Entrevista a Marga Llano
Eva Vallines
Marga Llano lleva vinculada al mundo del teatro más de 10 años. Titulada en Interpretación por el ITAE, actualmente cursa estudios de Dirección Escénica en la ESAD. Compagina su trabajo como actriz con el de directora, así como con numerosas incursiones en el mundo audiovisual como presentadora y actriz en la TPA y en diversos cortometrajes. Ha trabajado con las compañías Margen, Quiquilimón, Yheppa, Factoría Norte y recientemente ha creado la compañía Escenapache. De su labor como dramaturga dejan constancia ocho obras, entre las que destacan: Más vale trocar, Juana, Planeta Joselín, Serugues de cuentu y La loca historia de Asturias.
Respuesta. Juega, por supuesto, un papel fundamental. La dramaturgia práctica, en la carrera de Interpretación, me dio a conocer, entre otros, la Poética de Aristóteles, a Alonso de Santos, a Brecht y, por supuesto, a Lope. De entre todos los libros de aquella época, me quedo con el que fue para mí, como alguna vez se dijo sobre el texto de Hedda Gabler, “una metralleta”, la primera sacudida de clarividencia respecto a la escritura dramática: el totémico Teoría y técnica de la dramaturgia de Lawson. Parecía todo tan sencillo. Para mí es un decálogo de orden. La segunda, fue ya en la carrera de Dirección (tristemente extinguida), con el análisis dramatúrgico, que me proporcionó una visión mucho más compleja del texto, como una trama multidimensional. Era la dramaturgia desde el punto de vista del director de escena. Descubrí que un buen análisis dramatúrgico construye, casi por sí mismo, una obra de teatro. Pero bueno, además de la dramaturgia, también me vinieron muy bien las clases de análisis de texto, de literatura dramática y, sobre todo, las recomendaciones de ciertos profesores que, a título personal, me animaron a escribir teatro.
P. Conozco tu obra Más vale trocar, basada en la vida de Juan del Encina, pero aún no he visto Planeta Joselín, que te ha dado fama y popularidad. ¿El proceso de creación de ambas ha sido muy distinto?
R. Muy… muy. Más vale trocar fue una obra por encargo. Una obra que debía ser didáctica. Y yo por aquel entonces tenía mucha hambre de dirigir. Había que empezar y, para mí, fue una buena oportunidad. Traté de darle a los contenidos la forma de un cuento; traté de escribir una bonita historia. Pero me pudo el romanticismo y se me olvidó que era un espectáculo infantil. Así que me quedó un poco tristona, creo. Planeta Joselín es una obra hecha por amor al arte. Al arte de vivir. Estuvo a punto de no lograrse, tuvo dos repartos, casi tres… Pero al final, ahí está. Y la quieres “como a un fíu tontu”, porque costó mucho que llegara. Y ha sido escrita en libertad. Por eso nos ha salido tan divertida. Porque cuando la gente se siente libre transmite alegría a los demás.
P. ¿Qué relación guardan con el teatro costumbrista tus obras Planeta Joselín y tu estreno más reciente Garraime, que lu mato o la loca historia de Asturias?
R. El costumbrismo está presente, desde muy temprano, en la vida de cualquier asturiano. De hecho, mi primer contacto con el teatro fue a través de las obras de este tipo que “ponían” los grupos de las asociaciones vecinales de mi pueblo. Como su propio nombre indica, este teatro trata las costumbres de nuestra cultura, con personajes, conflictos y situaciones perfectamente reconocibles para cualquiera de nosotros. Quizá por ello goce de tanta popularidad. Más tarde, dirigí una obra de Eladio Verde y me di cuenta de que se podía hacer algo parecido, pero actualizándolo, y me puse manos a la obra. Planeta Joselín es una comedia de enredo, con una trama cotidiana y con unos personajes muy próximos al asturian@ de hoy en día. Amoríos, herencias, fíos ocultos y final feliz, pero también “prejubilaos”, lexatines y teléfonos móviles. Se combinan los elementos tradicionales del costumbrismo con otros que hacen aquellos conflictos más actuales. Cambia la ubicación: el pueblo por la villa, la casa de labranza por el piso del “tocote”. Pero, en general, sigue siendo lo mismo. Y todo muy al gusto de las personas que, como mi madre o mi suegra, conforman el grueso del público asistente a nuestras salas. El objetivo es, dar una dimensión profesional a un teatro que, hasta ahora, estaba casi exclusivamente en manos de asociaciones. Aprovechar esta tradición y rendirle homenaje; ése era nuestro propósito. La loca historia de Asturias, continúa en cuanto al estilo, con la línea abierta con Planeta Joselín, pero su estructura es bien distinta, pues el hecho de contar nuestra historia, desde10.000 a. C. hasta nuestros días, condiciona.
