cara fue de asombro ¡Pero si no entendemos chino!, enseguida nos tranquilizaron. No importa, está pensada para extranjeros y los subtítulos son en inglés. “Tanto monta, monta tanto”, pensé yo que no hablo chino ni inglés, pero como el teatro y la ópera me apasionan estaba encantada con la visita. Para mí el teatro tiene una magia especial y entrar en él es como entrar en otro mundo y cuando entré en la ópera en Pekín me di cuenta de que realmente estaba entrando en otro mundo. Era todo tan magnífico que es difícil de describir con palabras. Como ya he mencionado, los profesores reciben trato especial, así que nuestras mesas eran las mejor situadas. Sí, han leído bien, mesas, no eran butacas, y en el centro de la mesa había un frutero con fruta, la fruta era tan hermosa, colorida, brillante y perfecta que parecía de cera, pero otra vez nos sacaron de nuestro asombro para decirnos que era para comer con el té que nos estaban sirviendo. Yo vi una manzana roja como la sangre, con la forma perfecta de un corazón y brillante como el fuego, era una manzana de cuento de hadas, imposible no caer en la tentación. La mordí y justo en el momento que su jugo dulce como la miel se deslizaba suavemente por mi garganta todo se oscureció, pero a diferencia de Adán yo no fui expulsada sino que fui llevada directamente al paraíso porque en ese preciso instante empezaba la ópera. No entendía lo que oía, no podía leer los subtítulos, pero nada de eso me hacía falta, era tal la precisión del decorado, el vestuario, el maquillaje y la actuación era tan esclarecedora, que entendía perfectamente lo que estaba viendo, en un momento me reía con ganas y mi compañera y amiga que sabe que no entiendo chino ni inglés, sorprendida me pregunta: “Pero ¿has entendido? “Claro”, contesté y le dije lo que pasaba. Ella iba a hacer un comentario pero la hice callar, mis cinco sentidos estaban pendientes del escenario, es verdad que mis oídos no podían descifrar el significado de los sonidos que oían, pero sí eran capaces de captar los matices de las voces y los sentimientos que querían transmitir. La magia del teatro volvía a funcionar. Salí de allí encantada, comentando una representación que había tenido lugar en una lengua completamente desconocida para mí. Desde ese momento cada vez que he podido he acudido a óperas o representaciones teatrales tradicionales. En Taiwán son muy frecuentes y algunas incluso gratuitas.
Al igual que en el teatro clásico griego y romano, los dioses y los humanos conviven y el teatro es una forma de educar al espectador que va a divertirse pero que vuelve con un conocimiento adquirido sin ser consciente de ello.
Normalmente en estas obras el que actúa con mala intención termina encontrando su castigo y el puro de corazón encuentra su premio aunque a veces el sufrimiento previo haya sido excesivo.También hay representaciones so-bre los mitos asiáticos.
Otras obras teatrales presentan temas más costumbristas, por ejemplo el rol tradicional de las mujeres taiwanesas, su forma de vida, su punto de vista al analizar las cosas, sus sentimientos, su forma de relacionarse con la gente.
Tratándose de la cultura china no es de extrañar que se representen obras donde se intente explicar la relación entre los humanos y el universo.
Preparando este artículo me enteré de que había una representación de títeres, o al menos eso creía yo, y como la tradición del teatro de títeres en china se remonta a más de mil años estaba toda ilusionada. José Luís García ha escrito una pequeña reseña en Internet titulada “El teatro chino de títeres” donde presenta la historia, las distintas modalidades y hace un recorrido por su evolución en distintas dinastías chinas. Me parece muy útil para tener una idea general. En Taiwán se pueden visitar diversos museos de títeres e incluso en la televisión hay películas protagonizadas por títeres.
Volviendo a la representación de títeres. Después de conocer el museo y tener unos ligeros conocimientos teóricos sobre este mundo, deseaba presenciar una representación aunque sabía que no entendería todo, también estaba segura de que nuevamente el conjuro funcionaría y disfrutaría de un gran momento, pero como dejé entrever anteriormente la representación de títeres resultó ser otra cosa. Es una de las ventajas del desconocimiento de la lengua, siempre te puedes llevar sorpresas, algunas más agradables que otras y esa noche estuvo llena de sorpresas.
Al llegar vimos el escenario y a ambos lados dos grandes pantallas; lo cual no nos sorprendió ya que siempre suele haber pantallas porque aparecen los subtítulos en chino, ya que muchas de estas representaciones se hacen en taiwanés. Todos los sitios estaban ocupados así que nos tuvimos que poner al final y nos mandaron sentarnos en el suelo porque el sitio estaba lleno a rebosar. Sentados no veíamos el escenario, sólo las pantallas que en los primeros momentos mostraban a las personas que tenían la suerte de estar sentadas en taburetes.
Lo sorprendente no era ver a niños con sus padres, lo sorprendente era que había mucha gente joven, después supimos el porqué.
