Entrevista a Diana de Paco
Néstor Villazón
Con un buen número de certámenes a su espalda, la nominación a los Max en el 2010 por su obra Obsession Street, la puesta en escena de buena parte de sus textos dramáticos, traducciones y adaptaciones, con más de una docena de trabajos de investigación y la participación en diversos congresos nacionales y extranjeros, Diana de Paco es ya un nombre ineludible dentro de nuestra dramaturgia contemporánea. Charlamos en La Ratonera con esta doctora en Filología Clásica y licenciada en Filología Italiana que empieza a situarse como un referente dentro de la escena española actual.
Pregunta. Con Obsession Street te alzas con el Premio Palencia de Textos Teatrales y la nominación a los Max. Gracias al absurdo de la cotidianidad llegas a establecer un sorprendente diálogo entre drama y comedia a través de tu personaje principal, un hombre al que no se le permite morir. ¿Nuestro destino es la incomunicación que destilan tus textos?
Respuesta. Espero que no sea nuestro destino. Por eso es mejor escribir sobre ello y observarnos en escena con una sonrisa liberadora, aunque un tanto amarga. Creo que la incomunicación —que no implica sólo silencio sino incapacidad de comprensión y compasión y mucha palabra absurda, engañosa y vana— está apoderándose de nuestra realidad y, si seguimos así, ésta se puede convertir en una realidad inevitable. La mentira, la falta de información, la imposibilidad de establecer un diálogo sincero social y personal, todo ello está perjudicando gravemente las posibilidades de desarrollo del ser humano. En un momento en el que los logros técnicos que se están alcanzando son extraordinarios, los logros en el desarrollo humano parecen en ocasiones ir dando marcha atrás y no lo podemos permitir. Reírse de los vicios y las carencias propias y de quienes nos rodean es un primer paso para luchar contra ellos, de eso estoy convencida, por eso escribí esta obra de este modo.
P. En tu dramaturgia es clara la presencia de modelos clásicos. Como muestra citaremos Polifonía, con la que quedaste finalista en el Calderón de la Barca en el año 2000. ¿Es posible hacer llegar al gran público figuras como Clitemnestra, Fedra, Medea o Penélope?
R. Los grandes clásicos del teatro griego y de la tradición literaria occidental, con sus héroes y heroínas, no se agotan. Se trata de argumentos universales, simbólicos y recuperables en cualquier momento de la historia. Los niveles de comunicación dramática a través de estas heroínas son extraordinarios y muy diversos y se adaptan a todo tipo de público. Además a los jóvenes les apasionan. Lo veo en mis clases de teatro griego y lo veo en el público. En un par de viajes a Alemania —donde se estrenó la obra en 2007— y a Estados Unidos he asistido en diversas universidades a la representación o la lectura dramatizada de esta obra por parte de los estudiantes y siempre han transmitido un entusiasmo enorme y un gran interés por las historias que ellas contaban y por los conflictos que vivían.
P. ¿Qué debería haber cambiado en el teatro y qué ha cambiado?
R. Desde mi punto de vista lo que debería cambiar es el sistema y los medios para acceder a la escena y al público de lectores o espectadores. Tengo la sensación —y es más que una sensación— de que se está quedando mucho buen teatro en el cajón de los autores porque no existe, por ahora, la posibilidad definitiva —aunque sí intentos— de romper el círculo de elegidos y de caras rentables y de valorar otras posibilidades que existen pero se desconocen y que son perfectamente compatibles con el resto. Nos sorprenderíamos muchos si los grandes directores recogieran textos desconocidos o las productoras prestaran más atención a trabajos dramáticos que han sido y son descuidados, o los teatros confiaran y nos programaran.
Está todo el circuito desde que se escribe la obra, en muchos casos —afortunadamente no en todos—, demasiado viciado y con los problemas económicos que están afectando tanto a nuestra labor las cosas no se ponen nada fáciles.
La otra cara de la moneda es mucho más esperanzadora. El cambio está en las nuevas iniciativas de la gente de teatro. Empeños personales de representación casi doméstica, publicaciones online, salas y circuitos alternativos, microteatro, certámenes y concursos que no están viciados por el sistema, iniciativas para que el público pueda ir al teatro pese a los escasos recursos, encuentros de autores y productores, concursos y premios en los que decida el público que ha podido ver o conocer las representaciones y textos, como ya se está haciendo en diversos Festivales, colecciones de textos teatrales que impulsen a los nuevos autores. Afortunadamente ya hay más de una y están llegando muy lejos, premiadas y valoradas como debe ser, no hay más que recordar Ediciones Antígona, la colección de la AAT, o Huerga y Fierro con el Teatro Puede (Fundación Coca-Cola), junto a revistas en papel o digitales que publican textos, librerías dedicadas exclusivamente a la difusión del teatro, etc.
