José Luis Campal

PERSONAJES

Secuestrador
Secuestrado
Clérigo
Joven airado
Prostituta
Viejo leninista

ESPACIO ESCÉNICO

La acción se desarrolla en una habitación cerrada, en un tiempo indeterminado. En cada una de las cuatro paredes, una puerta.

Durante toda la representación, el Secuestrado permanecerá maniatado y con los ojos vendados, sentado en un ridículo y minúsculo taburete. Todos los demás, excepto el Clérigo, llevan una pistola en la mano que agitan mecánica y nerviosamente en dirección a la nuca del Secuestrado.

Secuestrador.- (En off, entre bastidores.) ¡Atrancad la puerta y volved a reconstruir el país!

Entra en la habitación donde se encuentran, estáticos, de espaldas al proscenio, los demás personajes, que irán haciéndose visibles a medida que vayan tomando la palabra.

Joven Airado.- ¿Veis cómo los abismos ya no nos mortifican? Somos los elegidos.

Prostituta.- Somos perfectos y amados como esa flor inhóspita que brota en la cuneta y nada nos pide.

Clérigo.- Mediremos las acciones como las masas ratifican los comités.

Secuestrador.- Aquí la cautela no nos inmolará, padre. Ni la cautela ni la conmiseración, las armas que ellos (apuntando a la sien del Secuestrado) sacralizan y con las que pretenden hacernos comulgar.

Clérigo.- Está temblando pero no os enternezcáis porque parécese al asfódelo cuando cantaba a los cercos de la caridad.

Viejo Leninista.- Dejaos de circunloquios, camaradas. La cháchara sólo les distingue a ellos, nosotros estamos hechos de otra pasta.

Joven Airado.- No hemos venido a hacer discursos, sólo Historia.

Secuestrador.- ¡Nada más y nada menos! ¡¡Nada más y nada menos!! ¡¡¡Nada más y nada menos!!!

Clérigo.- ¡Oh, hijos míos, oíd cómo relinchan en esta ajada cabeza los jinetes de la pérfida dinastía!

Secuestrado.- ¿De qué habláis? ¿Dónde estoy? ¿Quiénes sois?

Joven Airado.- ¡Cállate, esbirro! No te hemos traído ni para parlamentar ni para que nos aburras con tus alegatos aprendidos de memoria.

Prostituta.- Aquí no estás entre los de tu calaña. Ésta no es la Gran Casa de la Mentira.

Secuestrado.- ¿Qué vais a hacer conmigo? (Gimiendo.) ¡Soy inocente de cualquier cargo!

Viejo Leninista.- No esperábamos de ti otra cosa que la innata cobardía y la ocultación de la verdad.

Secuestrado.- ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Secuestrador.- No malgastes saliva. Vas a unirte a la mudez de nuestro pobre pueblo avasallado.

Da una patada al taburete y el Secuestrado rueda por el suelo.

Secuestrado.- (Sollozante.) No comprendo por qué ansiáis mi silencio. Pensad por un momento en mi familia. ¡Sólo me tienen a mí!

Prostituta.- Él y los de su especie nunca pensaron ni se compadecieron de mi hecatombe. (Le escupe al rostro.)

Clérigo.- Erguido caerás, hijo, sobre la vorágine del ruido.

Secuestrado.- (Humillándose.) Pedidme lo que queráis que os lo daré, pedídselo a los míos.

Clérigo.- Olvídalo, hijo. Nada eres más allá del extravío. Menos que la hoja del árbol que van a talar. Nada nos puedes ofrecer más allá de ti, ni se te exige. (Se arrodilla para imponerle la extremaunción.)

Secuestrado.- ¡No bajéis la noche tan pronto a mi orilla! Hablemos, estamos a tiempo. (Tras una larga pausa sin respuesta.) Lo estamos, ¿no?, ¿verdad que sí lo estamos?

Joven Airado.- ¡Trágate tu melopea, esbirro! ¿Dónde te crees que estás? El Tribunal del Pueblo ya desestimó las súplicas que pudieras elevarle.

Viejo Leninista.- El Tribunal del Pueblo escoge la justicia sobre el terror que emana de la tibieza.

Prostituta.- El fallo es inapelable y la culpa sólo se purga con la extinción.

Secuestrado.- ¡No, no, no! ¡Por favor, permitid que aviste un punto de luz al final de este túnel que no pedí ni me reconoce!

Prostituta.- (Altisonantemente.) Por vez primera hemos juzgado sólo los juzgados, y por vez primera van a expiar las culpas aquellos que sin ruborizarse las deslizaban hacia los desamparados.

Viejo Leninista.- (A los demás.) Recordadle que el fragor de la batalla y la traición nos cegó y que, entonces, de las tinieblas surgió la inspiración que ha orientado nuestros pasos en las últimas décadas.

Secuestrador.- (Como ido.) Espectáculo horrendo fue sortear tanta desmemoria como ahogó a vecinos y parientes en fábricas, muelles y plazas.

Clérigo.- (Melancólico.) Se cayó el ovillo de la cesta y nadie encontraba las agujas.

