Nacido en Oviedo en 1965, José Luis Campal es licenciado en Literatura Española por la Universidad de Oviedo y miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos y de la Sociedad de Literatura Española del Siglo XIX (Barcelona). Ha comisariado exposiciones bibliográficas dedicadas a Ramón de Campoamor, Marta Portal, Alejandro Casona y El Quijote y Asturias.

José Luis Campal.

Tiene publicados ensayos en revistas especializadas como Bulletin Hispanique, Archivum, Los Cuadernos del Norte, BRIDEA, Acta Literaria, Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, Siglo Diecinueve, Acotaciones, ALEC, Cuadernos para Investigación de la Literatura Hispánica, Letras Peninsulares, Dicenda y La Tribuna, entre otras. En su haber cuenta con diversos trabajos de investigación sobre escritores de los dos últimos siglos (Palacio Valdés, Cela, Blasco Ibáñez, Manuel Pilares, León Delestal, Vital Aza, Clarín, Campoamor, Pérez de Ayala, Luciano Castañón, Max Aub, López de Saá, Adeflor, Salvador Rueda, etc.). Es responsable de la edición literaria de obras de poetas en lengua asturiana (Marcos del Torniello, Rufino Martínez Vázquez, Pepín Quevedo, Benito Canella Meana, Fabricio, Francisco González Prieto, Xulio García Quevedo, Pachín de Melás, Aladino Fuente Vega, Luis Aurelio…). Pertenece desde 2006 al Consejo de Redacción de La Ratonera.

En el campo de la ficción creativa lleva cultivando, desde 1983, la prosa y el verso en su triple vertiente lingüística (castellano, bable, portugués). Canalones constituye su segunda incursión teatral en solitario después de El sorbete, pieza igualmente breve que se representó como parte integrante del espectáculo colectivo Locos de azar, estrenada el 31 de octubre de 1995 en el Teatro Jovellanos y publicada al año siguiente en el n.º 5 de la colección “Deus ex machina”.

Canalones

Por su lenguaje y tratamiento Canalones es una especie de rito —o auto sacramental laico, mínimo— acerca de una ejecución terrorista que sus protagonistas desean aleccionadora. La acción purificadora y el resentimiento esgrimido ejemplifican la enajenación y el dogma propio del terrorismo de cualquier tiempo.