P. El personaje de Juana de Arco ha sido objeto de atención de un gran número de autores de la literatura universal, desde Shakespeare, que la menciona en una de sus obras históricas, Enrique VI, pasando por Voltaire, Schiller, Mark Twain e incluso Brecht, que la toma como pretexto para construir su Santa Juana de los mataderos. No obstante, es Bernard Shaw quien destaca por haberle dado un tratamiento coherente al mito, dando razones a todos los personajes que aparecen en el drama Santa Juana. ¿Qué aporta tu Juana respecto a las versiones anteriores?
R. Quizá mi humilde aportación sea que todos los mencionados son hombres, y que yo soy mujer. Como Juana. Eso te concede una perspectiva distinta de un personaje como el de La Doncella. Efectivamente, los referentes son muchos, y no sólo en el teatro. Dreyer, Bresson o Bergman, son otros de los que estuvieron presentes en el trabajo de documentación. Y efectivamente, la Santa Juana de Bernard Shaw es la influencia dramática principal; de hecho, en mi Juana, aparece una escena de esta obra. De Brecht tomé la justificación para tratar el mito con absoluta libertad. De Bresson, los largos pasillos y escaleras que recorre la enfermera-monja Adelfa-Lange. De Dreyer la fuerza del personaje. El texto tuvo una primera versión que se corrigió siguiendo indicaciones de Jordi Galcerán, quien, más tarde, la seleccionó para su estreno, como lectura dramatizada, dirigida por Julia Marín, en el Teatro Victoria Eugenia de Donostia. A Jordi le debo el haber roto la cadena. Sin embargo, por encima de cualquier otro referente, está la maravillosa biografía que Vita Sackville-West escribió sobre la Santa. Y no sólo por su contenido, sino por el personaje de su misma autora, famosa poetisa inspiradora del Orlando de Virginia Woolf. Para mí fue una suerte hallar este libro.
P. ¿Crees que hoy en día se puede reivindicar el personaje de Juana de Arco desde parámetros feministas?
R. Supongo que sí. Pero no ha sido ésa mi pretensión, en modo alguno. Antes que una obra feminista, (y, por supuesto, sin tener nada en contra), Juana es una obra queer. Juana habla de una mujer que transciende su propia condición de mujer para cumplir con su destino; como individuo.
P. ¿Cuáles son tus autores de referencia dentro del teatro contemporáneo?
R. Entre otros muchos: Jarry, Bertold Brecht, Fernando Arrabal, Nieva, Beckett, Heiner Müller, Koltès, Rodrigo García, Angélica Liddell y Jorge Moreno.
P. Tienes compañía propia, Escenapache, y también trabajas para otras compañías, ¿cómo ves la situación del teatro asturiano?
R. Consecuencia de lo que hemos hecho hasta ahora y directamente proporcional a la situación económica actual. No se puede esperar que las cosas nos vayan bien cuando somos incapaces de unirnos para nada, ni siquiera para hacer unas reivindicaciones comunes. No somos un sector, somos las liebres de la fábula, que por discutir si eran galgos o podencos los canes que las seguían, acabaron siendo devoradas por ellos. No es culpa de nadie y es culpa de todos. Y no digo yo que no haya habido intentos de hacer algo; pero es obvio, por la situación que nos toca vivir, que dichos intentos fueron inútiles o insuficientes. El teatro asturiano está, seguramente, mucho peor que hace unos años. No puedo saberlo con certeza, porque a mí no me tocó la Belle Époque, si es que la hubo. Desde que entré en él, no he dejado de escuchar que está en crisis. Pero jamás he oído a ningún teatrero asturiano asumir ningún tipo de responsabilidad en esa crisis. ¿Es que lo hemos hecho todo bien? ¿Es que no tenemos nada que reprocharnos?