¡Por fin! Aparecieron las marionetas. En las pantallas no aparecían las palabras en chino sino las marionetas, si no hubiera sido por las pantallas desde nuestra posición no hubiésemos visto nada. Así que sólo podíamos oír a lo lejos unas palabras que no podías entender completamente pero veíamos las marionetas y vestida de riguroso negro a la persona que las movía y las hacía luchar o bailar. Pronto nos dimos cuenta de que no se trataba de un teatro de marionetas. La verdadera actuación estaba en la pantalla central donde se retransmitían escenas de la película protagonizada por estas marionetas. La primera sorpresa fue ver surgir del interior del escenario no una marioneta sino a una persona caracterizada con la ropa y el maquillaje de una de las marionetas protagonistas de la película. En la pantalla central la marioneta y sobre el escenario el actor en el que con un juego de palabras podríamos decir que se había reencarnado la marioneta.
Pero esta no sería la única sorpresa, pronto supimos por qué había tantos jóvenes: la orquesta no sólo era para amenizar la historia de las marionetas, sino porque había actuaciones en directo. Cantantes con renombre en Taiwán interpretaban en directo la banda sonora de la película.
Para mí el momento más emotivo fue cuando en la película una de las marionetas tocaba el violín y de repente el violinista de la orquesta comenzó a tocar un solo. La marioneta tocaba bajo la luna en un paisaje en calma una melodía triste y sin previo aviso otra marioneta la ataba, el violín se seguía escuchando y la verdad es que los movimientos del arte marcial que ambas marionetas estaban llevando a cabo eran tan armónicos que no se podía estar seguro de si realmente luchaban o bailaban al son del violín en una danza a muerte, en lugar de una Danza de la Muerte.
Al final la marioneta seguía tocando su melodía triste mientras en el suelo la sangre de su enemigo regaba el árbol que dejaba caer sus hojas como lágrimas tras haber contemplado el trágico acontecimiento.
Antes de acabar me gustaría mencionar que no sólo hay ópera china o teatro clásico, también se representan obras modernas e incluso en la época de la globalización a Taiwán vienen compañías teatrales de todo el mundo. Pero lo que yo deseo señalar como colofón de este artículo es que en Taiwán hay universidades con Departamento de Español y los alumnos de estos departamentos antes de graduarse eligen una obra teatral española para representarla. Es curioso ver representados a nuestros clásicos desde la perspectiva de estos estudiantes de español, porque gracias a ellos apreciamos o descubrimos cosas que antes no nos hemos detenido a pensar. Por ejemplo, cuando representaron Don Juan Tenorio de Zorrilla hubo dos cosas que me llamaron particularmente la atención: en primer lugar, en los ensayos me di cuenta de que habían eliminado la escena “del sillón”, es decir, aquella en la que Don Juan dice: “No es verdad ángel de amor que en esta apartada orilla se respira mejor”. Yo pensé: “han eliminado la parte más importante del Tenorio” ya que es la parte que todo el mundo conoce aun sin haber leído o visto la obra teatral. Para ellos resultaba muy lenta y temían que sus compañeros se aburrieran. La verdad, durante la representación no se echó en falta esa parte. En segundo lugar, me llamó la atención que cuando Don Juan está ante la tumba de Doña Inés, llora, sí como han leído: llora. Eso me pareció inaudito: ¡Don Juan llorando! al principio cuando vi llorar a Don Juan pensé que los hombres no lloran, pero inmediatamente cambié de pensamiento. “Los hombres no lloran” porque es lo que me han enseñado pero en aquel momento sentada allí en el otro extremo del mundo sentí que era muy bello que Don Juan estuviera llorando porque me di cuenta de que esas lágrimas son las mismas que brotan de los ojos de Apolo ante la metamorfosis de Dafne. Son ésas las lágrimas que hacen que Dios se apiade de Don Juan y que permita a Doña Inés que vele por su alma. Esas lágrimas son de amor porque el amor duele. Son lágrimas de perdón porque el perdón conlleva amor. Son lágrimas de arrepentimiento porque debemos cometer maldades antes de arrepentirnos. Son lágrimas con sentimientos porque el que siente padece. Son lágrimas de vida porque se derraman en duelo por el ser querido. Son lágrimas que muestran que Don Juan es humano porque sólo los hombres lloran…
Y comprendí eso viendo representado a Don Juan a miles de kilómetros de España por alumnos de español sin prejuicios a la hora de interpretar y dar sentimientos a un personaje. Lo comprendí porque no juzgaba, sólo sentía, sólo me dejaba envolver por aquel mundo creado para dar vida a unos personajes y para mostrarme una forma de enfrentarse a los mismos miedos y sentimientos que podía tener yo.
Lo que me hizo darme cuenta de que como nos muestra muchas veces el arte, siempre tenemos miedo de lo desconocido, de lo nuevo, de lo diferente y siempre encontramos excusas para no movernos del sillón, pero el arte en cualquiera de sus representaciones nos muestra que no hay fronteras ni dificultades. Que las barreras del idioma se saltan con los sentimientos del corazón, que no importa la lengua que hablamos o el lugar donde hemos nacido porque todos somos humanos y compartimos los mismos sueños ilusiones y miedos. Que el idioma no sea un impedimento para conocer o sentir más.