Marga Llano

DOS PERSONAJES EN UN CUARTO VERDE.

EN UN TIEMPO FUTURO O PASADO.

Left.- Estáis al tanto de los hechos. Se quiere revisar el caso.

Right.- No soporto las prisas de esta gente.

Left.- Ni yo; pero las cosas se han puesto feas últimamente.

Right.- De repente, les da el arrechucho por una cosa o por otra y al final la pagamos vos y yo.

Left.- Es verdad.

Right.- Pero si hoy tengo partida de mus, ¿cómo quieren que…

Left.- Lo sé. Nadie piensa en nosotros.

Right.- Porque revisar casos de santidad lleva tiempo, ¡eh! Qué se piensan, que esto es un administrar justicia ordinaria, una delegación provincial. ¡Nuestros casos afectan al mundo entero! ¡Nuestras resoluciones tienen implicaciones universales! ¡Llevo 37 años acudiendo a esa partida de mus! Cuando saqué esta plaza, ¡eh!, fue lo primero que hice; organizar una partida semanal. Siempre con los mismos compañeros; siempre los miércoles. Sin faltar un solo día, oiga; sin faltar ellos ni un solo día. ¿Acaso he de ser el primero que no asista a esa cita con aquellos honrados caballeros, con aquellos sagrados naipes? No, no, y digo que no.

Left.- No se disguste, por Dios.

Right.- Cómo no me voy a disgustar, hombre…

Left.- Es el inconveniente de nuestro trabajo. Somos funcionarios.

Right.- Porque lo somos, querido, porque lo somos. Y lo somos de vocación, amamos nuestro puesto como Dios nos ha amado, que si no fuera…

Left.- Hala, ya… ya, tranquilo. Cálmese.

Right.- Ya me calmo tú, pero no me toquetees, ¡eh!, que me da como grima…

Left.- Bueno, bueno. Lo mejor, ya que usted tiene partida y yo también tengo mis cosas, lo mejor, digo, será comenzar cuanto antes. Me han hecho llegar los informes, tanto de su vida como de su muerte.

Right.- Si lo despachamos en hora y media quizá me dé tiempo…

Left.- Estos son los testimonios de aquellos que la conocieron y que declararon en su juicio.

Right.- Espere… Qué es ese ruido. Parece…

Left.- Sí, son ellas. Protestan.

Right.- Oiga, oiga, esto ya es mucho, ¡eh! ¡Qué panda de histéricas! Y total ¿para qué? ¿Qué más les darán estas cosas? Son casos antiguos, que a nadie le importan ya. Porque a mí, a mí esto no me importa nada ¿y a usted?

Left.- Hombre, a mí, importar… me quiere importar; pero mucho no, la verdad.

Right.- Se quejan de vicio. De vicio, se quejan.

Left.- Bueno sí, esto… tenemos que movernos con rapidez si queremos acabar pronto; ¿le parece?

Right.- Me parece. No perdamos un minuto.

Left.- Comenzaremos con la infancia, que fue donde parece que se gestó todo…

Right.- ¡De pequeñas, empiezan de pequeñas!

Left.- Invístase, haga el favor.

Right.- (Se pone una peluca de juez o equivalente.) Estoy. A partir de aquí me tratas de vos, ¡eh!

Left.- (Con peluca más pequeña o equivalente pero siempre atributo menor que el de Right.) Por supuesto. Veamos… Sí, aquí está, parece ser que la chica vivía en un ruinoso edificio de viviendas al pie del gran vertedero. Era recolectora de basura, oficio muy común entre las mujeres de aquella época. Su madre era… alegre, de algún lugar del sur. Su padre era moreno, un hombre serio. La chica pronto mostró interés por la guerra. Se dice que atemorizaba a los demás muchachos con sus historias y con su fuerza, pues no era doncella precisamente delicada, vos me entendéis.

Right.- Yo de esas cosas no entiendo nada. Proseguid, proseguid, no cambiéis de tema.

OSCURO.

LA HUMANIDAD SÓLO TIENE DOS FACETAS, ESTAR FUERA O ESTAR DENTRO… LOS DE FUERA VIVEN EN EL VERTEDERO; LOS DE DENTRO, EN LOS CASTILLOS, O EN LOS ÁTICOS…

EN UN TIEMPO PASADO O FUTURO, PERO SIEMPRE “MÁS PASADO” QUE EL ANTERIOR.

ES EL VERTEDERO. HAY UNA ESPECIE DE PLAZA BLANDA SOBRE LA BASURA Y DETRÁS, UNA LLANURA. HAY UN RUINOSO EDIFICIO SIN COLOR.

EN EL CENTRO, AL FONDO, VERTICAL, UNA LÍNEA DE LUZ. REPRESENTA LA CRUZ DE LOS CRISTIANOS. ES UNA BARRA FLUORESCENTE.

LA SOMBRA DE ESA LUZ PROYECTA EL TRAZO DE UNA FRONTERA EN EL SUELO DE LOS HOMBRES Y MUJERES.

JUSTO DELANTE, HAY UNA NIÑA CON LOS BRAZOS ABIERTOS. ESTÁ GRITANDO PALABRAS DE UN JUEGO INFANTIL.

 Ana.- Francia, Inglaterra… Francia… Francia… Inglaterra… Inglaterra… Inglaterra… Francia…

MIENTRAS DICE ESTO, UN GRUPO DE NIÑOS VA CORRIENDO DE UN LADO A OTRO DE LA FRONTERA.

 Ana.- Francia… Inglaterra… Inglaterra… Inglaterra….. Inglaterra… Inglaterra…

Niño 1.- Así no vale. Dices siempre Inglaterra y me aburro…

Polan.- (Que porta una espada de madera.) Tú también dices Francia cuando haces de madre.

Niño 2.- No es lo mismo, porque ahora estamos en Francia, y si vivimos en Francia pues somos franceses y hay que decir más tu país.

Polan.- ¿Por qué?

Niño 2.- Por eso, porque es tu país.

Ana.- Pero los franceses también pueden decir Inglaterra.

Niño 3.- Cómo van a poder, eso es un pecado de lo peor.

Juana.- Es pecado decir pecado…

Niño 1.- ¿Tú de qué vas? ¿Estás con Francia o con Inglaterra?

Juana.- Siempre con Francia.

Niño 2.- ¿Y por qué los apoyas?

Juana.- Porque por encima de Francia está Dios.

Todos.- Jooooooooooo.

Niño 2.- No empieces otra vez…

Niño 1.- …con lo de Dios…

Polan.- Eres una aguafiestas…

Ana.- Juguemos a otra cosa. A la batalla…

Polan.- ¡A la batalla!

Todos los Niños.- ¡Batalla… batalla… batalla…!

Juana.- Está bien. Preparaos… son las cinco de la tarde, el sol se vuelve de plata; plata francesa quemando los campos… André el morador, honrado recolector, ha perdido a su mujer. Su joven mujer de redondos senos…

Todos.- De redondos senos…

Juana.- …en manos del enemigo… Ha reunido a unos cuantos recolectores; todos víctimas del mismo yugo: el invasor… Con el vientre por coraza y el puñal en el diente… han rodeado el bastión de aquel intruso cobarde…

HAY UNA MUJER CUALQUIERA TENDIENDO LA ROPA. CUANDO JUANA LA VE, LES HACE UNA SEÑAL PARA QUE ESTÉN EN SILENCIO. CAMBIA EL TONO DE SU NARRACIÓN HACIA EL SUSURRO GUERRILLERO.

Juana.- Ahí estaba… el gordo cebón… el que manda de los malos… Ja, ¡tan tranquilo! No sabe que hay unos hombres que lo acechan…

Ana.- Y una mujer.

Juana.- …perdona… (Volviendo al guerrillismo.) no sabe que hay unos hombres y una mujer que lo acechan… quieren venganza por su daño…

Todos.- Venganza… venganza…

Juana.- Un joven coronel…

Polan.- ¡Yo seré el coronel!

Juana.- ¿Quién se está inventando la historia?

Polan.- Tú.

Juana.- ¿Quién es el coronel?

Polan.- Tú.

Juana.- ¿Por dónde iba?

Niño 2. Venganza.

Juana.- Un joven coronel… (Mirando a Polan.) y su lugarteniente… se adelantan para echar un ojo por allí…

SE ABRE UNA VENTANA. UN FEMENINOy MARCADO ACENTO SE PRECIPITA HACIA EL CORONEL.

Madre.- (Off.) Juana… Juana… Que tenga que está con la misma canción… ¡Virgen de mi vida! ¡Mal rayo te parta, desgraciá… que has de castigar a tu padre con asunto de espadas… Mírale… Torturao que va… p’ahí que te baja… ¡qué mierda y qué asco!

APARECE EL PADRE DE JUANA EN ESCENA.

Padre.- ¿Qué te tengo dicho? ¿Adónde te ha mandao tu madre?

Juana.- A por agua.

Padre.- ¿Y el agua?

Juana.- (En un susurro.) No está…

Padre.- ¿Qué has dicho? (La golpea en la cabeza.) ¿Que qué has dicho, que no te he oído?

Juana.- (Más alto.) Que no está.

Padre.- (Vuelve a golpearla.) ¿Y cómo es eso?… ¿Eh? ¿Cómo es que no está? (La pellizca.) ¿No me oyes? Di… (La empuja.) ¡Vete a por el puto agua ya!

JUANA ESTÁ A PUNTO DE CAER. SE VUELVE HACIA EL HOMBRE COMO PARA ENFRENTARLO. PERO SU ENVALENTONAMIENTO SE DISIMULA CON UNA ESPECIE DE OBEDIENCIA MARCIAL.

SE VA CORRIENDO HACIA LA LLANURA.

Ana.- Juana…

Padre.- ¿Qué te pasa a ti, eh? Que no te enseñan en tu casa a no meterte en las cosas de los hombres… ¿Te pregunto yo a ti de las cosas de tus padres? Puta inglesa… (A los niños.) No deberíais jugar con ella. ¡Joder, qué gentuza! (Sale.)

Polan.- Y a qué jugamos…

Niño 1.- ¿No lo has oído? No se juega.

Ana.- ¿Qué dices?

Niño 2.- Yo… tengo que irme a mi casa.

Niño 3.- ¡Y yo!

Polan.- Pero si es muy pronto.

Niño 1.- ¡He dicho que no se juega!

Ana.- (Le hace un corte de manga.) Caraculo.

Niño 1.- Puta.

Polan.- ¡No te metas con ella!

Niño 1.- ¿Vas a defender a una inglesa?

Pausa. Ana se marcha corriendo por la izquierda. El Niño 1 se va por la derecha. Polan queda en el centro sosteniendo la espada de madera.

SIETE AÑOS DESPUÉS.

RUIDO DE CAÑONES Y ARTILLERÍA.

Madre.- ¡Siete años! ¡Siete!… llevan a cañonazos. ¡Qué burros!… Mare Fátima vitoriosa… que se mueran to loj inglese y que lo lleve una marea… que le pique tor cuerpo… (Da a Juana una cesta con ropa.) Toma; y a si frota, ¡que te guhta mu poco frotá!

Juana.- Da igual que frote; el agua está sucia.

Madre.- Tú frota y se acabó, ¡qué doló de cabesa!