La máxima dar gusto al que la paga, no está reñida con un teatro de calidad, (recordemos que la frase es de Lope). Yo prefiero llenar teatros con obras costumbristas y que, a la semana siguiente, algunos de los que se rieron con Planeta Joselín, vuelvan al teatro y se encuentren, por ejemplo, con un Shakespeare de otra compañía asturiana y disfruten con él. Alguien tiene que encargarse de devolver la gente al teatro. Porque en una Autonomía en la que, hasta en el pueblo más perdido (y eso es mucho decir en el caso de Asturias) hay un grupo amateur, no se puede decir que la gente no tenga interés por el teatro. Muy al contrario, en Asturias, hay y hubo siempre una gran afición por nuestro arte. Es misión nuestra reconducir esa tendencia hacia un teatro, si se quiere, más culto. El público, y no la Administración, es la mejor baza para las compañías. Si el público nos apoya, la Administración nos tendrá más en cuenta a la hora de escuchar nuestras posibles reivindicaciones. Esta tierra ha dado grandes actrices y actores, buenos dramaturgos y excelentes directores, sin olvidarnos de los profesionales de otros oficios escénicos, como iluminadores, escenógrafos o vestuaristas. Lo único que falla es el tejido empresarial; si es que podemos llamarlo así. No tengo, ni mucho menos, la solución para esto. Pero trato de atenuarlo desde mi escasa experiencia y mis modestos recursos. Si somos empresarios de teatro, debemos serlo con mayúsculas, con orgullo y, por supuesto, con ambición. La ambición es muy sana, es la forma de superarse a uno mismo. Esto no significa querer que los demás desaparezcan y quedarte tú con todo. Esto significa, en primer lugar, luchar porque en Asturias haya una industria teatral floreciente y fuerte. Si a los demás les va bien, también me irá bien a mí, porque le va bien al teatro. Pero este objetivo no es posible contando únicamente con las subvenciones (y menos con las que tenemos aquí). Esto lo hace posible el esfuerzo de los empresarios y empresarias de teatro para encontrar nuevas soluciones a una nueva situación y, si es que es posible, apoyarse mucho más y abandonar de una vez por todas las intrigas palaciegas. Los caminos son inescrutables. Yo, por ejemplo, renuncio al teatro que me apetecería hacer, por el teatro que debo hacer. Y no me sonrojo por ello. Es mi obligación para tratar de consolidar una compañía y poder ofrecer, a aquellos que trabajen para mí, unas condiciones dignas de empleo. Porque la vida es mucho más grande que el teatro. Como dijo Margarita Rodríguez, mi maestra y madre teatral, la manera de mejorar el mundo, es “hacer bien tu trabajo”. A su dolorosa y nunca suficientemente lamentada ausencia dedico esta obra.
Marga Llano lleva vinculada al mundo del teatro más de 10 años. Titulada en Interpretación por el ITAE, actualmente cursa estudios de Dirección Escénica en la ESAD. Compagina su trabajo como actriz con el de directora, así como con numerosas incursiones en el mundo audiovisual como presentadora y actriz en la TPA y en diversos cortometrajes. Ha trabajado con las compañías Margen, Quiquilimón, Yheppa, Factoría Norte y recientemente ha creado la compañía Escenapache. De su labor como dramaturga dejan constancia ocho obras, entre las que destacan: Más vale trocar, Juana, Planeta Joselín, Serugues de cuentu y La loca historia de Asturias.Pregunta. ¿Cómo han sido tus comienzos en la escritura dramática y qué papel juega en ellos la asignatura de Dramaturgia de la esad?Respuesta. Juega, por supuesto, un papel fundamental. La dramaturgia práctica, en la carrera de Interpretación, me dio a conocer, entre otros, la Poética de Aristóteles, a Alonso de Santos, a Brecht y, por supuesto, a Lope. De entre todos los libros de aquella época, me quedo con el que fue para mí, como alguna vez se dijo sobre el texto de Hedda Gabler, “una metralleta”, la primera sacudida de clarividencia respecto a la escritura dramática: el totémico Teoría y técnica de la dramaturgia de Lawson. Parecía todo tan sencillo. Para mí es un decálogo de orden. La segunda, fue ya en la carrera de Dirección (tristemente extinguida), con el análisis dramatúrgico, que me proporcionó una visión mucho más compleja del texto, como una trama multidimensional. Era la dramaturgia desde el punto de vista del director de escena. Descubrí que un buen análisis dramatúrgico construye, casi por sí mismo, una obra de teatro. Pero bueno, además de la dramaturgia, también me vinieron muy bien las clases de análisis de texto, de literatura dramática y, sobre todo, las recomendaciones de ciertos