Secuestrado.- No podéis imputarme delitos ni faltas que otros quizá perpetraron, yo no había nacido, yo sólo acepté lo que Ellos me dieron por bueno. Si lo hubiera sabido… quizá si lo hubiera sabido…

Prostituta.- (Encarándose con el Secuestrado.) Ahora empiezas a palpar la luz, la luz verdadera, no esa otra que nos inyectabais sin compasión día y noche como a cobayas de laboratorio.

Secuestrado.- (Tembloroso.) ¡Tiene que haber una salida, busquémosla juntos, en todo laberinto hay una escapatoria, una grieta que a todos contente y a nadie defraude! (Alarga, a tientas, las manos hacia todos y hacia nadie.)

Prostituta.- (Relamiéndose.) Vas a gozar con una luz como nunca se te dio en alcanzar, una luz única que penetrará hasta el fondo de tu espíritu y te quitará las telarañas.

Viejo Leninista.- Todos lo saben y nadie lo discute, porque nada puede contra el veredicto que el bien común ha dictado y que no admite objeciones.

Secuestrado.- Hablemos, tengo contactos, amistades, favores, ruegos que serán atendidos a una mínima indicación de los míos. Abramos las compuertas, salgamos de este túnel.

Joven Airado.- ¿Tratas otra vez de comprarnos? Lacayo naciste y lacayos nos crees. Tus garduñas serán tu prisión.

Viejo Leninista.- No somos tus semejantes, somos la mano colectiva que ha decidido ya.

Prostituta.- Das asco. No conoces ni el honor ni el sacrificio.

Secuestrado.- (Mirando al techo y bisbiseando.) Nunca me desvié del camino, lo juro, ¡protégeme, Dios mío, atiende mi plegaria!

Joven Airado.- Vosotros convertisteis nuestros corazones en pedernal y las caricias en su mortaja. (Le incrusta la pistola en el costado.)

Secuestrado.- Este túnel se me hace insondable.

Clérigo.- No brama la noche porque sí, porque ésa sea su rutina acostumbrada. Brama, hermanos, porque la razón última le ha sido desvelada.

Secuestrado.- Las sombras inhóspitas me hielan la sangre. Tengo frío, mucho frío, un frío mortal que raja mi fe.

Prostituta.- Tus monsergas se deshacen como humo ante la evidencia insalvable.

Secuestrado.- (Dando vueltas en círculo, atolondradamente.) Nada de esto tiene razón de ser porque no está ocurriendo realmente.

Clérigo.- Aquieta, hijo, tu desatino, no te venzas, que la hora está próxima y la cuchilla, impaciente.

Secuestrado.- (Empecinado.) No debo preocuparme, no es más que el contorno de una pesadilla que se disipará al alba y de la que felizmente luego no recordaré nada.

Clérigo.- (Zarandeándole.) Arrepiéntete, hijo mío, de los pecados que pesan sobre tu clase. Ponte a buen recaudo con tu nudosa conciencia, que el mazo ya está listo para forjar tu destino de forma inexorable y no ha de variar el rumbo.

Secuestrado.- (Desencajado.) Apiadaos, os equivocáis conmigo, apiadaos, os equivocáis y después os pesará.

Joven Airado.- (Arrastrando por el suelo al Secuestrado.) Tu lengua morderás y de su veneno libarás hasta reventar, por todos los que sorbieron los jugos de esta tierra, esquilmándola.

Secuestrado.- (Lacónico.) Vuestro error será mucho más grande que mi ruina inminente.

Prostituta.- Alégrate, pues tú que apenas has germinado vas a procurarnos días de esplendor, y tus yertas ramas se transformarán en los poderosos músculos que sostendrán nuestra causa frente a la tormenta y la ira.

Secuestrado.- (Recomponiéndose.) Me acompañaréis en el cadalso, ninguno de los vuestros quedará libre de culpa si no recapacitáis.

Joven Airado.- (Lo patea.) ¡Tapémosle la boca! Sus fatuos argumentos no interesan a quienes por nosotros ya han hablado.

Prostituta.- Camaradas, ¿a qué posponer la misión que se nos ha encomendado?

Clérigo.- Que nadie tema en la Serpiente las flaquezas de las buenas maneras.

Secuestrador.- Somos los heraldos de otros que aún no han sido ungidos.

Viejo Leninista.- Hermanos, entonemos el himno que nos funde con las madres que sufren.

Secuestrado.- (Lloroso.) ¡No quieren atender mis ruegos, Señor!

Joven Airado.- Desvarías, por ti habla el Sistema que desea nuestra agonía y embota la pureza de ideales.

Secuestrado.- ¿Qué alucinación es esta asfixia?

Viejo Leninista.- (Al Secuestrador y al  Joven Airado.) No sucumbáis a su juego, sólo busca enredarnos en la nasa de su retorcido razonamiento, tan retorcido como su inexistente entereza, que se deje mecer por la ventisca de su miedo pequeñoburgués, del pavor a ser entre los suyos nada más que un lejano eco.