Juana.- Sí, madre…

Madre.- Y si ve argún moso, lo mira torsío. ¿A ve? Eso e. Ya he casao a tu hermano, no iba a quedanme tú…

Juana.- Sí mamá.

Madre.- (Con un cariño raro.) ¡Mírala! Si no e tan fea. Con esa cara de… cosita que tiene. (Con folclórica alegría.) ¿Quién ha dicho que mi niña e fea y que no se casa? Anda, corre a la fuente y no te me sarga de lo acordao que me da el reuma. Oye, ¿sabes que se casa la Ana?

Juana.- Sí, madre.

Madre.- Cuxa: ¿Cómo tiene que mirá?

Juana.- (Leve sonrisa.) Torcido…

Madre.- ¡Ésa e mi niña! Anda, corre… (Juana sale corriendo.) ¡Ay… qué fea que e la jodía!

JUANA CORRE HASTA LA ZANJA: UN CANAL ESTRECHO QUE DESPRENDE UNA LUZ AMARILLENTA Y QUE FLUYE BAJO LOS PLÁSTICOS DEL VERTEDERO.

EL ACCESO AL AGUA, CUALQUIERA QUE SEA.

AL FONDO, UNA PEQUEÑA COLINA QUE JUEGA DE BALCÓN A LA LLANURA.

 ANA FROTA EN CAMISA, ARRODILLADA.

SE LE VEN LOS HOMBROS MUY BLANCOS O MUY MORENOS. ESOS HOMBROS DE MUJER QUE SON COMO UN SUAVE

DES-LI-ZAR-SE…

Ana.- ¡Juana!… Aquí.

Juana.- ¿Qué haces?

Ana.- ¿Qué piensas que hago?

Juana.- Ya. Lavar.

Ana.- Sí, lavar… ¿o qué?

Juana.- Nada.

Ana.- Nada tú.

Juana.- Déjame.

PAUSA.

Ana.- ¿Te pasa algo?

Juana.- Nada.

JUANA SE ARRODILLA JUNTO A ANA Y SE PONE A SACAR LA ROPA DEL CESTO. SE QUEDA MIRANDO AL AGUA fIjAMENTE.

Juana.- Mira.

Ana.- ¿Qué?

Juana.- Tiembla.

COMIENZAn A SONAR, LEJANOS, LOS PASOS DE LOS SOLDADOS; COMO UN PULSO PERCUTIDO EN EL CUERO DE LA TIERRA. ANA SIGUE LAVANDO.

Ana.- (Tranquilamente.) ¿Son muchos?

Juana.- (Juana mira hacia la llanura.) Más que otras veces… Cien o doscientos… Doscientos infantes, diría yo; y algo de artillería.

Ana.- (Nerviosa.) ¿No vas a lavar?

JUANA SE PONE A LAVAR. PAUSA.

Ana.- Me caso. ¿Te lo han dicho?

Juana.- Sí. Enhorabuena.

Ana.- Gracias.

SUENAN en ESE MOMENTO CUERNOS Y TROMPETAS DE LAS TROPAS QUE PASAN.

Juana.- (Se levanta rápida y se asoma a la llanura.) ¿A dónde irán?

Ana.- ¿Qué?

Juana.- Digo que a dónde irán. Los hombres, digo.

Ana.- Y qué se te importa.

Juana.- No sé, a veces, me pregunto cosas. ¿Sabes? Te vas a reír de mí pero, algunas veces, tengo ganas de disfrazarme de hombre e ir por ahí.

Ana.- ¿Por ahí, por dónde?

Juana.- Por ahí… no sé. Por todo el mundo. Y estar siempre viajando de un lado para otro; y ver muchas cosas. Y bueno… Volver de vez en cuando a verte y contarte las cosas que hubiera visto, y también a mi madre y a los chicos. ¡La guerra es tan bonita!

Ana.- Tú estás muy mal.

Juana.- En la guerra puedes hacer muchas cosas; incluso una recolectora puede hacer cosas que jamás nunca soñó.

Ana.- Concéntrate Juana. Que tú te desconcentras mucho… ¿Cuándo vas a casarte?

VUELVE A SONAR EL RUIDO DE LOS CAÑONES. LAS NUBES RELAMPAGUEAN EN ROJOS Y AZULES. BRILLAN LOS OJOS DE Juana.

Juana.- ¡Míralos Ana! ¡Cómo brillan con sus armas! ¡Y qué rápidos van!… (Rememorando el viejo juego.) “El coronel a caballo…”

Ana.- Pero ¿tú qué tienes en la cabeza? ¿Qué tienes ahí? ¿Eh?

Juana.- Hay algo allí… Mira; Ana, mira.

Ana.- ¿El qué?

Juana.- Algo brilla entre los plásticos.

Ana.- Para ya.

Juana.- Es cierto. ¡Quizá sea una cruz! Me encantaría tener una cruz para rezar.

Ana.- ¡Basta! No hagas como si no me oyeras. Mírame.

Juana.- Voy a bajar.

Ana.- No puedes bajar, podrían matarte. Juana, escúchame, tienes que lavar la ropa. (Intenta detenerla.) ¡No! ¡No!

Juana.- (De repente.) ¡Déjame! ¡Qué sabrás tú! Tú vas a casarte. Eres como mi madre. Te casas.

PAUSA.

Juana.- Perdóname. Perdona.

Ana.- Tranquila. (Pasa la mano por su cabeza.) Que dios te bendiga.

SUENA UN CAÑONAZO.

Juana.- ¡Iré a por ella! No tardaré nada.

ANA VA A DECIR ALGO, PERO JUANA LA INTERRUMPE.

Juana.- No, ya sé. Que es peligroso. Pero no tardaré nada. Te lo juro. Bajaré corriendo y subiré volando… (Off.) ¡Que sea una cruz Ana!

JUANA SE HUNDE EN EL FONDO DEL PAISAJE. ANA SE HA QUEDADO MIRÁNDOLA DE ESPALDAS A LA ZANJA.

TRES JOVENES SE ACERCAN EN ESE MOMENTO AL LUGAR. SON LOS NIÑOS DE LA PRIMERA ESCENA, QUE YA HAN CRECIDO.

ANA SE DA LA VUELTA Y SE ASUSTA UN POCO AL VERLOS.

ELLOS LA ESTÁN MIRANDO.

ANA SE PONE A LAVAR.

Joven 1.- ¿Qué haces, Ana?

Ana.- ¿Qué crees que hago?

Joven 1.- Dicen que te casas.

Ana.- Dicen que vais a alistaros.

Joven 2.- Ya lo hemos hecho.

Joven 3.- ¿No ves el uniforme?

Ana.- Sí que estáis guapos. (Sonríe.)

Joven 2.- ¿Te gustan los uniformes o los soldados?

Joven 1.- ¿Con quién has dicho que se casa?

Joven 3.- Con un inglés.

Joven 1.- Así que se llevan a nuestras doncellas.

Joven 3.- Eso parece.

Joven 1.- Pero nosotros somos soldados…

Joven 2.- Azul Prusian.

Joven 1.- ¿Ana?

Ana intenta escapar. Corre a un lado y a otro. Pero están como perros. La rodean, la sujetan y la violan.

La introducen cabeza abajo en la zanja y la ahogan en el agua sucia.

pausa.

Juana.- (Off.) ¡Mira!… ¡Ana!… debe haberse caído de algún cinto…

LOS JÓVENES SE AJUSTAN LOS CINTURONES DE SUS NUEVOS INIFORMES Y SE DISPONEN A MARCHAR. NO BIEN SE HAN ALEJADO UN POCO DE ANA, JUANA ASOMA A LA COLINA EMPUÑANDO UNA ESPADA DE PLATA.

El TIEMPO SE DETIENE.

LA IMAGEN, POCO A POCO, SE CONGELA Y SE QUEMA EN UNA LUZ BLANQUÍSIMA.

JUANA MIRA AL CIELO Y DESPARECE MIENTRAS REPITE LAS ÚLTIMAS PALABRAS DE ANA.

Juana.- Que dios te bendiga… que dios te bendiga.

Left.- (Off.) TESTIMONIO PRIMERO: POLAN LASSOIS, EL PRIMO AL QUE LLAMABA TÍO POR RESPETO.

Polan.- (Adulto.) A mí tampoco me gustaba lo de Ana con el inglés. Pero no sé… Juana se puso muy rara desde entonces. Empezó a decir que era un soldado. Su madre era una mujer enfermiza. Se desmayaba con los disgustos. Arrastraba a Juana de los pelos. Pero nada; no podían con ella. No puedo decir si me engañó. Muchos pueden pensar que mentía. Incluso puede que sí, que mintiera. No digo yo… no era una mentirosa; eso no. Ella rezaba siempre y creía mucho en Dios… Pero puede que alguna cosa fuera mentira… Digo que… uno la creía; se sentaba allí con su vestido rojo y te miraba, con ojos de rana; que era la cara de la verdad la suya… ¡Y a ver quién podía no escucharla! Porque ella sabía lo que quería. Y al principio se calló; pero luego ya no se aguantó y empezó a decirlo… Y la gente, claro, lo normal era reírse. Pero después de un rato ya uno no se ríe y empieza a darle vueltas a las cosas…

AUNQUE ESTAMOS EN UN FUTURO INICERTO, LOS CASTILLOS SON LOS DE SIEMPRE.

A LAS PUERTAS DEL CASTILLO DE VAUCOULEURS, JUANA SE HA PUESTO A CANTAR. EL SOL CAE.

UN HOMBRE, ROBERTO BAUDRICOURT, LA OBSERVA DESDE SU VENTANA.

DOS JÓVENES, DESDE LA ALTURA MEDIA DE UNA ALMENA, LA DESCUBREN DIVERTIDOS.

SON JUAN DE MENTZ, CON SU BOTELLA, Y POULENGY.

Juan.- (Divertido.) ¿Es ella? ¡Es ella! ¡No puedo creerlo! Bajemos.

Poulengy.- Estás borracho.

Juan.- Tú más.

Poulengy.- Yo más. Pero no lo parezco.

INTERIOR DEL CASTILLO DE VAUCOULEURS.

DESPACHO DE ROBERTO DE BAUDRICOURT.

SENTADO EN UNA BUTACA ALTA Y ESTRECHA, ROBERTO. FRENTE A ÉL, DE PIE, SU MAYORDOMO.

Roberto.- ¿Cómo que no hay huevos? ¿Qué quieres decir con que no hay huevos?

Mayordomo.- No es culpa mía señor. Es la voluntad de Dios.

Roberto.- ¡Blasfemia! Te voy a dar una hostia… (Está a punto de pegarle, pero se contiene.)

Mayordomo.- ¿Qué puedo hacer, señor? Yo no puedo poner huevos.

Roberto.- ¡Vaya, vaya! Encima te burlas.

Mayordomo.- No señor… quiero decir que las gallinas no pueden poner…

PAUSA.

Roberto.- ¿Quién soy yo?

Mayordomo.- ¿Quién sois vos señor?

Roberto.- Sí, ¿quién soy? ¿Cómo me llamo?

Mayordomo.- Roberto de Baudricourt. Capitán del castillo de Vaucouleurs.