La crisis económica está haciendo mucho daño, pero a su vez ha provocado la activación de nuevos proyectos e ideas que le están dando una fuerza arrolladora al teatro, al que hasta ahora era el “otro teatro” que se está convirtiendo en una importante parte y esencia de nuestro arte en estos momentos tan delicados. Yo creo que habría que concentrar la fuerza y los medios —por pocos que sean— en esta dirección.
P. Siendo hija de Mariano de Paco y Virtudes Serrano, dos de los más importantes estudiosos del teatro del XX, y hermana del director de escena y homónimo Mariano de Paco, ¿cuál es la herencia que has recogido de ellos?
R. Pues la verdad, una herencia muy enriquecedora, no puedo ni quiero negarlo. He leído mucho teatro desde muy pequeña y he ido mucho al teatro con mis padres. He aprendido de Mariano la parte práctica y estética de la representación que me ha sido de gran ayuda para mis creaciones. Mis padres se leen todos mis textos (casi todos) antes que cualquier otra persona, primero mi madre y luego mi padre. Sus reacciones son bastante distintas, pero ambos ponen los puntos sobre las íes siempre que es necesario.
P. ¿Cuál es el proceso de creación en tus obras?
R. Es muy variado, no podría decirte, pero la primera llama de inspiración en la calle, observando a mi alrededor, o en la piscina, mientras nado, cuando intento dejar la mente en blanco de pronto sale un personaje que quiere convertirse en protagonista o una historia por terminar… La actividad física me inspira mucho, así como la lectura de otras obras de teatro o una noticia de periódico o un comentario, o un ratillo en un bar sola, una situación que no he sabido resolver en la realidad… La posibilidad de crear un mundo paralelo a través del teatro es fascinante.
El protagonista de Obsession nació un día que escuché a un chico joven en un bar decir que quería convertirse en ternera porque vivían mucho mejor que nosotros. Y a partir de ahí, intento imaginar el pasado y el presente del personaje y su historia y me informo de todo lo necesario, entonces me da una especie de entusiasmo creador y necesito irme a escribir, cuanto antes, me emociono mucho hasta que me agoto y dejo un tiempo la obra en barbecho. Y un día la retomo. Suele ser así, excepto los encargos de una obra particular. Entonces me siento, leo mucho sobre el tema, estudio, me documento… hasta que se me ocurre algo. Así ha ocurrido con mi última creación que he coescrito con Javier Villán, Argentinita, el proceso de preparación fue muchísimo más largo que el de escritura. Ya está terminada, afortunadamente.
P. ¿Hasta dónde llega el recorrido de un autor, la repetición de la misma idea inicial?
R. En muchas ocasiones una idea subyace a muchos textos de un autor y se manifiesta con diferentes formas, a veces ni el autor es consciente. El recorrido es infinito hasta que se deje de respirar, creo yo, siempre que se experimenten nuevas formas de expresar esa idea, que ya no será la misma, y otras muchas que irán seguro entrando y saliendo de escena.
P. ¿Cuál es el papel del dramaturgo en los tiempos que corren?
R. Creo que es necesario divertir, entretener, aliviar los corazones durante un rato con nuestros textos pero, también, tal y como están las cosas, tenemos que protestar, remover conciencias, la primera la nuestra, y decir muchas veces “no” a través de la escena y de la palabra. Los dramaturgos tenemos en nuestras manos un arma muy poderosa: el teatro. Resulta tan completo como manifestación artística que los autores debemos hacer uso de él para intentar mover las almas hacia el deseo activo de restauración de un mundo corrupto, maltratado e insolidario en sus esferas más poderosas que contagian al resto. Siempre había admitido que el teatro tenía que hacer pasarlo bien a los espectadores, que su finalidad primera era divertir, entretener, evadir del sufrimiento y conmover, si era posible, y sigo creyéndolo así, pero considero que además siempre hay que intentar reflexionar a través de él sobre las otras realidades, las del día a día, y en ocasiones decir “basta ya, cambiemos” en escena, a través de la comedia, la tragedia, o el melodrama, con obras del pasado y con nuevas creaciones, con risa, con llanto, con absurdo, con realidad dramática, con la imitación de aciertos y errores sobre la escena, con exageración, con imágenes y palabras, pero nunca con indiferencia.
P. ¿Veremos algo nuevo de Diana de Paco en el 2013?
R. Estamos ensayando una nueva obra: Espérame en el cielo o… mejor, no con la Compañía Espacio Imaginado, que vamos a preestrenar en abril en Oviedo y después estrenaremos en Murcia en el Centro Párraga y después… ya veremos. La dirigen M.ª Ángeles Rodríguez Alonso y Jorge Fullana y la interpretan dos estupendas actrices, Verónica Bermúdez y María Alarcón que se ponen en la piel de cuatro mujeres. Llevamos hasta un joven violoncelista en directo, Antonio Pérez. Un equipo muy ilusionado, aunque contemos con pocos medios. Estoy deseando que llegue el estreno y cruzo los dedos para que tenga vida en escena y no sufra una muerte precoz.