profesores que, a título personal, me animaron a escribir teatro. P. Conozco tu obra Más vale trocar, basada en la vida de Juan del Encina, pero aún no he visto Planeta Joselín, que te ha dado fama y popularidad. ¿El proceso de creación de ambas ha sido muy distinto? R. Muy… muy. Más vale trocar fue una obra por encargo. Una obra que debía ser didáctica. Y yo por aquel entonces tenía mucha hambre de dirigir. Había que empezar y, para mí, fue una buena oportunidad. Traté de darle a los contenidos la forma de un cuento; traté de escribir una bonita historia. Pero me pudo el romanticismo y se me olvidó que era un espectáculo infantil. Así que me quedó un poco tristona, creo. Planeta Joselín es una obra hecha por amor al arte. Al arte de vivir. Estuvo a punto de no lograrse, tuvo dos repartos, casi tres… Pero al final, ahí está. Y la quieres “como a un fíu tontu”, porque costó mucho que llegara. Y ha sido escrita en libertad. Por eso nos ha salido tan divertida. Porque cuando la gente se siente libre transmite alegría a los demás. P. ¿Qué relación guardan con el teatro costumbrista tus obras Planeta Joselín y tu estreno más reciente Garraime, que lu mato o la loca historia de Asturias? R. El costumbrismo está presente, desde muy temprano, en la vida de cualquier asturiano. De hecho, mi primer contacto con el teatro fue a través de las obras de este tipo que “ponían” los grupos de las asociaciones vecinales de mi pueblo. Como su propio nombre indica, este teatro trata las costumbres de nuestra cultura, con personajes, conflictos y situaciones perfectamente reconocibles para cualquiera de nosotros. Quizá por ello goce de tanta popularidad. Más tarde, dirigí una obra de Eladio Verde y me di cuenta de que se podía hacer algo parecido, pero actualizándolo, y me puse manos a la obra. Planeta Joselín es una comedia de enredo, con una trama cotidiana y con unos personajes muy próximos al asturian@ de hoy en día. Amoríos, herencias, fíos ocultos y final feliz, pero también “prejubilaos”, lexatines y teléfonos móviles. Se combinan los elementos tradicionales del costumbrismo con otros que hacen aquellos conflictos más actuales. Cambia la ubicación: el pueblo por la villa, la casa de labranza por el piso del “tocote”. Pero, en general, sigue siendo lo mismo. Y todo muy al gusto de las personas que, como mi madre o mi suegra, conforman el grueso del público asistente a nuestras salas. El objetivo es, dar una dimensión profesional a un teatro que, hasta ahora, estaba casi exclusivamente en manos de asociaciones. Aprovechar esta tradición y rendirle homenaje; ése era nuestro propósito. La loca historia de Asturias, continúa en cuanto al estilo, con la línea abierta con Planeta Joselín, pero su estructura es bien distinta, pues el hecho de contar nuestra historia, desde 10.000 a. C. hasta nuestros días, condiciona. P. El personaje de Juana de Arco ha sido objeto de atención de un gran número de autores de la literatura universal, desde Shakespeare, que la menciona en una de sus obras históricas, Enrique VI, pasando por Voltaire, Schiller, Mark Twain e incluso Brecht, que la toma como pretexto para construir su Santa Juana de los mataderos. No obstante, es Bernard Shaw quien destaca por haberle dado un tratamiento coherente al mito, dando razones a todos los personajes que aparecen en el drama Santa Juana. ¿Qué aporta tu Juana respecto a las versiones anteriores?R. Quizá mi humilde aportación sea que todos los mencionados son hombres, y que yo soy mujer. Como Juana. Eso te concede una perspectiva distinta de un personaje como el de La Doncella. Efectivamente, los referentes son muchos, y no sólo en el teatro. Dreyer, Bresson o Bergman, son otros de los que estuvieron presentes en el trabajo de documentación. Y efectivamente, la Santa Juana de Bernard Shaw es la influencia dramática principal; de hecho, en mi Juana, aparece una escena de esta obra. De Brecht tomé la justificación para tratar el mito con absoluta libertad. De Bresson, los largos pasillos y escaleras que recorre la enfermera-monja Adelfa-Lange. De Dreyer la fuerza del personaje. El texto tuvo una primera versión que se corrigió siguiendo indicaciones de Jordi Galcerán, quien, más tarde, la seleccionó para su estreno, como lectura dramatizada, dirigida por Julia Marín, en el Teatro Victoria Eugenia de Donostia. A Jordi le debo el haber roto la cadena. Sin embargo, por encima de cualquier otro referente, está la maravillosa biografía que Vita Sackville-West escribió sobre la Santa. Y no sólo por su contenido, sino por el personaje de su misma