Roberto.- Precisamente. Y sabes quién eres tú.

Mayordomo.- Yo señor, no soy nadie… Salvo que tengo el honor de ser vuestro mayordomo.

Roberto.- Tú eres el peor imbécil del culo.

Mayordomo.- A un señor tan poderoso como vos, debo parecerle algo así.

Roberto.- Será culpa mía, ¿no?

Mayordomo.- Señor, siempre torcéis el sentido de mis más inocentes palabras.

Roberto.- Tu cuello es lo que voy a retorcer.

Mayordomo.- Señor, señor…

Roberto.- Nada de señor, señor. ¡Vienes y me dices que no hay huevos! ¿Qué tengo que pensar? ¿Eh? ¿Quién los robó? Dímelo antes de que te eche a patadas del castillo por mentir y por vender mis bienes a los ladrones. Ayer faltaba leche también. No lo olvides.

Mayordomo.- Lo sé demasiado bien, señor. No hay leche, no hay huevos… mañana no habrá nada.

Roberto.- ¡Nada! ¿Es que piensas robármelo todo?

Mayordomo.- Qué va… pero pesa un maleficio sobre nosotros… estamos… embrujados.

Roberto.- No me pongas a prueba.

Mayordomo.- No, es cierto. Es la Doncella. La muchacha del vertedero…

Roberto.- (Sorprendido.) ¿Sigue ahí?

Mayordomo.- Sí señor.

EN LA ALMENA, SOBRE JUANA, EL DE MENTZ HA ESTADO HACIENDO EQUILIBRIOS DE BORRACHO… POULENGY LLEVA UN RATO OBSERVÁNDOLO.

HA COMENZADO A REÍRSE, CON UNA RISA FLUIDA, DE TONO MEDIO, COMO UN SOL-TAR-SE.

LOS MOVIMIENTOS DE JUAN, HAN PASADO DE LO BURLESCO A LO SENSUAL… POULENGY SIGUE RIENDO Y ECHA UNA VISTAZO FUGAZ A SU ALREDEDOR DE VEZ EN CUANDO.

MENTZ SE ACABALLA SOBRE LA MURALLA DE PIEDRA Y PROVOCA SEXUALMENTE A SU AMIGO.

POULENGY LO AGARRA CON FUERZA, LO SACA DE LA MURALLA Y LO APRIETA ENTRE EL MURO Y SU PROPIO CUERPO.

Poulengy.- ¡Basta! ¿Sabes lo que me ha costado sacarte esta vez?

Juan.- (Mimoso.) Venga Poly… Pooooooly… ¿No vas a darme ese gusto? He estado tres días en el calabozo… ¡Pero si casi no puedo andar!

Poulengy.- Lo único que te falta es que Baudricourt te descubra hablando con esa chiflada.

Juan.- (Intenta beber.) Se nos ha acabado. Necesitamos una botella…

Poulengy.- Deberías ser prudente. El nombre llega donde llega.

Juan.- ¡No me jodas con eso ahora!

LA CAMISA DE JUAN SE HA ABIERTO Y AHORA LE ENSEÑA EL PECHO MUY BLANCO AL CREPÚSCULO SOBRE LA ALMENA.

AMBOS FORCEJEAN UN POCO; POULENGY HUNDE LOS LABIOS EN SU PECHO.

Juan.- ¡Qué ganas! (Abre sus piernas y se acomoda en torno a Poulengy.) Iremos a verla… (Poulengy le mira con cierto odio y vuelve a arañar el jubón sobre su pecho. Después lo lleva hasta el suelo. Ambos desaparecen tras la muralla de la almena. Se oyen risotadas del de Mentz.) ¡Quieres darte prisa!

DESDE LA VENTANA.

Roberto.- ¡Pero si te mandé que la echaras!

Mayordomo.- Le dije que se fuera señor. Pero es que no quiso.

Roberto.- Por qué no escuchas lo que te digo. Te dije que la echaras, no que le pidieras amablemente que se fuera. ¡Por el amor de Dios! Tenéis cincuenta hombres armados y una docena de criados para cumplir mis órdenes. ¿Acaso le tienen miedo?

Mayordomo.- Es tan decidida señor…

Roberto.- Decidida… ¡te voy a tirar escaleras abajo!

Mayordomo.- No, señor, por favor.

Roberto.- Bien, detenme con tu decisión. Debe de ser bastante fácil. Ella lo hace ¿no?

Mayordomo.- No os libraréis de ella arrojándome a mí por la escalera.

Roberto.- Ya.

ROBERTO COMIENZA A PASEAR PENSATIVO.

JUAN DE MENTZ Y POULENGY SE DESCUELGAN Y BAJAN A LA SUPERFICIE DEL SUELO ANTE EL CASTILLO.

JUANA SE HA QUEDADO DORMIDA.

Poulengy.- ¡No la toques! No sabemos qué puede tener.

Juan.- Vamos, Poly. No va a morderme. (Juana abre sus ojos.) Ahh…

Juana.- Hola.

Juan.- Juan de Mentz. (Extiende, muy delicada, la mano.) Tanto gusto.

Juana.- Tanto gusto a usted también…

Juan.- (Riéndose.) ¡Me meo!

JUANA MIRA A POLY.

Poulengy.- Caballero Poulengy.

JUANA, AÚN UN POCO INSEGURA, LE EXTIENDE LA MANO, PERO POULENGY NO SE LA DA.

Juan.- (Rápido.) Pero podéis llamarle Poly… De veras, no se enfada. Es muy amable… casi siempre. Pero contadnos, ¿de dónde venís o quién sois vos muchacha, que tan en jaque tenéis al gordo Baudricourt?

Juana.- Me llamo Juana.

Juan.- ¡Como yo!

Juana.- Y he venido para hablar con Baudricourt desde Domremy.

Juan.- ¿Domremy? (A Poly.) Me meo.

Poulengy.- Y qué puede hablar una recolectora del vertedero con el capitán de los Prusians en Vaucouleurs.

Juana.- Es que he de ir a ver al Delfín.

Juan.- ¿A quien has dicho preciosa?

Juana.- Al rey Carlos. Al Delfín.

Juan.- (Ataque de risa.) ¡No puedo! ¡Es total!

Poulengy.- ¡No hagas ruido, quieres! ¿Y cómo pensáis conseguir audiencia con el Rey?

Juana.- Dios lo tiene dispuesto.

Juan.- Impresionante.

Poulengy.- Sería la primera vez.

Juan.- Alguna tiene que ser.

Poulengy.- Pero estáis muy lejos de Chinon.

Juana.- Una cosa llevando a la otra. Primero tengo que ver al capitán. Luego, a Chinon.

Juan.- ¡Chinon! Me encanta.

Juana.- Debo ser paciente y, a la vez, siento como una prisa… Hace tres días que espero y vos (por Juan), sois el primero que me saluda. Los demás parecen tener miedo de mí. Yo sólo soy una muchacha de Lorena; soy absolutamente inofensiva… Lo que pasa es que nuestras tropas están desanimadas, y no es para menos, pues media Francia está en manos de los ingleses. ¡Oh, debéis perdonarme! Tengo la lengua inquieta. He estado pensando mucho y… ¡tenía tantas ganas de hablar! (Mira hacia la ventana del despacho.)

Poulengy.- No recibirá a una recolectora.

Juan.- No le hagas caso. Siempre está fastidiando.

Juana.- Puede que yo os parezca una recolectora… Mi madre es recolectora, y también todas las mujeres que yo he conocido. Y en realidad, aunque lo he sido durante mucho tiempo, nunca lo he sido del todo.

Juan.- No. ¿Por qué?

Juana.- Es que no me concentraba mucho. Eso me decían… Me iba con Ana a buscar entre la basura. Ella era la mejor. Siempre encontraba buenas cosas: mantas, latas grandes, una cacerola, cajas de buen cartón… pero yo. Bueno, yo siempre encontraba trastos; radios viejas o ruedas de bicicletas, y luego se las daba a los más pequeños para que jugaran…

Poulengy.- ¡Qué mona!

Juana.- Luego llegaba a casa y claro, mi madre me daba… ¡Qué persecuciones! Y Ana siempre me decía: no te concentras, no te concentras.

Juan.- A mí me pasa lo mismo.

Poulengy.- Y esa amiga tuya, ¿no ha venido contigo?

Juana.- No podría. Dios se la llevó de mi lado.

Juan.- Lo siento muchísimo querida.

Juana.- Fue por culpa de la guerra. Por los ingleses. Si los ingleses no hubieran venido a Francia, los franceses estarían tranquilos y no harían esas cosas que hacen, que a veces me da vergüenza hasta que sean franceses también.

Poulengy.- ¡Cierra la boca, puerca! ¡Lo que faltaba! ¿Qué sabrá una sucia recolectora de la guerra y de nuestras tropas?

Juana.- (A Poly.) Puede que yo esté sucia, sí, pero os aseguro que conozco muy bien lo que es la guerra; llevo toda mi vida viviendo en ella. Y puede que todo en mi sucio aspecto os haga creer que soy una recolectora… pero yo… ya no soy ni eso. Siento… Siento como si hubiera dejado de existir. Yo ya no soy nada porque he venido a este mundo para hacer algo más importante que mi propia vida. Es como llevar un recado tan importante, tanto, que te vuelves invisible.

Juan.- ¿Un recado?

Juana.- Sí; un recado de Dios. Al llevar un mensaje de Dios, dejo de ser Juana y es como si me convirtiera en lo que tengo que hacer, en el mismo mensaje…

Poulengy.- Si yo fuera Dios escogería un cartero más distinguido.

Juana.- Mas no lo sois.

Poulengy.- ¿Y por qué diablos iba Dios a escoger a una doncella del vertedero?

Juana.- ¿Y por qué no? Veréis, no puedo intentar comprender los motivos de Dios. Él habla conmigo, pero yo no puedo saber lo que está pensando.

Juan.- ¡Me meo!

Poulengy.- Por favor…

Juan.- ¿Yo también puedo ser cartero?

Juana.- No veo por qué no.

Poulengy.- ¿No lo veis? No dicen que sois adivina. Resulta bastante evidente.

Juana.- Yo no soy adivina. Eso qué tiene que ver.

Juan.- (Poniéndose en pie, a Poly.) ¿Qué tengo yo que no tengáis vos?

Poulengy.- No es esa la discusión.

Juana.- ¿Qué discusión?

Poulengy.- (Señalando a Juan.) Decid, ¿creéis que él puede ir al cielo?

Juana.- (Tras observar un segundo a Juan quien aún da muestras de borrachera.) Si encuentra la puerta…

Juan.- ¡¡Ja!! (De la risa cae al suelo.) ¡Qué os parece!

Juana.- (Le ayuda a levantarse.) ¿Estáis bien?

Juan.- De verdad creéis que iré al cielo.

Juana.- Estoy segura.

Juan.- ¡Oh, iré con vos a Chinon! Tengo ganas de comprarme algún trapito. ¿Qué dices Poly? ¿Nos vamos con la chica? (Poly no contesta.) Necesitaréis ropa de hombre para el viaje. Quizá yo tenga alguna cosa… Y un caballo. (Camina en torno suyo para calcular sus tallas.)