Secuestrado.- (Atolondrado y furioso.) Habláis como viejas beatas pero no tendréis riñones suficientes para ejecutar esa infame sentencia que no procede más que de vuestra vesania. ¿No decís nada ahora? ¡Cómo no!, no habíais previsto nada de esto; no, claro, porque no sois más que peleles, marionetas, muñecos desfondados, fantoches con pies de barro y cerebro de alfeñique. (Se arrojan sobre él y lo maltratan.)

Secuestrador.- ¡Ahórrate las bocanadas que te queden, esbirro! El plan está trazado, la brújula no miente y ni tus amenazas ni tus insensibles lloriqueos nos arredrarán.

Viejo Leninista.- La Revolución es hermosa y perenne porque no se alimenta de irrealidades.

Prostituta.- (Con tono seráfico.) Que nuestra humanidad no prolongue nuestra ansiedad.

Joven Airado.-  ¡Y que atruene en el valle la caída y tiemblen en sus madrigueras los que nos cercan con su verbo florido!

Secuestrado.- (Con voz entrecortada y semiahogada por el efecto de los golpes.) ¡Peleles, marionetas, muñecos desfondados, fantoches con pies de barro y cerebro de alfeñique!

Prostituta.- Nadie te sostendrá en la caída, nadie velará tu sueño porque Nadie es tu estación de destino.

Secuestrado.- (Arrogante.) ¡Oh, las tenebrosas tinieblas en que vivís nunca os abandonarán! Por mucho que los que nunca se exponen os persuadan con manifiestos polvorientos y ajadas hagiografías de caídos y mártires callejeros que nadie trata ya de emular.

Clérigo.- Serénate y siente cómo brama la conciencia espoleando los engaños que urdieron los de tu clase.

Prostituta.- Sólo eres un instrumento del instante, símbolo de nada, y hacia la Nada te encaminas.

Joven Airado.- (Impacientándose.) ¡Que descienda la cuchilla y ahogue en su grito la señal que la patria nos solicita!

Prostituta.- Para que nunca cicatricen las llagas que ellos rellenaban con acíbar e insolencia.

Secuestrado.- (Retándolos.) Dudáis, vaciláis, titubeáis, la maraña dialéctica os acongoja. ¿Acaso esperáis que vengan otros a haceros el trabajo sucio?

Secuestrador.- (Con risa floja.) Pierde cuidado, sabandija, que los remordimientos no se instalarán en la hora final bajo los párpados del cataclismo.

Viejo Leninista.- Nuestra mano sostiene férrea el mandato de la Comunidad, que es sagrado y clarividente, y a su infalibilidad nos ajustamos orgullosos.

Secuestrador.- Adelgacémosle el aire con los nombres que ya nos prohíben festejar, que sus voces enjauladas se multipliquen en la distancia y liberen su entendimiento.

Clérigo.- Tenemos el control, que la mano no se apresure ni piensen que somos bestias avariciosas sin entrañas. Hemos venido aquí a cumplir una misión venerable.

Joven Airado.- ¡Hagámoslo, hagámoslo!

Prostituta.- ¡Los de su estirpe agostaron nuestra matriz!

Viejo Leninista.- La lengua que ayer nos traicionó no permitiremos que repita hoy su injuria.

Secuestrado.- (Hundido.) Soy inocente, inocente, inocente, inocente, inocente, inocente…

Clérigo.- Las señales de otro tiempo regresan a privilegiarnos y nos pertenecen por entero.

Viejo Leninista.- Asid la voluntad que depositaron en nosotros los que ya no podrán nunca hablarnos ni partir el pan en la mesa; asidla y honradla.

Prostituta.- Devolvámosles multiplicados por cien los golpes recibidos y puedan así recobrar los amnésicos el escozor de la llaga abierta.

Secuestrado.- (Muy agobiado.) El túnel me traga.

Prostituta.- Aliviémosle de su dolor.

Joven Airado.- ¡Ahora! ¡Ahora!

Secuestrador.- Sea. Esto que ahora sacrificamos es la deuda con la Historia que saldamos equitativamente. (Le da un culatazo al Secuestrado, que ya no protesta, sólo aúlla.)

Prostituta.- (Emocionada.) C’est trop beau! C’est trop beau! Mais c’est nécessaire.

Clérigo.- Las ideas salvíficas fluyen por nuestro organismo como la voz que guía por el desierto al pueblo perseguido.

Viejo Leninista.- Fluyen vivas y atormentadas compitiendo con la sangre que atesoran nuestras arterias.

Joven Airado.- ¡Sentid cómo atruena ese rugido que concertará nuestras acciones! (Al público.) ¡¡Sentidlo y asombraos!!

Apuntan al Secuestrado y descargan al unísono sus pistolas sobre su sien, al tiempo que éste profiere:

Secuestrado.- (Entre espasmos.) Estoy perdido… ahora sí… per  di  do… (Expira.)

Viejo Leninista.- Ponemos fin así al sometimiento. Nadie nunca volverá a mancillarnos porque ya somos los canalones donde desaguan los ayes del pasado.

Todos.- Vencida está la hora. (Al público.) ¡Corrijamos la Historia!

Rodeando el cuerpo inerte del Secuestrado, se alejan con semblante risueño mientras cae el

 TELÓN