autora, famosa poetisa inspiradora del Orlando de Virginia Woolf. Para mí fue una suerte hallar este libro. P. ¿Crees que hoy en día se puede reivindicar el personaje de Juana de Arco desde parámetros feministas?R. Supongo que sí. Pero no ha sido ésa mi pretensión, en modo alguno. Antes que una obra feminista, (y, por supuesto, sin tener nada en contra), Juana es una obra queer. Juana habla de una mujer que transciende su propia condición de mujer para cumplir con su destino; como individuo. P. ¿Cuáles son tus autores de referencia dentro del teatro contemporáneo?R. Entre otros muchos: Jarry, Bertold Brecht, Fernando Arrabal, Nieva, Beckett, Heiner Müller, Koltès, Rodrigo García, Angélica Liddell y Jorge Moreno. P. Tienes compañía propia, Escenapache, y también trabajas para otras compañías, ¿cómo ves la situación del teatro asturiano?R. Consecuencia de lo que hemos hecho hasta ahora y directamente proporcional a la situación económica actual. No se puede esperar que las cosas nos vayan bien cuando somos incapaces de unirnos para nada, ni siquiera para hacer unas reivindicaciones comunes. No somos un sector, somos las liebres de la fábula, que por discutir si eran galgos o podencos los canes que las seguían, acabaron siendo devoradas por ellos. No es culpa de nadie y es culpa de todos. Y no digo yo que no haya habido intentos de hacer algo; pero es obvio, por la situación que nos toca vivir, que dichos intentos fueron inútiles o insuficientes. El teatro asturiano está, seguramente, mucho peor que hace unos años. No puedo saberlo con certeza, porque a mí no me tocó la Belle Époque, si es que la hubo. Desde que entré en él, no he dejado de escuchar que está en crisis. Pero jamás he oído a ningún teatrero asturiano asumir ningún tipo de responsabilidad en esa crisis. ¿Es que lo hemos hecho todo bien? ¿Es que no tenemos nada que reprocharnos? La máxima dar gusto al que la paga, no está reñida con un teatro de calidad, (recordemos que la frase es de Lope). Yo prefiero llenar teatros con obras costumbristas y que, a la semana siguiente, algunos de los que se rieron con Planeta Joselín, vuelvan al teatro y se encuentren, por ejemplo, con un Shakespeare de otra compañía asturiana y disfruten con él. Alguien tiene que encargarse de devolver la gente al teatro. Porque en una Autonomía en la que, hasta en el pueblo más perdido (y eso es mucho decir en el caso de Asturias) hay un grupo amateur, no se puede decir que la gente no tenga interés por el teatro. Muy al contrario, en Asturias, hay y hubo siempre una gran afición por nuestro arte. Es misión nuestra reconducir esa tendencia hacia un teatro, si se quiere, más culto. El público, y no la Administración, es la mejor baza para las compañías. Si el público nos apoya, la Administración nos tendrá más en cuenta a la hora de escuchar nuestras posibles reivindicaciones. Esta tierra ha dado grandes actrices y actores, buenos dramaturgos y excelentes directores, sin olvidarnos de los profesionales de otros oficios escénicos, como iluminadores, escenógrafos o vestuaristas. Lo único que falla es el tejido empresarial; si es que podemos llamarlo así. No tengo, ni mucho menos, la solución para esto. Pero trato de atenuarlo desde mi escasa experiencia y mis modestos recursos. Si somos empresarios de teatro, debemos serlo con mayúsculas, con orgullo y, por supuesto, con ambición. La ambición es muy sana, es la forma de superarse a uno mismo. Esto no significa querer que los demás desaparezcan y quedarte tú con todo. Esto significa, en primer lugar, luchar porque en Asturias haya una industria teatral floreciente y fuerte. Si a los demás les va bien, también me irá bien a mí, porque le va bien al teatro. Pero este objetivo no es posible contando únicamente con las subvenciones (y menos con las que tenemos aquí). Esto lo hace posible el esfuerzo de los empresarios y empresarias de teatro para encontrar nuevas soluciones a una nueva situación y, si es que es posible, apoyarse mucho más y abandonar de una vez por todas las intrigas palaciegas. Los caminos son inescrutables. Yo, por ejemplo, renuncio al teatro que me apetecería hacer, por el teatro que debo hacer. Y no me sonrojo por ello. Es mi obligación para tratar de consolidar una compañía y poder ofrecer, a aquellos que trabajen para mí, unas condiciones dignas de empleo. Porque la vida es mucho más grande que el teatro. Como dijo Margarita Rodríguez, mi maestra y madre teatral, la manera de mejorar el mundo, es “hacer bien tu trabajo”. A su dolorosa y nunca suficientemente lamentada ausencia dedico esta obra.