Juana.- (Riendo.) ¿Sois de verdad señor o estoy hablando con uno de mis ángeles?

Juan.- ¿Habéis oído?, cree que soy una Virgen. Os pondremos jubón y calzas. Botas y media espada… con eso bastará.

Juana.- (Mostrando su espada.) Tengo la mía señor.

Juan.- ¡Uy, qué miedo! Está bien. Le sacaremos brillo a la espada, ¿verdad Poly?

EN ESE MOMENTO, BAUDRICOURT MIRA POR LA VENTANA.

Roberto.- ¿Ves ese árbol?

Mayordomo.- Sí señor.

Roberto.- Iban a talarlo… y yo lo salvé.

Mayordomo.- Sí, señor.

Roberto.- (Sorprendido, señalando a Juana.) ¿Qué hace ahí?

Mayordomo.- Seguramente rezar. Dicen que reza todo el día.

Roberto.- Ven aquí imbécil. ¿Eso es rezar?

Mayordomo.- Parece que está hablando con los soldados.

Roberto.- Conozco a esa clase de muchachas que están siempre hablando con los soldados. (Con las manos en el cinto.) Hablará conmigo un ratito. (A Juana.) ¡Eh, tú!

Juana.- ¿Es a mí, señor?

Roberto.- Sí.

Juana.- ¿Tú eres el capitán?

Roberto.- Maldita descarada. Sí, soy el capitán. Sube inmediatamente. Vosotros dos, mostradle el camino.

Mayordomo.- Quiere hacerse soldado, señor. (Baudricourt le mira furioso.) En serio.

ABAJO JUANA HA ESTALLADO EN UNA CARCAJADA. SE ABRAZA A JUAN Y AMBOS LO CELEBRAN. COGIDOS DEL BRAZO SE APROXIMAN A LA PUERTA DE LA TORRE DONDE ESPERA ROBERTO. JUANA ENTRA EN LA TORRE.

Poulengy.- ¿Qué coño haces? Nos la vamos a cargar por tu culpa. Qué cara crees que va a poner Baudricourt cuando esa estúpida le diga que cuenta con nuestro apoyo…

Juan.- ¿Por qué te preocupas? Esa muchacha es capaz de convencer a cualquiera. ¿Has visto sus ojos? Está loca.

Poulengy.- ¿Y si no?

Juan.- Si no… está igualmente loca. ¿Quién puede acusarnos por lo que diga?

Left.- (Off.) Testimonio segundo: del Mayordomo.

Mayordomo.- (Anciano.) No puedo yo decirles lo que le dijo, pues no puedo saberlo. Yo es que me fui por evitarme un zarrugazo… que don Roberto tenía un pronto… que yo bien y no me quejo… que a mí me dicen arriba y yo arriba… Me dicen abajo, y abajo me encontrarás… pero si puedo evitar algún golpe… Hay que ser práctico… Pero seguro que alguna cosa muy importante le tuvo que decir. ¡Je, je! Acabó convenciéndole. ¡A don Roberto! Je, je… ¡Qué les parece la muchacha! Al final sacó tajada y todo, oyes, porque entre todos le pagaron un traje de hombre. Sí, ¡de hombre! Y también un caballo y unas botas. La espada no; porque ya traía una ella que sabe Dios de dónde la habría sacado.

DURANTE ESTE TESTIMONIO SE HA HECHO LA NOCHE OSCURA. SÓLO SE VE YA LA VENTANA QUE ENFRENTA A JUANA CON ROBERTO. MUDOS, SE MIRAN. LA LUZ COMIENZA A ESCAPARSE Y, EN EL GRANERO, SUENA UNA VOZ DE ALEGRÍA.

Mayordomo.- Y yo le dije: “¡Señor!… ¡Son las gallinas señor!… ¡se han puesto a poner como locas!… ¡cinco docenas de huevos!…” Je, je… cinco docenas. Y don Roberto sólo atinó a decir “Dios del cielo… Él nos la ha enviado” je, je…

EN CHINON.

NOCHE. SOBRE EL SUELO EN CUADRÍCULA LOS PERSONAJES PARECEN ENORMES PIEZAS DE AJEDREZ. UN GRAN SALÓN CON VENTANAS AL JARDIN.

HAY CUATRO SILLAS. HAY CINCO PERSONAJES:

CARLOS VII (EL DELFÍN QUE HACE DE REY).

SU MADRE (UNA ANCIANA ENCANTADORA Y REINA).

EL ARZOBISPO DE REIMS (LA TORRE).

PUCHI (LA ESPOSA DEL REY; ES EL ALFIL).

GILLES DE RAIS, “BARBAZUL” (JUEGA COMO CABALLO).

ENTRARÁ MÁS TARDE PIERRE, UN PAJE JOVEN, (VESTIDO DE PEÓN).

DESPUÉS LLEGARÁ OTRO PAJE, IGUALMENTE ATAVIADO.

PERMANECEN ESTÁTICOS.

DE PRONTO, SUENA UNA MÚSICA. SOBRE UN MISMO PULSO, COMIENZAN A MOVERSE, ESTÁN JUGANDO AL JUEGO DE LAS SILLAS.

LOS CINCO PRIMEROS GIRAN ALREDEDOR DE LOS ASIENTOS. TODOS SON ALTOS. INCLUSO EL REY; PERO ÉSTE TIENE ALGO DESGARBADO AL ANDAR QUE LO SEPARA DE LA DISTINCIÓN QUE ACOMPASA AL RESTO DEL GRUPO.

LA MÚSICA SE DETIENE.

TODOS CORREN A SENTARSE. AL REY SE LE ESCURRE LA CORONA DE LA OREJA POR EL SUDOR DEL EJERCICIO. SE AGACHA A RECOGERLA Y DE LA QUE RETORNA AL JUEGO, ÉSTE FINALIZA.

EL REY PIERDE Y TODOS LOS DEMÁS SE RÍEN.

Reina.- Habéis perdido hijo mío.

Barbazul.- Quizá os esté un tanto grande la corona.

RISA DE AMBOS.

Carlos.- ¡Mamá! No tiene gracia.

Puchi.- A mí es que me encanta este juego. Fui campeona en mi pueblo ¿sabe?

Arzobispo.- No me cabe duda.

SUENA UN TAMBORIL. ENTRA UN PAJE.

Rey.- (Molesto.) ¿Qué quieres?

EL PAJE SUSURRA ALGO AL OÍDO DEL DELFÍN Y SE VA.

Reina.- ¿Y bien?

Rey.- ¿Y bien qué? Juguemos.

Puchi.- (Con risita.) Juguemos, juguemos…

Barbazul.- ¡Qué encanto!

SUENA LA MÚSICA DE NUEVO. COMIENZA OTRA VEZ EL JUEGO.

LA MÚSICA SE DETIENE ENSEGUIDA. TODOS CORREN.

LA REINA Y EL REY QUEDAN REZAGADOS; DE PRONTO, VEN UN HUECO Y AMBOS CORREN HACIA ÉL.

CARLOS, EN UNA ARRIESGADA MANIOBRA, CONSIGUE LLEGAR PRIMERO.

Carlos.- ¡Ja! (Se ríe en su cara.)

LA REINA SE ARRANCA EL ALFILER DEL MOÑO Y, RAPIDÍSIMA, ASESTA UN CERTERO AGUIJONAZO A SU HIJO.

Carlos.- Aaaauuuuuuuu. (Y del daño y del susto abandona la silla que rápidamente es invadida por su reina.) ¡No vale!

Reina.- Aquí vale todo. ¿Te enteras? ¿Se puede saber qué te ha dicho?

Carlos.- ¿Quién?

Reina.- No te hagas el tonto conmigo que vas muy mal por ahí. ¿Qué te ha dicho?

Arzobispo.- Obedece a tu madre Carlitos, no la hagas enfadar que es pecado.

Carlos.- ¡Qué va a ser pecado! Lo que pasa es que sois todos unos chismosos…

Puchi.- Cálmate cariño.

Carlos.- ¡No me digas que me calme!

Reina.- (Cogiéndole por la oreja.) Suéltalo ya, enano.

Carlos.- Está bien. Tampoco es ningún secreto…

Barbazul.- ¿Y bien?

Carlos.- Ha llegado.

Todos.- (Menos la reina.) ¡La Doncella del vertedero!

Carlos.- La manda Roberto de Brandicourt y dice que quiere verme.

Reina.- (Inocente.) Un momento, ¿de quién estamos hablando?

BARBAZUL Y EL ARZOBISPO LA APARTAN UN POCO.

Arzobispo.- Es una mujer… Habitaba en la Llanura del Vertedero.

Barbazul.- Por lo visto un día se volvió loca y dijo que quería ser soldado.

Arzobispo.- Es mucho peor; ¡dice que habla con Dios!

Reina.- ¿Es rubia o morena?

Barbazul.- Es fea.

Reina.- De acuerdo.

Arzobispo.- Dice también que piensa dirigir a los ejércitos.

Barbazul.- En función de un plan perfectamente trazado por San Miguel Arcángel.

Arzobispo.- Que siempre fue muy peleón y amigo de las espadas.

RISA DE LOS TRES.

Carlos.- Dice que va a hacer que me coronen en Reims.

Reina.- ¿Qué? ¿Qué has dicho? ¿Pero cómo se atreve? (Estalla en un ataque de ira.) Esa… esa niñata Esa puta, esa zorra deslenguada…

Barbazul.- Tranquilizaos, por Dios.

Arzobispo.- Sabéis que no os conviene alteraros…

Reina.- A tomar por el culo… ¡a tomar por el culo! ¡hijosdeputaa…! ¡A la mierda…!

Arzobispo.- ¡¡Sujetaaaaaaaadla!!

Barbazul.- (A Carlos con cara de pánico.) ¿Dónde lo tienes?

Carlos.- (Sacando una gran píldora.) Aquí.

Puchi.- ¡Date prisa, cariño!

Reina.- (Escapada. Corriendo de un lado a otro.) Mamoneeeeeeeessssss……….

ENTRE LOS TRES CONSIGUEN REDUCIRLA E INTRODUCIRLE LA PÍLDORA POR EL GAZNATE.

Reina.- (Totalmente calmada.) Querido Charli, hijo mío. ¿Tienes idea de por qué dice esa puta… esa chica… esas cosas que dice?

Carlos.- No sé. No tengo nada que ver. No la he visto en mi vida.

Barbazul.- Entonces, ¿cómo sabréis que es ella y no una impostora?

Carlos.- Habrá algún modo de averiguarlo.

Arzobispo.- Podría ser una espía del enemigo.

Barbazul.- Podría intentar asesinaros.

Reina.- (Solemne y definitiva.) Declaro que es altamente peligroso que os entrevistéis con esa joven.

PAUSA.

Puchi.- ¿Y un milagro? Que haga un milagro.

Carlos.- ¡Eso es! ¡Eres genial, Puchi!

Arzobispo y Barbazul.- ¡Qué encanto de criatura! ¡Que Dios la bendiga! ¡Y lo bien que presenta en la tele!

Reina.- Está bien. Haremos un juego.

Puchi.- ¡Viva!

Reina.- Dices que nunca la has visto.

Carlos.- No, nunca.

Reina.- O sea, que si entrase aquí no tendría por qué reconoceros.

