Editorial

El teatro profesional…

Durante los últimos meses el teatro profesional asturiano ha vuelto a ser noticia. La mala situación por la que atraviesa el sector fue denunciada en diversas manifestaciones y actos públicos, siendo el más importante el organizado por la Plataforma de Apoyo al Teatro Profesional Asturiano, el 29 de abril, en el Café Dindurra de Gijón, que reunió en rueda de prensa a la mayoría de asociaciones representantes del gremio: acpta (asociación de compañías profesionales de teatro y danza de Asturias), foroescena (asociación de empresas de artes escénicas de Asturias), ua (unión sindical de actores de Asturias), apda (asociación de profesionales de la danza de Asturias), un número importante de personalidades del teatro asturiano que se sumaron al acto a título individual, y La Ratonera, que también hizo suya la declaración genérica donde se evidencia la gravedad del problema, más allá de ciertos matices menores que se presentan controvertidos.

El teatro profesional tiene unos problemas estructurales que hay que abordar con urgencia. En más de una ocasión hemos dicho que Asturias necesita una política cultural firme y decidida, que sea capaz de organizar el futuro del sector con unas condiciones razonables de sostenibilidad y presencia. La eficacia de un arte se mide por el entusiasmo que genera entre los protagonistas que lo ejercitan y los espectadores, y no hace falta insistir en que la imagen del teatro profesional asturiano está muy por debajo de sus potenciales cualidades. El desánimo de las personas que han hecho de este arte su profesión es ya una actitud generalizada. Es triste observar a los jóvenes que acaban los estudios en la esad sin expectativas laborales, o a muchos de nuestros profesionales más experimentados sumidos en el desaliento. Las Administraciones locales y la Consejería de Cultura han de tomarse, de una vez por todas, el teatro profesional en serio. De nada vale escudarse permanentemente en una inercia de mínimos, en una ridícula austeridad que no soluciona nada, o en un laisser faire que sólo acrecienta la sensación de orfandad. La responsabilidad de liderar un proyecto que dé respuesta a muchas de las reivindicaciones del teatro profesional pertenece a los políticos. Inhibirse no soluciona nada.

 

La Ratonera

Lo esperábamos. Más tarde o más temprano tendría que ocurrir. En el editorial del número 1 de La Ratonera anunciábamos que uno de los principales problemas con que nos encontraríamos para su realización sería el de la financiación. Desde hace unos cinco años la pérdida de una página de publicidad nos ha llevado indefectiblemente a una situación de insolvencia. Ahora hemos perdido la periodicidad mantenida durante más de una década y nos será muy difícil asegurar la fecha de aparición del siguiente número, o incluso la propia continuidad de la publicación. Pero no merece la pena insistir en el por qué hemos llegado a esta situación o explicar el cómo es posible que no hayamos logrado consolidar un proyecto con un coste económico tan reducido. Repetirse en exceso, depurar responsabilidades en terceros o esgrimir coartadas autoexculpatorias no ayuda a solucionar el problema. Las circunstancias que condicionan la revista no difieren en absoluto de la hostilidad del contexto que caracteriza a buena parte del teatro asturiano. Baste decir que a partir de ahora el destino se presenta frágil y aflictivo, y que lo que nos ocurra en adelante será un milagro o una malformación que puede afectar al contenido y formato (presumiblemente, y en el mejor de los casos. Y esperemos que no sea definitiva).

Debido a este involuntario retraso editorial pedimos disculpas a los lectores y colaboradores por si alguno de los artículos sale más a destiempo de lo previsto.