Arzobispo y Barbazul.- Eso es…

Reina.- Pero si Dios le ha ordenado venir hasta vos, el hecho de que nadie le diga quién es el rey, no podrá detenerla. Porque Dios mismo la va a guiar hasta él, es decir, hasta vos; es imposible que se equivoque.

Puchi.- Me he perdido.

Carlos.- ¿Y si se equivoca?

Reina.- Sería una impostora.

Carlos.- ¿Y si no se equivoca?

Reina.- Será una santa.

Carlos.- Y si no es una impostora e igualmente no me elige a mí…

Reina.- ¡Y si, y si! ¿Cuál es el record de preguntas consecutivas?

Arzobispo.- No disgustes a tu madre, hijo mío.

EL PAJE VUELVE Y LE DICE ALGO AL OÍDO A BARBAZUL.

Barbazul.- Ya viene, ya viene.

Reina.- ¡Rápido! Apostemos.

Barbazul.- Yo estoy con la chica.

Arzobispo.- Tres a uno a que no lo consigue

Carlos.- Me prestáis dinero para apostar.

Reina, Barbazul y Arzobispo.- ¡Cállate!

TRAPICHEO.

Reina.- De acuerdo entonces.

Barbazul y Arzobispo.- ¿Y usted?

Reina.- Yo os guardo el dinero, hijosdeputa. ¡A callar!

RÁPIDAMENTE SE DISPONEN A MODO DE DISLOCADO E INMÓVIL BESAMANOS. JUANA ENTRA EN LA ESTANCIA.

SE DETIENE EN LA PUERTA Y OBSERVA EL CUADRO QUE SE DIBUJA FRENTE A ELLA.

A UNA SEÑAL DEL PAJE Y EN EL MÁS ABSOLUTO SILENCIO, JUANA ENTRA EN EL SALÓN.

Juana.- Hola…

NO HAY RESPUESTA. SIGUE AVANZANDO. VA DEJANDO ATRÁS A PUCHI, A BARBAZUL… LLEGA AL REY Y SE DETIENE.

EN ESE MOMENTO ENTRA PIERRE CON UN CALDERO EN LA MANO. JUANA LE MIRA Y LE SIGUE HASTA UN EXTREMO DEL SALÓN.

Pierre.- Es que hay agujeros en el techo… Goteras.

TODOS LOS DEMÁS HAN ABANDONADO SUS POSICIONES Y SE HAN DESPLAZADO UN POCO PARA OBSERVARLA.

EL REY SE HA ADELANTADO MÁS QUE LOS OTROS. ESTÁ JUSTO DETRÁS DE ELLA. JUANA SE DA LA VUELTA Y LOS DESCUBRE.

TODOS VUELVEN AL BESAMANOS MENOS CARLOS, QUE SE HA QUEDADO UN TANTO ALELADO.

Juana.- No huyáis… mi señor…

Barbazul.- (Triunfal.) ¿Qué duda cabe de que le ha reconocido pues mi señor le llama?

Puchi.- (Extasiada.) ¡Ha reconocido al rey!

Arzobispo.- ¡Oh, por favor! Esa prueba no es concluyente.

Puchi.- ¿Lo ha visto señora? ¿Ha reconocido a nuestro Carlos?

Reina.- (Con asco.) No te me pegues. No te pegues a mí.

Barbazul.- No podéis negarlo. Le ha reconocido.

Arzobispo.- No le habéis dado tiempo.

Barbazul.- Que arbitre la reina.

Reina.- A mí no me metáis en líos. Yo me lavo las manos.

Se enfrascan en una leve discusión.

Juana.- (Interrumpiendo; a Carlos.) Necesito hablar con usted cuanto antes.

Carlos.- (Desconfiado.) ¿Y eso por qué?

Puchi.- ¡Te ha reconocido! ¡Te ha reconocido!

Carlos.- Calla, Puchi. No ves que si… ¡tú qué vas a ver!

Juana.- ¿Señor?

Carlos.- Le importa. Estoy resolviendo un asunto familiar. (A Puchi.) Ahora, no vas a interrumpir más, ¿a que no?

Puchi.- No.

Carlos.- Ésa es mi chica.

Juana.- Señor.

Carlos.- Ya vaaaa… (A Puchi.) Y ahora, vamos a saludar a esta chica tan impaciente. Vos sois…

Juana.- Creí que ya os lo habían dicho.

Carlos.- Esto es un palacio y tiene sus normas. Podéis decir vuestro nombre o rellenar un formulario a la entrada.

Juana.- Me llamo Juana. Soy de Lorena. De Domremy, para ser justos. Eso está en el Vertedero. Junto a la Llanura.

Puchi.- (Impresionada.) Dicen que es muy peligroso.

Juana.- Muy.

Puchi.- ¿Y cómo pudisteis salir entonces?

Juana.- Pues verás, salimos de allí gracias a un buen comerciante que tan sólo nos cobró por ello el equivalente de un año de jornal y bueno, no penséis que fue fácil, pues había peligrosas bandas persiguiéndonos para cortarnos el cuello…

Puchi.- ¡Bandas peligrosas!

Rey.- Hala, ya. A la cama.

Puchi.- Joooooo…

Rey.- ¡A la cama! (Puchi se retira.)

Juana.- Maja la chica… Señor, permitidme que vaya directamente al asunto…

Rey.- (Interrumpiéndola.) Aquí Gilles de Rais. Más conocido como Barbazul. Mi madre, viuda de mi padre, y el Arzobispo de Reims.

Juana.- Tanto gusto a los tres.

Barbazul.- ¡Tanto gusto! Si sabe hablar.

Reina.- ¡Qué encanto de muchachita!

Barbazul.- ¿Qué os parece la corte, joven amiga?

Juana.- No está mal. Es… de maravilla. Pero no me la imaginaba así.

Reina.- ¿Y cómo te la imaginabas, chiquitina?

Barbazul.- Nos imaginabais en tiendas de campaña como esos rudos soldados que os han acompañado hasta aquí.

Reina.- Y que os siguen sabrá Dios por qué motivo.

Juana.- No señor, que bien sé yo que tienen ustedes paredes. Y techos altos. Y caballos, y coches, y estas sillas tan modernas…

Pierre.- (Ha estado atento a toda la escena, intrigado por la visita de Juana. Poco a poco se ha ido enfrascando en la conversación hasta el punto de haberse colocado junto a la reina, recostada su cabeza sobre el regio brazo. Está tan embebido que no puede reprimir el comentario.) ¡Y esa lámpara tan chula!

PAUSA.

Pierre.- Perdón.

Juana.- (Sonriendo.) Y lámpara también… Pero es que, no sé, yo me imaginaba esto… no sé… Te dicen: el castillo de Chinon, la casa del Rey; y a uno se le vienen a la cabeza un montón de ideas de armas y guerra… porque como somos un país en guerra, pues te imaginas al rey combatiendo con su espada al enemigo invasor… Y luego, cuando vuelve a casa después de la dura batalla, siempre le espera su esposa, que es muy rubia y muy fiel… y esas cosas. Pero cuando entré aquí y os vi, no tuve la impresión de que éste fuera El Castillo de la Guerra. Parecía más… como una tienda de juguetes; es que las he visto últimamente. Vas pasando y los ves, a los muñecos. Como son de plástico tienen un aspecto siempre un poco triste. Porque no están vivos. Se parecen a las personas, pero no están vivos. Son como una persona falsificada.

Reina.- ¿Qué está diciendo?

Arzobispo.- Que no somos el Castillo de la Guerra. Que somos el Castillo de la Juerga.

Juana.- (Reparando en él.) ¡Arzobispo! ¡Qué ganas tenía de conocerle! Usted es muy amigo de Dios. ¡Qué buena persona que es! Mírale, que tiene cara de buena persona. (Maternal.) ¿Quién ha dicho que tenía cara de nazi? ¿Eh? ¿Quién va a coronar a mi Charli en Reims?

Reina.- ¿Quién, bonita?

Juana.- El padre.

Reina.- (Nerviosa.) ¿Qué padre?

Carlos.- ¡Qué padre va a ser! El único que hay aquí. El Arzobispo.

Arzobispo.- ¡Calla y no vayas contra tu madre!

Barbazul.- ¿Y cómo tenéis pensado ayudar a nuestro rey?

Juana.- Primero me dirigiré a Orleans. Romperé los muros que allí os separan de vuestra nación. Después iré… iré a París, y desde allí extenderé vuestra fama y vuestra bondad hasta el último rincón de Francia. Y ya no hará falta ningún juego para reconoceros, porque todo el mundo habrá visto vuestro rostro, habrá soñado con él. Vuestra benevolencia les infundirá una mezcla de alegría y temor, un orgullo de ser quienes son, que les hará invencibles.

Carlos.- ¿Y quién te ha dicho eso?

Juana.- Me lo dice Dios.

Arzobispo y Barbazul.- ¡Qué encanto de muchacha!

Reina.- (Pensativa.) Me gusta esta chica.

Arzobispo.- Con prudencia, señora.

Carlos.- Ven Juana. Ven a hacerte una foto.

JUANA CORRE HACIA EL REY QUE LA LLEVA A UN APARTE.

LOS PERIODISTAS LES ASALTAN.

Periodista 1.- Majestad, majestad… ¿Qué podéis decirnos del nuevo fichaje?

Carlos.- Qué duda cabe de que estamos afrontando un cambio de ciclo. Vamos a renovar la plantilla con jóvenes que están trabajando muy bien y que, creemos, nos van a dar muchas alegrías…

Periodista 2.- ¿Juana?

Juana.- (Responde a la vez que hace algunos estiramientos espasmódicos. Como cuando un futbolista calienta para entrar al campo.) Bueno yo… sí, estoy muy contenta de que Charli cuente conmigo. Tengo que seguir trabajando para estar preparada cuando por fin salga al Campo de Batalla… Creo que voy a luchar más adelantada… En punta, de hecho… y bueno… será cuestión de ir acostumbrándome a esta nueva vida y, por supuesto, de seguir el ejemplo imparable de la Reina.

Carlos.- ¿Qué? ¿Unas fotos?

JUANA SE FOTOGRAFÍA JUNTO A CARLOS EN LOS CENTROS COMERCIALES, EN LAS VÍAS DEL TREN, EN LOS PANTANOS…

LA REINA Y EL ARZOBISPO HAN ESTADO MIRANDO TODO EL RATO.

PARALIZADOS, TODOS NARIZ.

DE PRONTO, COMO ESTÁN MUY CERCA EL UNO DEL OTRO, SE DESCUBREN.

Reina.- ¿Qué estáis mirando?

Arzobispo.- Os miro. ¿Y vos?

Reina.- Yo, ¡bah! (Por Juana.) La miro a ella.

Arzobispo.- ¿Y qué pensáis?

Reina.- Yo no pienso, yo existo. ¿Damos un paseo, jamelgo?

Arzobispo.- Paseemos.

SE VAN.

Juana.- ¿Qué me decís, señor?

Carlos.- Está bien. Os daré un ejército.

Reina.- (Casi fuera.) Os acordáis de aquel crucero por Capri.

Arzobispo.- Como si fuera en este instante.

EL ARZOBISPO OFRECE SU BRAZO A LA Reina.

ELLA LO TOMA SINUOSA PARA AYUDARSE A SALIR AL JARDíN. AMBOS SE MIRAN INTENSAMENTE.

Rey.- Creo que mi madre estará de acuerdo conmigo.

Juana.- ¿Me daréis un traje de caballero?

Rey.- Sí, por supuesto.

Juana.- Y un caballo.

Rey.- ¿Un caballo?

Juana.- Uno para cada día, claro.

Rey.- ¿Habéis perdido el juicio muchacha?

Juana.- Es un mandado de Dios.

Rey.- No es más rico el que más gana, hijita, sino el que menos necesita para vivir… Un mandado de Dios. (Comienza a irse.) ¿Estamos seguros de eso?

Juana.- Pero señor…

Rey.- Tendréis vuestra respuesta en… quince minutos. (Sale con decisión.)

JUANA SE HA QUEDADO SOLA. FUERA SE OYE LA VOZ DEL REY: PUCHI… A MI DESPACHO. TENGO QUE PENSAR.

HACIA EL FONDO DERECHA ESTÁ PIERRE, BARRIENDO LOS RESTOS DE LA JUERGA. JUANA SE SIENTA CERCA DE ÉL. PIERRE DEJA DE BARRER Y TAMBIÉN SE SIENTA. SACA UN PAQUETE DE TABACO.

Pierre.- ¿Quieres?

Juana.- No, gracias.

Pierre.- Estarás cansada.

Juana.- Un poco.

Pierre.- Dicen que vienes de Domremy.

Juana.- Así es.

Pierre.- Yo soy de Nancy.

Juana.- ¡No! ¿En serio? ¿Y qué haces aquí?

Pierre.- La guerra. Llevo trece mudanzas en cuatro años. Me van a dar un premio al más mudado.

Juana.- ¡Qué movidas!

Pierre.- Muchas.

Juana.- ¿Y qué tal por aquí?

Pierre.- Pues estoy con contrato de aprendizaje… Igual me alisto. Con vos. Dicen que vais a partir hacia Orleans.

Juana.- Así es. (Se levanta.) Oye. Vaya impresionante como tienen el palacio, ¿eh? ¡Y lo limpio que está todo! Es enorme.

PIERRE LANZA UNA CARCAJADA Y A JUANA, DESPUÉS, TAMBIÉN LE DA LA RISA. A DURAS PENAS, DE TANTO REÍR, PUEDE EL CHICO INCORPORARSE.

Pierre.- Ven, te enseñaré tu habitación. (Salen.)

VENTANA DE UNA TORRE. LOS DEDOS AFERRADOS AL HIERRO OXIDADO DE LOS BARROTES, UN HOMBRE EN PLENITUD, LORD EVERET FWTSHAHN (APELLIDO SIEMPRE IMPRONUNCIABLE). VESTIDO DE ROJO, OBSERVA AL ENEMIGO QUE SE SITÚA POR DELANTE DE ÉL, EN UNA EXPLANADA QUE SE EXTIENDE HASTA EL PATIO DE BUTACAS.

RUIDO. INTERFERENCIAS EN LA COMUNICACIÓN.

MIENTRAS, JUANA ESTÁ SIENDO ATENDIDA POR PIERRE Y OTROS DOS SOLDADOS. AJUSTAN A SU CUERPO LA ARMADURA DE CABALLERO NECESARIA PARA ENTRAR EN COMBATE.

EN ALGÚN LUGAR, PASADO O FUTURO, ARRIBA O ABAJO, IZQUIERDA O DERECHA, APARECEN RIGHT Y LEFT, QUE SIGUEN TRABAJANDO EN SU REVISIÓN.

Left.- ¡Lord Everet Fwtshahn!

Right.- ¿Cómo habéis dicho?

Left.- Fwtshahn.

Right.- ¿Fwtshahn?

Left.- Fwts-hahn. Es que es inglés, ilustrísima. Por eso.

Right.- Ya. Proseguid.

Lord.- ¿Qué está pasando?

TRAS ÉL HAY OTRO HOMBRE. ES SU CAPELLÁN. VISTE UN HÁBITO DE COLOR PÚRPURA INTENSO.

SUENA UNA EMISORA EN BUSCA DE CANALES. SINTONIZA UNA VOZ FEMENINA. HABLA EN FRANCÉS…

LA DONCELLA HA CONDUCIDO VICTORIOSA AL EJÉRCITO DEL DELFÍN HASTA LAS PUERTAS MISMA DE ORLEANS.

HASTA SU LLEGADA EL VIENTO IMPEDÍA EL ASALTO A LA CIUDAD.

NADA MÁS PONER UN PIE EN LA TIERRA, AL BAJARSE DE SU CABALLO… HA SUCEDIDO ALGO ASOMBROSO: EL VIENTO HA CESADO.

NUESTRAS TrOPAS, REFORZADO EL ÁNIMO POR TAN ASOMBROSO ACONTECER, SE HAn LIADO A MAMPORROS CON LOS INGLESES, COSA MALA.

Y AL FINAL SE HAN HECHO CON EL LUGAR.

Lord.- Se burlan. Se burlan de mí.

Capellán.- Es la guerra señor, a veces tiene estas cosas.

Lord.- ¡No es la guerra! Es una mierda. ¿Cuándo se ha visto? ¿Desde cuándo luchan las mujeres? Canallas.

Capellán.- Los tiempos cambian, señor.

Lord.- Te voy a coser los labios como vuelvas a decir una cosa así.

Capellán.- Pero…

Lord.- ¡Pero nada!

PAUSA.

Lord.- No soy un penco, puedo aceptar ciertas cosas. Pero otras…

Capellán.- Dicen que no consiente que se maltrate a los prisioneros…

Lord Fwtshahn.- ¡A dónde vamos a parar! El mundo está loco, señor. ¡Qué desgracia la mía que me toca asistir al desmoronamiento de la casa de mi padre! Al mundo desconocido.

UN SOLDADO INGLÉS SE APROXIMA A LA TORRE Y GRITA: “HAN VENCIDO LA PUERTA. HAN ENTRADO LOS FRANCESES”.

Lord.- ¿Pero qué hace una mujer aquí? Por Dios… (Pasea inquieto por su jaula.) ¡Pero si son putas! Puedo tener a la que quiera. (Grita.) A la que quiera, ¿me oyes?… La que quiera por dos onzas de plata. Por unas buena medias. Por un bocado de pan… ¡La que quiera!

HAN TERMINADO DE ASISTIR A JUANA QUE SE DISPONE A ENTRAR EN COMBATE. LOS GRITOS DE LORD FWTSHAHN LLEGAN HASTA EL CAMPO DE BATALLA: “LA QUE QUIERA”.

Pierre.- ¿Qué estará diciendo?

Juana.- No conozco su idioma… No perdamos el tiempo con eso.

SALEN.

Lord.- La que yo quiera…

Capellán.- Dicen que ésta habla con el Diablo.

Lord.- Tendrá un cuerpo, como todas… Y tendrá también un precio, como todas. Sólo hay que saber encontrárselo.

Capellán.- Mi Lord, es hora de retirarse. Los franceses se aproximan.

Lord.- ¡Queréis despertarme, por Dios! Es que me estáis diciendo que voy a ser el primero… Qué vergüenza… qué ridículo espantoso.

Capellán.- Señor, si no escapáis ahora, no podréis poner sobre aviso a vuestro padre y al resto de generales ingleses.

Lord.- Mi padre…

Capellán.- (Nervioso.) No hay tiempo señor. Debéis confiar en nuestro mando. Ellos sabrán cómo acabar con esa bruja. Vamos. Vamos.

RIGHT Y LEFT.

Right.- A ver que me aclare: ¿decís que las tropas francesas no podían avanzar?

Left.- Eso es, los barcos tenían el viento en contra.

Right.- Y cuando ella llegó, el viento cambió, ¿no?

Left.- Así es.

Right.- Apunta milagro. Y de aquí en adelante a ver si resumimos porque a este paso no llego a la partida. ¿Qué viene ahora?

Left.- La batalla.

Right.- Saltáosla. Son todas iguales. ¿Qué pasó después?

Left.- Después viene la coronación.

Right.- Mucho más interesante, tú, ¡dónde va a parar! Continuad, continuad…

Left.- Por supuesto. A ver… Sí, Juana estaba algo inquieta pues, tras la toma de Orleans, le habían impedido seguir con su campaña. El rey y sus consejeros preferían la diplomacia.

Right.- Normal. Seguid.

CAMPO DESPUÉS DE LA BATALLA.

LUZ DEL AMANECER.

CATEDRAL DE REIMS.

EL EDIFICIO, DAÑADO POR LOS AVATARES DE LA GUERRA, ESTÁ SIENDO REPARADO. HAY ANDAMIOS Y RUIDOS DE GENTE TRABAJANDO.

Left.- (Off.) testimonio tercero: Juan de Mentz.

Juan de Mentz.- (Muy cambiado. Aspecto de estar muy enfermo.) Ya se lo he dicho mil veces. No me acosté con ella. No me hubiera acostado con ella ni por todo el oro del mundo. ¿Por qué? ¡No, en serio! ¿Tengo que responder a esa pregunta? ¿En serio? Está bien… Porque era tan buena, tan buena y tan santa, que jamás, jamás me hubiera atrevido a ofenderla con ninguna insinuación… (Se le escapa la risa.) En serio… (Tose.) Era una gran chica. No hablaba mucho… sólo predicar. No era tonta… era que no tenía ni idea de cómo funcionan las cosas en este mundo. En el campo, donde ella vivía, igual sí se podía ser así, como era ella. Yo creo que sí se daba cuenta… Aunque, ¿quién puede saberlo? Normalmente sólo te enteras cuando el daño ya es irreparable.

ENTRA JUANA, IMPACIENTE, CAMINA DE UN LADO A OTRO.

SE ACERCA A UNO DE LOS OBREROS.

Juana.- Las siete y media. ¿Y qué? ¿Has visto a tu Rey? Aún no esta mañana. Aún no.

EN ESE MOMENTO ENTRA PIERRE.

Juana.- ¡Por fin! ¿Qué te han dicho?

Pierre.- Nada.

Juana.- ¿Cómo nada?

Pierre.- No me han recibido.

Juana.- Iré yo misma a buscarlo…

Pierre.- No, no pierdas el tiempo. Han dicho que está desayunando y que no se le puede molestar.

Juana.- (Con desprecio.) Desayunando. Cuando queda tanto por hacer. ¿Cómo pueden estar tan tranquilos? Los ingleses se reorganizan tras la toma de Orleans. No se quedarán tan tranquilos. Y nosotros aquí, de fiesta. Voy a hablar con él.

Pierre.- Juana, no puedes montar un escándalo hoy.

Juana.- ¿Por qué?

Pierre.- Es el día de su coronación. ¿Entiendes? La coronación. Tú has luchado por esto. Estamos en Reims. Tú has pedido esto. Así que deja de protestar.

Juana.- (Tranquila.) Pero si no protesto… si no me quejo. Que yo, con cualquier cosa, y no me quejo. No me lavo en semanas si hace falta. Como poquísimo… pero una cosa es lo que se promete y luego… pues van y no lo hacen. Si uno queda en algo, lo normal es confiar… y luego cumplir la palabra. Porque si los hombres no cumplen con su propia palabra, que es más fácil, ¿cómo van a cumplir con la de Dios que es más difícil? ¿Eh? No. Hay que ser serio. No prometer el oro y el moro y luego… La gente está descontenta… Los sueldos están por los suelos… Rebajamos el cachet en los desfiles… Ensayos de maniobras sin asegurar… Así la gente se desespera y luego no sale nada bueno. Y ahora esto: Que me prometió esas tropas y ahora no me las quiere dar… así no llegamos a París, Pierre…

Pierre.- ¡Quieres tranquilizarte! Me pones nervioso con el paseíto.

Juana.- (Tapándose la boca.) Voy a tener que morderme.

Pierre.- No dejaré que lo hagas. Eres como una niña caprichosa. No puedes seguir el modo que más se te antoje.

Juana.- ¿Y por qué no? Hasta ahora no nos ha ido tan mal.

Pierre.- ¿Es que no te enteras de nada?

Juana.- Me entero muy bien de todo. No soy idiota, ¿sabes?

Pierre.- Idiota no, pero miope, muy miope.

Juana.- ¿Se puede saber qué te pasa?

Pierre.- No, en serio, Juana. Tú cuando miras algo, cuando me miras a mí, por ejemplo, ¿me miras o me traspasas?

Juana.- ¿Qué dices?

Pierre.- Que hay que ver las cosas que pasan, las de verdad. Y no como tú. Tú sólo ves las cosas que tienen que pasar. Pero no siempre puede ser como tú quieres.

Juana.- ¿Y piensas que no lo sé? ¿Qué es lo que pasa, Pierre? ¿Qué es lo que pasa según tú? ¿Que no les caigo simpática? ¿Que piensan que estoy loca? Eso no es lo que pasa. Eso no importa nada. Lo único que importa es la misión que Dios me ha encomendado.

Pierre.- Yo, mí, me… Tú, tú, tú. Tú y Dios. Siempre estás igual. ¡Estoy harto! Eres buena, eso está claro, sino no harías las cosas que haces, pero a veces… Y yo me dejaría cortar la cabeza por ti si fuera necesario, pero no puedes tener razón siempre, no puedes hacer siempre lo que quieres, no eres Dios. Eso es lo que pasa.

Juana.- (Sencilla y tranquilamente.) Lo que pasa es que yo, tengo que ir a París. Y tengo que intentarlo porque he nacido para eso. Como un perro… que lo atan y aunque sepa que no conseguirá soltarse, pues sigue tirando de la cadena hasta ahogarse o romper la cadena… porque ésa es su naturaleza. ¿Qué tengo que hacer? Dejar de confiar en Dios. Él me dice que tengo que ir a París. Confío en Dios por encima de todas las cosas.

PAUSA.

Juana.- ¿Qué parte de Dios conocemos? Sólo la que oímos dentro de nosotros mismos. Hechos a su imagen y semejanza, sólo podemos comprender aquella parte de su gracia que, por fortuna, por su designio o por algún otro motivo, se encuentre dentro de nuestras almas. Por eso, si me dices que yo no soy Dios responderé que te equivocas. Sí, yo soy Dios, es muy importante haber llegado a esa conclusión. Y la humanidad entera debería aprender esto: que todos somos Dios.

PAUSA.

Pierre.- No sabes las cosas que dices.

Juana.- (Imitando la voz y los ademanes de los cortesanos.) Está bien. Me habéis convencido. Asistamos a la ceremonia. Por favor, mostradme el protocolo, ya sabéis que no soy muy buena en esto. Decidme… ¿Dónde tendré que colocarme en esta coronación?

Pierre.- Aquí… esperad, no. Aquí…

Juana.- ¿Problemas?

Pierre.- No estoy muy seguro.

Juana.- No me extraña. Yo tampoco lo tengo nada claro. Si tuvieras que escoger una pieza del ajedrez, ¿con cuál te quedarías?

Pierre.- Me daría un buen revolcón con el alfil.

AMBOS RÍEN.

Juana.- Pues a mí los únicos que me convencen son los peones.

CORONACIÓN.

MúSICA DE LA CORONACIÓN.

ENTRAN LOS MIEMBROS DE LA CORTE Y, TODOS AL COMPÁS, DESARROLLAN EL PROTOCOLO DE LA CORONACIÓN. ES UNA ESPECIE DE DANZA QUE EJECUTAN COMO AUTÓMATAS TELEDIRIGIDOS. SE NOTA QUE SE LA SABEN MUY BIEN.

PIERRE Y JUANA ANDAN UN POCO PERDIDOS CON LOS PASOS. TROPIEZAN Y AFEAN EL CONJUNTO DE LA CORTE.

TODOS TIENEN ESCAÑOS CON RUEDAS (O VAN SOBRE PATINES).

Juana.- Señor. Señor…

PERO EL REY NI SIQUIERA LA MIRA.

ACABA LA CEREMONIA. JUANA INTENTA ACERCARSE A CARLOS, PERO EL ARZOBISPO Y LA REINA LE CORTAN EL PASO.

Reina.- Una ceremonia deliciosa.

Arzobispo.- Podemos estar orgullosos.

Puchi.- (Super-feliz por el encuentro.) ¡Juana!

Juana.- Hola Puchi.

Puchi.- Cuánto tiempo tía, ¿qué tal la guerra?

Juana.- Bien, bien…

Barbazul.- Querida Juana, la guerra nos cuesta dinero. Quizá eso a vos no os importe, pero creedme, es un aspecto fundamental.

Juana.- Lo sé, pero… ¡Charli!

Pero el rey ya se aleja rodeado por su corte.

Juana se queda sola frente a Pierre. Después de un instante se va corriendo.

LEFT.- (OFF) TESTIMONIO CUARTO: “EL EXPERTO EN BRUJERÍA OSVALDO FRUDA BEL”.

Osvaldo.- Las brujas y nigromantes tienen dos movimientos. Pueden volar sobre su escoba y también convertirse en animal. Se las puede reconocer por su aspecto poco amable y porque siempre van juntas al baño, Dios sabrá por qué oscuro motivo…

Sí, señoría; completamente seguro. Una bruja de los pies a la cabeza. Hay ciertas pruebas irrefutables: el diámetro del cráneo, el hoyuelo en la barbilla, los dos pies izquierdos…

A uno pueden despistarle sus colmillos y su decisión. Podríamos pensar que se trata de una licántropa… Pero yo llevo en esto treinta años y le digo que me decanto absolutamente por el diagnóstico brujería.

 

CÁRCEL CON PASILLOS, ESCALERAS Y VENTANAS CON BARROTES.

UNA ENFERMERA-MONJA DE CARA REDONDA SE AJUSTA UNO POR UNO, LOS ENORMES GUANTES DE FREGAR.

LEFT.- TESTIMONIO QUINTO: LA REVERENDA MADRE ADELFA LANGE.

Adelfa.- A mí me gustan las cosas bien hechas y el ser puntual. Tanto cachondeo… No se puede andar así por el mundo. ¿Cómo?… Sí, señor. Me dijeron que le hiciera una prueba de virginidad. Y puedo decir con total seguridad que a pesar de haber dormido con soldados, jamás se acostó con ninguno, al parecer… Sí, señor; intacta. A las ocho y veintiséis justas que fue el momento de la comprobación. Que esas cosas se me quedan a mí grabadas sabrá Dios por qué. Nunca olvido una cara.

JUANA SE DESPIERTA. LA HAN ENCERRADO EN UN CALABOZO. ALGO LA EMPUJA CONTRA LA PARED. HAY ALGUIEN CON ELLA.

ES LORD EVERET QUE, CON LOS OJOS PERDIDOS EN LA BATALLA DE ORLEANS, LA VIOLA.

MIENTRAS ESTO SUCEDE, LA ENFERMERA HA EMPEZADO UN LARGO RECORRIDO DE PASILLOS Y ESCALERAS. HA LLEGADO A LA PUERTA DEL CALABOZO.

LORD SE AGACHA SOBRE JUANA. DESPUÉS SE APROXIMA A LA ENFERMERA. DESNUDO. SÓLO VISTE SUS BOTAS. LLEVA ALGO EN LA MANO QUE ENTREGA A LA ENFERMERA-MONJA. ES UN TROZO DE PAÑO MANCHADO DE SANGRE.

LA ENFERMERA CONSULTA SU RELOJ.

LAS OCHO Y VEINTISÉIS.

DICE LA MONJA. Y SU VOZ RETUMBA.

CON SUS ENORMES GUANTES DE GOMA, TOMA LA PRUEBA Y LA TRANSPORTA HASTA DESAPARECER LAS DOS.

EL LORD LA OBSERVA DURANTE UN INSTANTE. DESPUÉS SE GIRA HACIA JUANA. TOMANDO UN POCO DE IMPULSO ENTRA DE NUEVO EN LA CELDA Y

ESTALLA SU BOTA

EN

LA CARA DE LA MUJER.

LA REINA EN SU DESPACHO.

TRAS ELLA, LA BANDERA DE FRANCIA.

Reina.- Mi hijo Carlos, el rey, y yo misma, queremos desearle a todos feliz Navidad. Feliz Navidad y próspero año. Nos sentimos muy felices por la reciente coronación y por la noticia de que Puchi está esperando una criatura de Dios. Pero también hay espacio para el recuerdo de esa puta, esa sucia recolectora que quiso implicar a mi hijo en una conspiración… jodidaporelculo…

EL REALIZADOR DEL MENSAJE NAVIDEÑO DETIENE LA GRABACIÓN.

CORTEN. VAMOS A REPETIR.

ALGUIEN LE ACERCA UNA PíLDORA Y UN VASO DE AGUA A SU MAJESTAD.

MAQUILLAJE… A PRIMERA…

LEFT.- TESTIMONIO SÉPTIMO: PIERRE EL PEÓN.

Pierre.- Sí, señor, estaba con ella… pues, ocurrió de vuelta a Orleáns… Sí, en el camino; allí nos la arrebataron. Tuvieron que ser más de dos hombres, si no les hubiera costado más llevársela… ¿Qué? No, señor, y perdone que se lo diga, pero no me parecieron ingleses. Parecían, puede que no me crean, pero parecían franceses… aunque por la noche todos los gatos son pardos… sí, señor… éramos muy buenos amigos…

PRENDIDA POR UNA CADENA A UN CLAVO DEL SUELO.

SU COLLAR DE PERRO SON DOS CINTURONES QUE SE CIERRAN SOBRE SUS PECHOS.

JUANA TIRA DE LA CADENA, TRATA DE LIBERARSE PERO ACABA CON SU CUERPO EN EL SUELO.

Juana.- De sobra lo sabía. No penséis que no lo esperaba. Pero puedo deciros que no he dicho una mentira… Podéis acusarme de bruja, no de mentirosa…

PIERRE SE HA ARRASTRASDO POR EL SUELO DE LA CÁRCEL Y SE HA SENTADO BAJO LA VENTANA DE LA CELDA.

Pierre.- Juana… Juana… ¿estás ahí?… Oye, no tengas vergüenza de estar ahí… ¿me oyes?… no tienes que tener vergüenza…

PIERRE COMIENZA A LIARSE UN CIGARRO.

EL EXPERTO EN MILAGROS FRUDA BEL HA APARECIDO EN UNA CUADRíCULA. COMO CUANDO UNA ESTÁ EN CASA Y CAMBIA DE CANAL Y APARECE EL TELETIENDA.

Fruda Bel.- En caso de caer bajo el hechizo de una bruja lo mejor es ponerse una cataplasma de ajonjolí. Si fuera invierno, cuando el ajonjolí escasea, también tenemos la opción de rezar cinco padrenuestros y dos avemarías.

Juana.- ¿Por qué repetís todo el rato las mismas preguntas? Acaso estáis sordos. No; no estáis sordos. Preguntáis lo mismo una y otra vez para agotar a las personas, para aburrirlas y que, por desgaste, por desesperación, acaben contestando lo que queréis oír. Sólo en ese momento pasáis a la siguiente pregunta… Pues oíd, mi cuerpo podrá romperse tirando de esta cadena… pero se os escapa mi voluntad. Porque es de aire y no hay muro que la contenga.

EN OTRA CUADRíCULA, ÉSTA DE OPCIÓN PANORÁMICA, EL REY PARECE DIVERTIRSE EN UNO DE SUS HABITUALES JUEGOS DE CORTE. UNA VOZ EN OFF RELATA CON ACENTO LATINOAMERICANO:

“COMO CUALQUIER OTRO HOMBRE, SE LEVANTA POR LA MAÑANA Y SE HASE SUS PROPIAS TOSTADAS. ESTIRA LAS CAMAS Y FRIEGA LOS CACHARROS DEL DÍA ANTERIOR CON UN LAVAVAJILLAS DE OFERTA. ES UNA PERSONA SENSILLA, COMO CUALQUIER FRANCéS.”

UN HOMBRE SE ACERCA A CARLOS.

Hombre.- Perdone, ¿tiene hora?

Carlos.- Claro hombre. Las tres y veinte.

Hombre.- Muchas gracias.

Carlos.- Nada. A mandar.

APARECE PUCHI POR DETRÁS DE ÉL. VIENE MONTANDO UNA ENORME PELOTA DE GOMA. CON CADA BOTE DA UN GRITITO Y DE VEZ EN CUANDO SUELTA UNA RISOTADA EN UN TONO AGUDÍSIMO.

Puchi.- Charli… iuju…

Carlos.- Sabes que no me gusta que saltes en la bola delante de los guardaespaldas.

Puchi.- Pero si es la hora de la siesta…

Carlos.- ¡Pues, hala! Al cuarto. Que yo necesito reposo y tú también.

JUANA HA TOMADO CARRERA Y SE HA LANZADO HACIA DELANTE. LA CADENA LA HA DETENIDO BRUSCAMENTE. INCA LA RODILLA EN EL SUELO.

Juana.- Estaba en la zanja del vertedero y vi brillar algo entre los plásticos… allí la encontré; era de plata. Yo no sé si fue Dios que la puso en mi camino o fue una casualidad. Quizá se le cayera a un soldado de los que pasaban… no me he parado mucho a pensarlo, la verdad. Lo importante es que ya tenía espada y que podía luchar… y justo después… en la misma zanja… allí vi lo que los hombres hacemos, lo vi todo con claridad y entonces… Dios me habló por primera vez…

¿Cómo voy a saber si tenía barba? Pues no sé… no era una voz… ni una cara… no se aferraba a nada, a ningún cuerpo… existía dentro de mí…

ARZOBISPO Y UN FLEXO. CELOSÍA DE CONFESONARIO.

ESCENA ROMÁNTICA.

Arzobispo.- Si bien no estamos de acuerdo con algunos aspectos de su vida, ella reconoció a nuestro Rey por indicación y orden expresa del Señor… Si asimilamos la figura de Juana, como lo que era, una loca total, pero muy bien inspirada, la persona de Juana no tendrá ninguna importancia… pero sí se escuchará su mensaje…

Reina.- (Off.) Debidamente filtrado, por supuesto…

Arzobispo.- ¿Quién se atreverá a dudar entonces de que nuestro Carlos no es un rey legítimo?

Reina.- Nadie.

LA MANO DE LA REINA SE ALARGA.

EL ARZOBISPO BESA LA MANO APASIONADAMENTE.

Juana.- ¡Y yo qué sé cómo iba vestido!… no me di cuenta de que fuera vestido de ninguna manera… ¿qué?… No, hombre, no, desnudo no iba, era Dios… pero tampoco vestido…

EN OTRA CUADRÍCULA, BARBAZUL.

Barbazul.- Tenemos la prerrogativa para construir una basílica, un albergue de peregrinos y una casa de baños. El visitante podrá ver el lugar donde Juana jugaba con sus amiguitos a cantar himnos de la iglesia. Podrán hacerse con la autentica camiseta de la Doncella que viene con regalo: un frasquito de agua bendita de la zanja del vertedero.

EL CAPELLÁN INGLÉS DESDE UN ESTRADO.

Capellán.- La soberbia es el primer pecado capital, consiste en creerse como Dios. La soberbia no es sólo el mayor pecado, sino la raíz misma del pecado.

Juana.- (Rotunda.) Que no me puse a predicar; me puse a hacer lo que Dios me dijo que tenía que hacer.

Capellán.- Las personas soberbias se quieren tanto a sí mismas que menosprecian a los demás y no reconocen a sus semejantes… Quizá lo más pecaminoso de la soberbia sea que imposibilita la armonía y la convivencia dentro de los ideales humanos.

Juana.- Y jamás he despreciado a mis semejantes. Puede que alguna vez me olvidase de ellos porque estaba muy ocupada con Dios… pero nunca los he despreciado.

Pierre.- ¿Sabes que la primera vez que te vi me diste mucho miedo? Qué tontería. Pero es que parecías tan seria.

EL LORD, AHORA EX-GENERAL DE LOS EJéRCITOS INGLESES, PASA UNOS DÍAS EN UNA RESIDENCIA PARA VETERANOS.

Lord Fwtshahn.- (Anciano.) Y ahora quieren decir que fue buena. Valientes hijosdeputa. ¿Era buena cuando tomó Orleans, cuando derribó sus puertas, cuando abandonó a su familia y todo lo que tiene que hacer una mujer, para luchar y matar en la guerra? Era una guarra. Como todas… Yo mismo lo comprobé.

Juana.- Cómo iba a tomar Orleans sin matar a nadie. Cuando alguien va a la guerra tiene que estar preparado para morir y para matar… no veo que juzguéis a vuestros generales por matar a sus enemigos en la guerra… me juzgáis por haber hecho lo mismo que ellos… y me habéis puesto esta cadena…

Capellán.- Y para curarse de la Soberbia, hay que practicar la humildad; que consiste sobre todo en tener muy claro que todo bien proviene de Dios, y que de nosotros mismos sólo podemos esperar la nada y el pecado.

FRUDA BEL, EN SU PROGRAMA PARA LA TELEVISIÓN.

Fruda.- Hoy contamos con una visita muy especial, la señorita que arranca sonrisas, la novia de Inglaterra, Adelfa Lange, que ha venido a darnos prácticos consejos. Adelfa, ¿qué debemos hacer en caso de ingestión accidental de una bruja?

Adelfa.- Lo primero que debemos hacer es ponernos los guantes. La protección es lo primero. Y después vamos a echar mano de ese gran amigo que siempre nos ayuda, el plástico.

DESAPARECEN TODOS LOS PERSONAJES Y QUEDA JUANA SOLA.

Juana.- ¿Cómo podéis pedirme eso? Que sólo puedo esperar de mí la nada y el pecado… no hombre, eso es como pedirme que sí, que quiera mucho a Dios, pero que me odie a mí misma… Pero si me odio a mí misma… voy a andar rabiada por ahí y no me voy a acordar de nadie. Ni de Dios… Voy a estar pensando todo el día en lo poco que me quiero… Oiga… (Pausa.) Yo me quiero… soy lo único que tengo en el mundo…

RIGHT Y LEFT EN EL MISMO CUARTO VERDE DE SIEMPRE.

Left.- Ya está.

Right.- Por fin. ¿Y bien?

Left.- ¿Y bien?

Right.- ¡Y bien vos!

Left.- Usted primero os lo ruego…

Right.- ¡No me jodáis que tengo prisa! Además, yo lo dije antes, así que, ¿y bien?

Left.- ¿Qué queréis que os diga?

Right.- Lo que estoy pensando.

Left.- Pues la verdad es que estáis pensando que sería conveniente hacerla santa… y no sólo por las camisetas…

Right.- Que también…

Left.- Sino más, por conciliarnos con un mito… un mito enemigo puede crear adeptos… serían como…

Right.- Como una secta.

Left.- Del amor al odio sólo hay un paso.

Right.- Así empiezan las revoluciones. (Mirando a Juana.) ¡Cuánto tiempo lleva ahí… y no se cansa, oye! ¿Creéis que llegará a soltarse?

Left.- No creo que haya que preocuparse. Hemos superado todas las revoluciones…

Right.- Ésta nunca se ha hecho.

Left.- Da igual. Estamos preparados para todo. Tranquilo… Nosotros seguiremos siendo nosotros.

EN ESE MOMENTO APARECEN TODOS LOS PERSONAJES; VISITANTES DE UN ACUARIO QUE MIRAN A JUANA DENTRO DE UNA PECERA.

TODOS HABLAN A LA VEZ, NO SE ENTIENDE MUY BIEN LO QUE DICEN. ALGUNA COSA SUELTA.

…hemos tenido una niña… qué encanto de criatura… se introduce el plástico y se pone el horno a temperatura media… ofrecemos dos noches de hotel para la pareja ganadora en el apartahermita de la santa… a ver Puchi repite conmigo… tenemos que quedar un poco más que vivimos a lao y no nos vemos nada… y es sin duda la mejor manera de asar a la bruja: Bruja a la estaca…

BAJO LA NUBE DE VOCES QUE SE CONFUNDEN PORQUE NO PARAN DE HABLAR, ELLA HA EMPEZADO A TIRAR DE SU CADENA… INTENTA SOLTARSE. DE VEZ EN CUANDO PREGUNTA: “¿OIGA?”

PERO YA NO SE LA OYE PORQUE LA MARAÑA DE VOCES DE LOS OTROS PERSONAJES HA IDO IN CRESCENDO, HASTA LLEGAR A UNA JAURÍA DE PERSONAS LADRANDO… PERO ELLA NO OYE ESTO, NO SE MOLESTA. SIGUE BUSCANDO LA MANERA DE ENGAÑAR A LA CADENA.

SIGUE TIRANDO UNA Y OTRA VEZ.

LAS VOCES SIGUEN IN CRESCENDO.

DE PRONTO, TRAS UN ESFUERZO EXTREMO,

LA CADENA SE ROMPE…

Y ES COMO UN DISPARO

ES UN RAYO CEGADOR

UNA COLUMNA DE FUEGO.

EN EL SILENCIO QUE QUEDA

SÓLO SE OYE EL ALIENTO DE LA MUJER,

CORRIENDO…

Y ES UNA YEGUA QUE ATRAVIESA EL MUNDO.